Hoja marchita

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Querida persona,

Te escribo para contarte una historia, una queja, un manifiesto o como prefieras llamarlo. Te escribo para que tú y los que se pregunten "¿Por qué" lo entiendan. Así que, dejando de lado el resto de formalidades inútiles, voy a comenzar:

Estoy mirando a esas hojas marchitas flotando en el río, dejándose llevar por la corriente y pienso "Quiero ser ellas". Quiero ser como esas hojas, quiero que mi alma abandone mi cuerpo y se traslade a una de ellas, quiero hacer su viaje, pacífico, hermoso, lacónico. Quiero llegar a la desembocadura del río y entonces quiero morir, como en la metáfora que utiliza Antonio Machado con los caminos para simbolizar la vida humana.

"Joder" pienso "ni siquiera en la soledad de mis pensamientos más deprimentes puedo alejarme del instituto". Maldito instituto, malditos profesores y maldito Machado que seguro que nos caerá en el próximo examen. Maldita presión, maldita sociedad que nos obliga a estar siempre pensando en lo mismo aún siendo de forma inconsciente. Maldito futuro que se decide en un examen. Maldito camino impuesto. Maldita yo por ser víctima del sistema.

Envidio a las hojas y a su tranquilo camino. Envidio que no puedan sentir, dudar, hablar, vivir. Envidio que sean más poéticas de lo que yo llegaré a ser en toda mi vida. Las adoro, las odio. Resulta irónico que sean la metáfora perfecta de mi persona. Son trozos muertos, mustios, que una vez formaron parte de algo que sigue con vida. Pero ellas ya no forman parte de ese algo, ellas ya no tienen vida, solo flotan a la deriva dejándose llevar por una corriente que las lleva a la desembocadura, que las lleva a su final definitivo. Esa soy yo, un alma que hace tiempo que dejó de sentir. Que se limita a dejarse llevar por la corriente a la espera de que el cuerpo en el cual reside deje de funcionar.

Y maldita sea yo por resignarme, por no intentar cambiar, por no ser unos bonitos pétalos en lugar de unas hojas marchitas. Ojalá ser unos pétalos, que brillan, que roban suspiros, que son admirados incluso al llegar al final del río. Pero, ¿Cómo voy a convertirme en pétalo? Si cada vez que insinuo ser una hoja me dicen que exagero, que sí que soy un pétalo, que solo estoy confundida. Y pienso, "¿De qué me sirve ser un pétalo si no me siento como tal, si no me veo como tal?" Pero no lo digo. Solo sonrio y doy las gracias. Porque, ¿Para qué preguntar e intentar que te tomen en serio cuando solo eres una cría que sigue en el instituto? Ni me molesto. Es inútil, fútil. Ya ha sido probado en numerosas ocasiones que todavía somos capullos sin florecer. Y nadie se para a mirar esos capullos. Nadie se preocupa realmente por ellos hasta que son flores.

¿Y si yo no consigo florecer? ¿Y si se me pasa la primavera? ¿Y si el resto de mi vida es un otoño en el cual vivo marchita? "No pasa nada" dicen "Estás en la edad, cuando seas mayor cambiarás de idea". Muy bien, y hasta entonces seré una hoja marchita. Solo espero que mi río no avance muy deprisa porque sino no me dará tiempo para florecer. Bueno, miento, en realidad no me importa. En realidad finjo pensar eso porque es lo que se supone que debo pensar. En realidad no me importa que mi río sea corto o avance rápido porque al fin y al cabo solo soy una hoja marchita.

Tal vez un jardinero podría haberme ayudado a ser un pétalo. Aunque, ¿Por qué ibas a contratar a un jardinero si sólo por un capullo? No merece la pena, florecerá por su cuenta. Pero a lo mejor un psicólogo, perdón, quería decir jardinero, fallo mío, es que no estoy acostumbrada a hablar con metáforas. Pues a lo mejor un jardinero habría evitado que me marchitara, habría evitado que no floreciera, habría evitado que me tomara ese bote lleno de pastillas justo antes de lanzarme al río yo misma.

A lo mejor esto se podría haber evitado.

A lo mejor no debería haber escrito esta carta. Tampoco debería haberla escrito justo antes de mi final. Tampoco debería dejarla pegada con un trozo de celo a un árbol.

Pero, ¿Qué otra opción me queda? ¿Cómo me despido del mundo? ¿Mandando un mensaje de whatsapp? ¿Y a quién se lo mando? Yo no quiero saber quien va a leer esto, quiero dejarlo aquí, frente al río y quiero olvidarme de haberlo escrito. Quiero que la gente sepa cómo me siento, que sepan que esto no se puede ignorar, que sepan que hay consecuencias. Que sepan que he muerto porque no soporto el vacío de mi corazón, la monotonía de mi vida y la poca importancia que me dan. Que estoy harta. Que como yo hay decenas, cientos y miles. Que muchos también harán lo mismo que yo. Que no soy la primera y tampoco seré la última.

Que no puedo.

No puedo.

No puedo seguir luchando una guerra contra misma ni un solo día más.

Estoy cansada.

Me rindo.

Esta hoja marchita cayó de su árbol hace tiempo, y me temo que su río ha llegado al mar.

Perdón por las lágrimas que mojan el papel.

Adiós. 

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