Capítulo 3

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El capítulo puede contener escenas que no son aptas para los menores de edad.

Capítulo 3

Narra Eduardo

Un portazo le pone fin a la tranquilidad. Permanezco en el sofá pero dejo a un lado el papel que estaba estudiando y me quedo viendo la entrada a la sala. Lo primero que se me ocurre es que Daniela habrá tenido un mal día en el trabajo. Y tomando en cuenta cuanto lo aborrece, no es ninguna sorpresa. Vaya que últimamente no es sorpresa que esté de mal humor, es una costumbre. Por desgracia.

Dada la situación, creo que no es momento adecuado para hablarle sobre lo que salió en los medios acerca de anoche...

—Lo que me faltaba... —se queja apenas ingresa a la sala de estar; se revuelve el pelo con una mano y apoya su espalda contra la pared— La gente de tu mundo es bastante chismosa.

¿La gente de mi mundo? Ay, Daniela... Qué manera de expresarte...

—Según gente cercana al actor, el conflicto de pareja terminó con una cachetada por parte de la mujer. Luego ambos desaparecieron de la fiesta. —dice, como imitando a alguien de los medios; entonces está enterada

—Lo bueno es que no hay ni fotos ni nada de eso... Sólo declaraciones de personas que ni siquiera dieron su nombre. La gente está acostumbrada a oír todo tipo de rumores. Y se sabe que no todo lo que sale en los medios es cierto.

—Pues en este caso sí lo es.

—No importa, no lo pueden saber con certeza.

—El público no. Pero todos los que estuvieron en la fiesta, sí.

Al fin y al cabo ¿qué más da? Cuando un hombre recibe una cachetada de una mujer, no es gran cosa para nadie. Suele ser normal. Si fuera al revés, el mundo estallaría y el hombre llegaría a la cárcel. Bueno, con razón. El punto es que a nadie le preocupa y le molesta que yo haya recibido una bofetada. Porque soy hombre. De seguro piensan que me la gané.

Aquí lo que llama la atención es que mi supuesta vida perfecta, en realidad no es tan perfecta. Les intriga que tenga problemas en mi matrimonio. Les encanta saber cosas que no son de su incumbencia. Y yo sólo pienso ignorar a cualquiera que decida pedirme explicaciones o alguna confirmación. Suelo ser discreto y eso no cambiará.

— ¿Y ahora?

—Nada —replico despreocupado—. En unos días aparecerá algo más sabroso y esta supuesta noticia quedará enterrada.

Su semblante se ablanda y para mí eso es suficiente para tranquilizarme. Porque a decir verdad, pensaba que iba a reclamarme, que iba a regañarme por el simple hecho de que elegí esta carrera, que conlleva cierta miseria.

—Ven acá. —propongo, palmeando el asiento libre hallado a mi derecha

Lo hace. Se acerca y para mi sorpresa, se acomoda en mi regazo mientras envuelve mi cuello con sus brazos y apoya su nariz en mi mejilla izquierda. En respuesta, la agarro por la cintura.

—Lo siento...

Lo dijo tan bajo que apenas lo entendí. No sé qué es lo que lamenta pero sus palabras me animan. Me llenan de esperanza. Tenemos nuestras dificultades, como cualquier pareja, pero podemos superarlo. Al final del día, sé lo mucho que me ama y sé que no hace nada con intención de herirme.

Vuelve a disculparse mientras comienza a llenar mi rostro de besos; hasta que giro la cabeza para contemplar su mirada. Y para algo más —pienso al notar lo cerca que están sus labios. Atrapo su rostro entre mis manos y la jalo hasta que nuestras bocas chocan y las ganas aumentan. Su boca me recibe gustosa y ese calor familiar complace la mía. Por lo rápido que ella correspondió, parece que deseaba hacer lo mismo que yo. Cambia de posición y queda a horcajadas encima de mí, sin embargo su cuerpo se relaja y me permite controlar el ritmo. Me permite besarla sin prisa, hacer las cosas a mi manera, derretirla con cada movimiento.

Llámalo infierno © |COMPLETA|Where stories live. Discover now