A la fuga

513 12 5
                                    

Situación: Una chica va a casarse con un completo desconocido porque su padre le obliga. La noche anterior a la boda decide fugarse. Ata todas las sábanas y mantas que hay en su habitación y empieza a descender por la ventana. Cuando va por la mitad del camino hace contacto visual con alguien haciendo exactamente lo mismo que ella a varias ventanas de distancia.


Rất tiếc! Hình ảnh này không tuân theo hướng dẫn nội dung. Để tiếp tục đăng tải, vui lòng xóa hoặc tải lên một hình ảnh khác.


Tras varios segundos observándonos mutuamente sigo bajando. Mientras desciendo mi cerebro no puede dejar de pensar en quién podría ser esa persona. 

Para cuando llego al suelo ya he llegado a la conclusión de que probablemente sea la persona con la que se supone que iba a casarme. Me quedo allí, quieta, imaginándome lo que sería compartir una vida entera con alguien a quien no conozco.

De repente alguien me toca el hombro, me giro medio confusa aún dándole vueltas a cómo podría haber sido mi vida. Levanto la mirada para poder mirar a los ojos a quien me ha hecho girarme. Durante el segundo que tardo en subir la mirada un enorme miedo me invade. Estoy aterrorizada, no quiero que me atrapen ni que me obliguen a casarme.

Termino de levantar la mirada y un par de profundos ojos marrones invaden mi campo de visión, antes de que aquel hombre pueda articular una sola palabra, echo a correr. Me parece escuchar al hombre maldecir por lo bajo, pero eso solo consigue que corra más deprisa presa del terror ante la idea de tener que casarme con él o con cualquier otro desconocido.

A los pocos segundos de empezar a correr el dueño de esos ojos marrones me atrapa. Debí haberlo imaginado, es obvio que no iba a poder escapar de él, solo hacía falta echar una rápida mirada para descubrir que hacer deporte no era lo mío.

Me quedo quieta, paralizada al volver a mirar a los ojos al hombre. Pero al mirarle de nuevo y más detenidamente me doy cuenta de que tal vez es más apropiado llamarle chico en vez de hombre, ya que no parece tener más de 25 años.

De todas formas mi mente sigue bloqueada pensando en lo que ocurrirá ahora, en quién será, en que me dirá. Solo soy capaz de mirarlo fijamente. Él no deja de abrir y cerrar la boca, como si estuviera intentando decir algo pero no consiguiera que salieran palabras de su boca, o como si no pudiera encontrar las palabras adecuadas.

Sus ojos me miran, como si intentasen analizarme, leerme la mente, como si quisieran saber qué pensaba hacer. Finalmente el chico me habla:

-¿Quién eres? -Lo ha dicho en voz baja, ha casi un susurro. Yo me quedo atónita. No sé qué responder, esa pregunta tan solo consigue aumentar mis sospechas sobre quien creo que es.

Él sigue mirándome, su mirada es inquieta, casi parece desesperado por escuchar una respuesta. Es entonces cuando me doy cuenta de que está temblando. Él también está huyendo de su habitación, es lógico pensar que este asustado.

Curiosamente comprobar que él también está asustado me tranquiliza un poco. Al caer en la cuenta de que todavía no le he respondido, finalmente le digo mi nombre:

-Lenna. -La mirada del chico se calma y deja de temblar.

-Yo soy Zacarías. -Me mira con una tímida sonrisa al decirlo.

Así que es él. Por una vez mi instinto estaba en lo correcto. Es él con quién debería casarme mañana, con quien quieren hacerme pasar el resto de mis días, a quien se supone que debo besar en el altar.

Pero al parecer no va a ocurrir nada de eso, sobretodo teniendo en cuenta que los dos estamos huyendo para evitar que suceda.

Zacarías se arrodilla frente a mi y me agarra una mano. Yo le miro con extrañeza sin terminar de comprender lo que pretende hacer.

-¿Quieres escaparte conmigo? -Lo dice nervioso y yo tardo un poco en reaccionar.

En cuanto asimilo sus palabras sujeto su mano con fuerza y echo a correr.

Y corrimos.

Corrimos hasta no poder más, hasta estar seguros de que nos habíamos alejado lo suficiente. Los dos nos sentamos en el suelo, exhaustos, nos quedamos allí un par de minutos sentados en silencio y con la respiración agitada.

-Así que... Tú eres mi supuesto futuro marido.

-Y tu mi supuesta futura mujer.

Estuvimos hablando.

Hablamos durante horas.

Hablamos acerca de lo injusta que era nuestra situación, sobre las cosas que queríamos hacer con nuestras vidas, sobre las cosas que nos gustaban y las que no, compartimos opiniones, recuerdos y sueños.

Así estuvimos durante un largo rato que duro casi toda la noche. Los primeros rayos de sol asomaban por el horizonte cuando finalmente tomamos una decisión.

Relatos CortosNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ