2 ¿Una náyade?

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No fue nada agradable despertar en un carro desconocido, aunque ya no sentía el tobillo.

-¿Quién eres?- pregunté al conductor, pues desde mi sitio en el autobús se veían unas manos sujetando un volante.

De inmediato, este se giró hacia mí y vi que era rubio, con gafas azul y un bronceado.

-Bueno, soy... Jon-era obvio que él estaba mintiendo, y no fue solo por la pausa.

Me crucé de brazos.

-¿Cómo me has curado el tobillo y donde está mi padre?- pregunté.

-Wow, te pareces mucho a tu madre, ¿eh?- comentó.

-Respóndeme- le exigí.

-Soy un viejo amigo de tu madre cuyo nombre no puedes saber... No porque no sea importante, lo único es que te revelaría muchas cosas- contestó- Y respecto a las dos últimas pregunta, tu padre está de camino a Francia por algunos asuntos y te he curado el tobillo dándote una medicina. ¿Te vale mi explicación?

-No hasta que me digas tu nombre.

Él volvió a mirar hacia atrás.

-¿Te crees tan importante como para que tenga que estar obligado a responderte?- preguntó con sorna.

-No, soy tan importante que me tienes que decir todas las respuestas- me defendí.

-Menudo ego- murmuró lo suficiente alto como para que pudiera oírle.

-¡Te he oído!- exclamé.

-¡Lo sé!- gritó de vuelta.

-¿Adónde vamos?- le pregunté.

-A un sitio.

-Oh, no me digas- dije con sarcasmo.

-Déjame terminar- se quejó molesto- A un sitio en el que estarás seguro.

-Pues yo me siento muy seguro en mi casa- le comenté.

-¡Oh, sí, y te sentiste muy seguro en tu coche cuando te pusiste a jugar con el móvil!- exclamó sarcástico- Tengo que decir que tu padre cumplió muy bien la lista que le di.

-¿Qué lista?- pregunté.

-Ups, me he desviado del tema- dijo él- Ya estamos llegando al campamento, ¿alguna cosa que preguntarme antes de irte?

-¿Qué lista?- repetí con cara de: "¿me estás vacilando?".

-La que le di a tu padre después de una cosa muy graciosa (Nota de la autora: Los de Vuelven a la Carga lo sabrán, ¿no?).

-¿Qué cosa?- repetí justo en el momento en el que sentí un impacto.

-Ya hemos llegado- anunció, ignorándome completamente.

-Y ahora me echarás del coche, ¿no? Porque yo no quiero irme hasta que me respondas a lo que te he preguntado- imploré.

-Supongo que la opción de echarte del coche resulta la más factible- escogió mientras pulsaba un botón cuya función, como vi más tarde, era echarme del coche.

Aterricé sobre hierba, frente a un cartel en el que ponía Campamento Mestizo. Volví a mirar hacia la dirección en la que suponía que estaba el coche de "Jon", aunque este ya se estaba elevando hacia el cielo. Un momento, ¿elevando hacia el cielo? ¿Me secuestra y encima tiene la osadía de hacerlo en un coche volador? Ni que viniera del futuro, aunque eso significaría que yo sería lo suficientemente importante para que un viajero recién llegado me secuestrara.

-¿Es él?- oí susurrar, cosa que me sacó de mis pensamientos.

-Creo que sí- contestó otra voz también susurrando.

-¡Callaos!- exclamó una voz femenina cada vez más cerca.

Esta voz pertenecía a una chica que se iba acercando cada vez más a mí, o al menos eso suponía que fuera, ya que el coche del "viajero del tiempo" también relucía y me había dejado algo tocados los ojos, cosa que no dejaba que viera bien mi entorno.

-¿Estás bien?- preguntó la figura tendiéndome la mano.

Antes de cogerle la mano, me restregué los ojos, ya que mi buena visión ya estaba empezando a volver. El ser que estaba delante de mí tenía la piel azul, ojos del mismo color y pelo castaño.

Al verlo con más claridad no me hizo falta el coger su mano para levantarme, ya que lo hice del puro susto.

-¡No te asustes! No te voy a hacer daño- intentó aclarar ella mientras se seguía acercando.

Se oyó alguien suspirar detrás de mí.

-Que sea especial no significa que esté preparado para entender lo grande que es en verdad su vida- continuó.

Me giré y vi a un hombre con una gran barba sentado en una silla de ruedas, llevaba puesto un traje elegante y sus piernas estaban cubiertas por una manta a cuadros.

Al verlo, llegué pensar que la chica que antes se había acercado a mí era una ilusión de mi mente, aunque esto no duró mucho, ya que enseguida ella me volvió a tocar en el hombro.

-¡Laya! ¿Qué te he dicho de sorprender a los mestizos que llegan al campamento?- replicó el hombre de la silla al ver mi cara de sorpresa al volver a verla.

-Que no lo haga- parecía que era algo que le habían dicho muchas veces.

Y ella se fue correteando.

-Bueno, ¿entramos- dijo el hombre.

-¿Quién eres?- estaba realmente harto de estar obligado a hacer esta pregunta cada vez que me encontraba con alguien.

-Lo único que puedo decirte es que Laya es una náyade.

-¿Espíritus mitológicos griegos de los ríos?- pregunté confundido.

-- respondió mientras me cogía la mano y me llevaba debajo del arco.

Una vez que lo hube cruzado, una luz verde apareció y todos los chicos que había alrededor ahogaron un grito.

Unos instantes después, reparé en que la luz venía de mi cabeza. No podía ver mucho, pero era la especie de pluma de una pavo real. Esto me parecía muy extraño, así que miré al hombre, que de alguna manera me hacía sentir como si cada vez que necesitara consejo, se lo podía pedir a él, y vi que estaba sonriendo.

-El hijo de Hera- murmuró sonriendo.


La cabaña de HeraWhere stories live. Discover now