Sombras

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Tenía los ojos cerrados y la sensación de estar flotando en un mar de sombras. Notaba algo molesto en el pecho, una especie de presión que se extendía a lo largo de todo mi cuerpo.

Tomé una profunda bocanada de aire y luego lo solté todo en un lento suspiro. Trate de calmarme. Mis ojos seguían cerrados. El mar se extendía a mi alrededor y me resultaba imposible imaginar su fin. Mi respiración era regular y casi me parecía sentir las caricias de las sombras en mi piel.

Quería desaparecer un rato. Dejar de pensar. Estar en paz. Quería vaciar mi cabeza. Eliminar preocupaciones. No sentir. Pero a pesar de tener los ojos cerrados no lo conseguía. A pesar de tener la respiración constante no lo conseguía. Era por culpa de las sombras. Las mismas sombras que me rodeaban. Las malditas sombras que no dejaban de infiltrarse en mi cabeza una tras otra, amontonándose y uniéndose hasta conseguir crear un monstruo. El mismo monstruo que viajaba de mi cabeza a mi pecho y se quedaba allí, creando esa presión tan molesta.

Y no callaba. Se mantenía despierto todo el tiempo que hiciera falta. Me susurraba cosas. Me hacía recordar las mismas cosas que estaba tan desesperada por olvidar. Entonces mi respiración empezaba a agitarse.

Pasaba lo mismo noche tras noche. Nos quedábamos solos el monstruo y yo. Siempre me hacía compañía. Noche tras noche le escuchaba con atención. A veces hacía un esfuerzo por intentar ignorarlo pero siempre fracasaba, él era demasiado insistente.

Me quedaba allí, quieta, soltando lágrimas. Hacía lo mismo todas las noches. Escuchaba los susurros del monstruo y lloraba. Lloraba hasta que la presión del pecho era más fuerte que los susurros. Hasta que la presión conseguía dejarme dormida sin siquiera darme cuenta.

Era entonces y solo entonces cuando lograba desaparecer, dejar de pensar y estar en paz. Era entonces cuando lograba escapar de las sombras. Y era justo después de lograr vaciar mi cabeza cuando abría los ojos. Y el mar de sombras a mi alrededor se esfumaba. Abría los ojos y la luz que entraba por la ventana inundaba la habitación robándole el lugar a las sombras.

Soltaba un breve suspiro y comenzaba mi día. Sabía perfectamente que al llegar la noche todo volvería a pasar. Al fin y al cabo las sombras no habían desaparecido del todo, solo se habían escondido. Sí, solo eso, solo se habían escondido. Seguían allí, en mi cabeza, al acecho, esperando pacientemente a que volviera a cerrar los ojos para salir.

Relatos CortosWhere stories live. Discover now