2. Agosto

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—¡Bien hay que ponerla en la pantalla!— dije al recibir el mensaje con el respectivo link de la canción.

Alberto abrió sus ojos nervioso.

—Prefiero que la escuches cuando estés sola, no es precisamente la canción para ponerla en estos momentos...— bajó apresurado mi mano que sostenía el celular.

—De acuerdo...— sonreí confundida. —Triste ehh...— añadí repitiendo el título de la canción.

—Tampoco es que lo sea...— rió encogiéndose de hombros.

Estábamos ahí, escuchando a nuestros amigos cantar, ninguno poseía el talento por supuesto, a excepción de André, se le da precisamente todo lo referente a la música, pero en fin, lo disfrutaban.

—¡Bro! ¡Lían! ¿No cantarán?— André nos animaba, pero al negar con una sonrisa entendió todo.

Se podía sentir un viejo entrañable ambiente, como si hubiéramos regresado meses atrás, a las salidas espontáneas después de clases, yendo a bares clandestinos debido a nuestra edad, cantando y riendo de cualquier cosa que se nos ocurriera, sin duda genial, la diferencia era que el siguiente lunes no nos veríamos en el Instituto para contar todo lo sucedido. Y a decir verdad no teníamos idea de cuándo sería la próxima vez que nos veríamos.

—¿Qué piensas?— Alberto me miraba tratando de descifrar mi mente.

—Oh...— reí al imaginar la cara que había de haber tenido para llamar su atención. —Lo mucho que deseo que se detenga el tiempo...—

Pude haber sonando cursi y melancólica, el no respondió nada, tal vez deseaba lo mismo, tan solo tomó mi mano, y entrelazando nuestros dedos comprendí nuestra extraña respuesta.

Estaba casi segura que todos los que nos encontrábamos en la sala de juegos extrañamos los viejos tiempos, ellos sabían que la Universidad sería totalmente diferente, no de manera negativa, simplemente que una etapa como el Instituto se vivía solo una vez y por más que nos llegáramos a aferrar, esta no iba a regresar.

La mamá de Acacia se asomó en la puerta de la pequeña habitación, nadie se había percatado de su presencia hasta que...

—¡Chicos miren aquí!— todos giramos al escuchar su voz, tenía su celular en posición de tomar un foto panorámica de los colegas y nosotras. Sonreímos todos al mismo tiempo. —¡Salió genial chicos! Vengan que partiremos el pastel...—

Los colegas salieron del lugar tan pronto como escucharon la palabra pastel, y más que retomarnos a la preparatoria, nos retomamos al kinder.

—¿Y bien ya se van a besar?— la voz susurrante de Vivian sonó a mi costado.

—Que más quisiera...— reí fuerte ante el comentario espontáneo.

—Ya estamos en otra etapa, ahora todo es un tanto más diferente...— explicaba haciendo un movimiento con su mano.

—Creo que el cumpleaños de Acacia nos ha traído recuerdos, pero solo por el momento, el lunes volverán a la universidad y...— explicaba hasta que Vivian interrumpió irritada.

—Tu si que tienes un problema con eso de la universidad...— molesta adelantó el paso, creo que estoy siendo patética.

Ya reunidos en el jardín, Acacia estaba esperando escuchar a todos cantar -las mañanitas- pues no podía contener las ganas de comer lo que se encontraba al centro de la mesa, un delicioso pastel de profiteroles bañado con chocolate y una vela que llevaba el número 18.

—¡Acacia! ¡Acacia! ¡Rarara!— todos aplaudimos alegres, con este ya eran casi ocho años de celebrar su cumpleaños.

Partió con el cuchillo una parte de su pastel, ahorrándose la mordida para no arruinar su maquillaje.
Pasamos a recoger nuestra respectiva rebanada y pronto a sentarnos en la mesa.

Después De Decir HolaWhere stories live. Discover now