8 Operación escape

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Laya no tardó mucho en llegar. Nada más verla, noté que se había quitado su vestido, y en el lugar de este, llevaba un jersey marrón oscuro y unos pantalones vaqueros algo holgados. Como calzado llevaba unas sandalias beige. 

-¿Estás listo?- susurró ella.

Yo asentí con la cabeza, entendiendo que lo más indicado no era hablar en voz alta.

-Sígueme- me indicó, todavía sin subir el tono de voz.

Recorrimos todo el campamento, evitando en todo momento las miradas de otros campistas. Hay que admitir que Laya parecía experta en eso, ya que se sabía bastantes rutas entre los arbustos.

Tuvimos que ir a gatas, cosa que no le favoreció nada a mi fantástica nueva ropa, que cada vez estaba más llena de hierba y algo de tierra. Hubo un momento en el que incluso me paré y expresé mi descontento frente a eso, pero Laya rápidamente me dirigió una mirada de enfado, que resulta que las ponía mejor de lo que pensaba, y me indicó que este no era el momento indicado.

Continuamos un tiempo hasta que Laya se puso de pie y salió de los arbustos. Después, me hizo un gesto, que supuse que me indicaba que era el momento preciso para levantarme.

Una vez de pie, me encontré a Manuel. Se había cambiado de ropa, y ahora llevaba una camiseta roja con una montaña rusa en ella, y unos pantalones beige cortos. Seguía llevando sus deportivas y su pañuelo.

-¿Ya estamos preparados?- preguntó él cogiendo una bolsa de playa del suelo.

-¿Solo te vas a llevar eso?- le pregunté con el ceño fruncido.

-Tranqui, que tú tampoco es que seas el más indicado para decir nada- comentó él.

En ese momento, me sentí como un tonto. Me estaba extrañando que solo llevara una bolsa de playa y yo ni siquiera llevaba nada.

-No empecéis a pelear- interrumpió Laya al ver que Manuel se quitaba la ramita de la boca. Supuse que ese ridículo gesto significaría que estaba poniéndose serio, pero no le di mucha importancia.- Lo importante es conseguir salir...

-¿Del campamento?- dijo una voz conocida a nuestras espaldas.

Me quedé estático de la impresión. Por más que intentaba moverme, mi cuerpo no respondía a mis órdenes. 

Decidí dirigirle una miradita a Laya y a Manuel. Por sus caras de terror, supuse que ellos no había previsto que nos descubrieran tan pronto.

-Quirón, eh...- empezó Laya, jugueteando con sus dedos y mirando al suelo.- P-Puedo explicarlo.

Me giré, para encontrarme una imagen que no me esperaba. En vez de ver al hombre barbudo con la silla de ruedas, seguí viendo a un hombre barbudo, lo único que... de cintura para abajo... tenía un cuerpo de caballo.

-¿Qué os ibais del campamento?- preguntó con mirada severa y brazos cruzados.

Oí como mis compañeros tragaban saliva.

-E-El p-pavo puede e-explicarlo- tartamudeé.

Una molesta risa sonó en mi mente.

<<¡Te lo creíste!>> exclamó Cyrus.

Al mismo tiempo, Quirón descruzaba sus brazos y esbozaba una sonrisa.

-Eh, ¿alguien me puede decir que está pasando aquí?- pidió Manuel, hablando por todos.

-Obviamente Cyrus me ha explicado vuestra situación- explicó él.- Si os evitara la salida del campamento, lo único que estaría haciendo sería asegurarme de que Jules sufriera una muerte dolorosa.

-¿Muerte dolorosa?- pregunté yo, sintiendo como un escalofrío me recorría el cuerpo entero.- Vayámonos de aquí.

Pero, por supuesto, no me hicieron ningún caso.

Laya se acercó a él con la cabeza gacha.

-Entonces...- empezó.- ¿No estás enfadado?

Él negó con la cabeza, para después ponerle la mano en la cabeza a Laya.

-No, tranquila- dijo.- Cumple con tu destino.

Cyrus salió de detrás de él.

-Sí, venga, vayámonos. 

Y empezamos a caminar, dejando a Quirón detrás.

-Una cosa- dije, reparando en cierto detalle.

-¿Qué?- preguntó Cyrus, que había vuelto a los brazos de Laya.

-¿Adónde tenemos que ir a continuación?- terminé yo.

-A coger un avión- explicó Cyrus, para después mirar a Manuel.- ¿Has conseguido los billetes o los tengo que suministrar yo?

La expresión de determinación de Manuel cambió a una de duda.

-Eh, s-sí, claro- y empezó a rebuscar en su bolsa de playa.

Lo que me sorprendió es que fue capaz de mantener el ritmo a pesar de tener la cabeza en otro sitio.

-¿Y quién nos va a guiar?- pregunté, cruzando los brazos. Resulta que esta posición no quedaba tan bien cuando la ponías moviéndote.- ¿Tú?

Cyrus empezó a volar, saliendo de los brazos de Laya. Me miró con una mirada de ofensa, o al menos eso fue lo que interpreté.

-¿Acaso alguno de vosotros sabe cómo ir a un aeropuerto?

-¿Tú sí?- volví a preguntar. 

Él asintió.

-Me sé todo lo que necesitamos para cumplir con éxito esta misión.

-¡Ya está!- exclamó Manuel, interrumpiendo nuestra conversación.- ¡Tres billetes!

<<¿Y tú cómo vas a viajar?>> le pregunté burlonamente.

<<No voy a ir con vosotros desde el momento en el que entréis al avión>> explicó. <<Os veré una vez que hayáis sufrido las 8 horas de viaje>>

Ahora que me venía la pregunta que debería haber tenido en mente nada más enterarme que íbamos a tener que salir del campamento.

-¿Y nadie se va a dar cuenta de que eres...- empecé, pero fue interrumpido una vez que le eché un vistazo. El color de su piel parecía cambiar entre azul y normal, haciendo que mi mente se confundiera y no lograra recordar el verdadero color de su piel- Da igual, no he dicho nada.

-¿Es un mal momento para decir que el viaje empieza dentro de dos horas?- preguntó algo estresado Manuel.

-No- respondió Laya, como se notaba que nunca había viajado.- ¿Por qué?

-Se tarda un montón en llegar al aeropuerto andando, o en mi caso, volando a vuestro ritmo, además, tenemos que pasar por la aduana...- empezó a explicar Cyrus.

-No me digas más, ¿es probable que no lleguemos?- preguntó Laya acelerando su ritmo mientras se mordía el labio.

Todos asentimos.

-Genial...

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Bueno, antes de nada, quiero avisaros de que pronto me iré de viaje. Es un viaje trasatlántico, y no creo que el internet de allí me deje actualizar. Antes de irme, intentaré hacer un capítulo más, pero bueno, espero que lo entendáis.

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