EL PRIMER VUELO

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CAPITULO VII


Llegué a una ciudad bastante más industrializada que las que había recorrido últimamente con el circo de Ebba. Una ciudad grande, con negocios, personas desinteresadas por descubrir sobre el mundo.

Avancé por el lugar hospedándome en un humilde hostal, no tenía mucho dinero ahora mismo como para llenarme de lujos, pero al menos había aprendido como ganar algo en las calles.

Por momentos no dejaba de llenarme de preguntas sobre qué era lo que estaría haciendo Ebba, pero esa carta me obligaba a seguir adelante.

Una vez me hospedé, bajé con la intención de encontrar alguna pista de cuál sería mi siguiente movimiento.

Hice una leve pausa durante mi viaje para trabajar, era necesario. Me di cuenta que Ebba tenía razón, la gente en general no me negó la oportunidad de ayudarles por algo de remuneración.

Fui copero, mesero, limpia botas, asistente de carpintero y hasta lechero, entregué el diario por una semanas y otras tantas me encargaba de lavar platos.

Ahora al menos los años de educación y de idiomas me sirvieron para destacar con rapidez pasando de pronto a ser el asistente personal de un importante hombre de negocios.

Pasaron varios meses que no vi circo, cerca de tres o cuatro. Aunque alcancé a juntar suficiente dinero como para una buena temporada.

Y de hecho en algún punto sentí que mi sueño se había estancado.

Y de hecho en algún punto sentí que mi sueño se había estancado

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Estaba saliendo de la tintorería con el traje de mi jefe entre mis manos, cuando al cruzar la calle pegado en un ventanal de una barbería se encontraba un afiche del circo que había llegado a la ciudad.

La seguía extrañando, era inevitable, sobre todo cuando vi a una chica de características similares repartiendo volantes en la cafetería del hostal. Ese sonido de campanilla de la puerta cuando se cerraba y la muchacha se retiraba.

Esa misma noche fui a ver qué tal aquel circo que había llegado a la ciudad.

Aparentemente todos seguían el mismo patrón, espectáculos independientes el uno del otro enseñando que era lo que podían hacer. Y lo que podían hacer no me impresionó.

Por la mañana temprano decidí presentarme, después de que la muchacha en la cafetería soltase a otro grupo de jóvenes que buscaban nuevos talentos.

Con la mente enfocada en lo que tenía que hacer, parado a varios metros de altura antes de saltar al trapecio. Volé por el aire con torpeza, pero pude terminar mi rutina que era básica, pero a pesar de todos los inconvenientes que presenté, como que me temblaran los brazos, que no alcanzase a llegar al otro lado al primer intento y por eso casí caigo a la lona. A pesar de todo eso, yo había conseguido un nuevo trabajo, mientras mis nuevos compañeros me recibían entre aplausos y gritos.

ICARUS, ALAS A LA LUNAWhere stories live. Discover now