Capítulo 4

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Si les aparece otra notificación es porque tuve que editar el capítulo, ponerlo con las líneas de diálogo correctas.

Capítulo 4

Narra Daniela

Otro día en este lugar y juro que la hora del almuerzo es la mejor parte. Porque no tengo que lidiar con este aburrido y fastidioso trabajo. Puedo y quiero hacer algo mejor en la vida que atender a los clientes de un hotel.

Decido dirigirme a la salida y dejar de pensar otra vez en lo mismo. Por ahora no me queda de otra más que seguir adelante aquí.

— ¡Hola!

Su voz me hace detenerme. Incluso me doy la vuelta pero sólo para dejarle claro que ahora no voy a conversar con nadie. Quiero salir a tomar aire y encima tengo hambre.

—Hola, Santiago. Mira justo estaba por salir... ¿Podemos hablar después?

—No me cuentes lo obvio. No, no podemos. Te acompaño.

Arrugo los labios para no sonreír. Si no tiene nada mejor que hacer, no rechazaré su propuesta. O sea su amistad es una de las cosas positivas que me sucedieron en este lugar. Y el colmo es que es hijo del dueño.

Me anima a ponerme en marcha y terminamos saliendo juntos. Por unos momentos ninguno saca palabra, hasta que él decide romper el hielo.

—Te voy a compartir mi teoría —me avisa—. Te niegas aceptar ayuda de tu esposo porque su matrimonio es un fracaso y no te atreves pedir cosas. Así que sigues trabajando aquí, compartiendo sonrisas falsas y refunfuñando cuando te quedas a solas. Y los almuerzos son tu única escapatoria, tu momento favorita de la jornada laboral.

—No podrías estar más equivocado —le digo divertida—. Bueno, aciertas en la parte de los almuerzos. Pero ya te expliqué, no quiero que su nombre y su dinero me abran las puertas. Quiero salir adelante yo sola.

—O será que no es tan rico como me decías. Ya, admítelo.

Chasqueo la lengua y ni me tomo la molestia de sacar palabra. Le echo un vistazo al restaurante que me espera a solo unos metros.

—A ver, para que te lo crea, dime su nombre.

—Eduardo Beltrán. —suelto mientras mi mente está concentrada en el menú, pues no puedo decidirme, hay dos cosas que se me apetecen

—Como que me suena... —apunta a cabo de unos momentos— ¿A qué se dedica?

—Es actor.

Me percato de que se detiene al oírme. Volteo y me encuentro con sus cejas elevadas y su boca abierta. Me cruzo de brazos y ya imagino lo que va a decir... Todos se quedan impresionados. Si tan solo supieran lo que conlleva, sobre todo para la pareja que no tiene nada que ver con ese mundo.

—Estás casada con un actor y trabajas como recepcionista. —hay tanto asombro bañando cada sonido

—Sí. Y ven, hace mucho calor y además me muero de hambre.

—Sin palabras. Otra en tu lugar ni trabajaría.

—Continuemos esta conversación adentro, ¿quieres?

—Ya nada me saca de la cabeza que no se llevan bien y que por eso- Y no se divorcian porque quieren evitar un escándalo. ¡Claro! Eso podría dañar su reputación.

Por suerte se equivoca. El divorcio nunca estuvo entre nuestros planes, no sucedió algo tan grave como para llegar a tomar medidas extremas.

Llámalo infierno © |COMPLETA|Where stories live. Discover now