epílogo.

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Narrador Omnisciente.

–cachito, pasame otra cerveza –grita un camionero levantando la mano, luego de cinco horas de viaje transportando ramas que quedaban por las calles de Caballito.

–¡compa! ¡mira quién llegó, Carlos!– celebra el dueño del bar, señalando hacia la puerta donde entraba un morocho con ojeras totalmente violetas.

–¡rayito!–ríe Carlos –hace tiempo que no venís, ¿qué onda tu familia?

–hola, chicos – saludó, de mala gana. –nada, todo peor. mí mamá terminó poniendo una Orden de Alejamiento sobre mi hermanito. me mandé cagadas, ya sé, pero fue por y para ella.

–ay negro, pero ¿tan así? o sea, no creo que hagas nada tan zarpado, si apenas sos mayor de edad– comenta Eduardo, pasándole la otra botella a Carlos y regalándole un shot al morocho.

– no sabes, cacho, no sabes...– suspiró, tomando el shot de una. –ustedes son lo único que me queda, camioneros de cincuenta y pico de años.

–¡pero somos buena compañía, che!– expresa Carlos, riéndose. le daba pena que esté viviendo una mierda de vida a tan temprana edad, y lo único que quería era transmitirle alegría.– no soy como los otros camioneros, yo soy piola.

ante ese comentario, los tres rieron. Mateo estaba seguro de que él era como un segundo papá para él, a falta de su biológico, quién rapeaba por todo el país. sabía que Carlos no podría cometer los delitos que había hecho el chico, y que tampoco quería decirle, para no perderlo. él y Eduardo eran su familia.

Trueno, en busca de algo divertido, miró hacia la televisión, y eso le trajo más miedo.

"Y ahora, las nuevas, noticias María. Hubo una serie de adolescentes fallecidos en la escuela educativa "San José". las clases se suspendieron debido a la muerte de alrededor de diez alumnos, todos de cuarto o quinto año de secundaria. los asesinos, están prófugos, y no se sabe cuántos son. luego de la pausa, entraremos en más detalles."

–¿y esa banda de "narcos" que tenían con los otros dos pibitos?– preguntó el dueño, limpiando la mesada y haciendo comillas con los dedos. – el flaquito pelado, y el ojiazul del arito ese que tenía en la ceja... ¿te peleaste? no van a llegar a nada, los va a agarrar la yuta, o van a terminar como esos de la televisión – rió.

–¿no son esos de allá?

trueno giró la cabeza, ya sabían qué iban a hacer sus dos cómplices. siempre los admiró, como se unían más mientras iba en proceso el plan para tener la plata de la familia de Rusia.

Trueno estaba celoso de la vida que tenía anteriormente Manuel, y la arruinó metiéndolo en la banda y ordenando matar a aquella morocha que el casi pelado tanto quería, y la consecuencia era la familia Vainstein, muerta.

y después, encontraron a Valentín, que necesitaba la plata, lo agregaron también. ellos se llevaron bárbaro. y Mateo era el malo ahí.

– no los voy a tener más – expresó, dándose vuelta nuevamente al ver que ellos entraban al baño. los  dos adultos lo miraron confundido, y luego se escucharon dos disparos.

toda la gente, de curiosa, fueron a ver qué pasaba o de dónde provenían; el baño. Eduardo dejó el trapo con el que seguía limpiando la mesada y fue corriendo, como pudo, hacia el baño. Carlos, ya estaba ahí, y vino a paso apurado, agarrando sus pantalones para que no se bajen.

–Truenito, son tus amiguitos, el peladito y el del piercing en la ceja

lo sabía, claro que lo sabía. ya se lo habían dicho. le restó importancia, pero al escuchar la preocupación de Carlitos, la piel de gallina no tardó en aparecer. Eduardo, por su parte, corría hacia donde estaba anteriormente hablando con los otros dos, agarrando el teléfono para llamar a la policía.

–mira che, se mueren los del colegio de acá a la vuelta, ahora dos pibitos acá...– comenta, teniendo el teléfono entre la oreja y el hombro. el morocho, por su parte, no podía sentirse peor. sentado en la banqueta, apoyó el codo en mesa del bar  y sostenía su cara con la mano.

y qué querés que te diga, la muerte se enamoró de la juventud.

muertos ; replikWhere stories live. Discover now