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Retratos innecesarios.

La fría mañana hubiera sido peor si Yoongi no me hubiera despertado con un café. Sí, llevaba dos días en mi casa. Y las cosas ya estaban en un punto sin retorno. Ayer estuvimos todo el día juntos, cocinamos y comimos a la luz de la hermosa tarde para después mirar una película, o intentado, ya que Yoongi se durmió en mi hombro. Ya para la noche habíamos bebido un poco de vino en el balcón mirando las luces de la ciudad y la vida debajo de sus pies. Nuevamente él se había burlado de mí por ser un cobarde cuando se trataba de altura.

Nos besamos mientras yo me sujetaba con un niño a su madre, miedoso incluso de asomarme a mirar con el rabillo del ojo. Vivía en un piso cinco, nada tan alto ni tan bajo. Pero él no temía a la altura, él casi no le temía a nada.

Y cuando el vino nos calentó, nos arrastramos al sofá. Comiéndonos con el hambre carnal del estado puro de la lujuria. Yoongi moviendo sus caderas y tocando mi cuerpo con su ritmo afrodisíaco. Su pene cortejando, saludando una y otra vez hasta engrosar el mío. Lo chupé, lo besé desde sus bolas hasta la esquina más olvidada de sus pies. Apreté su cuerpo al segundo de dejarse caer y guardarme  en su calor, incluso quizás lo marqué con mis dedos. Y follamos como locos. Toda la madrugada, hasta que el amanecer nos saludó.

Caímos dormidos en la profundidad.
Y al momento de despertar, estuve en un sueño muy caliente o muy surrealista.

Yoongi se paseaba preparando café y calentando pan, con una chaqueta mía llegando a sus rodillas con facilidad.

Se movía por doquier dando pasitos de baile a lo loco, sin darse cuenta de mi presencia, pero tarde o temprano fui pillado.

—Mierda, Jimin —dijo asustado, con un pan recién tostado en su pecho—. ¿Podrías avisar que estabas despierto o algo? Me asustaste.

Reí analizando tener a un hombre medio desnudo en mi cocina.

—¿Cuándo te acostumbraste a mi cocina? Estoy asustado —dije riendo.

—No lo sé. No puedo responderte —respondió simplemente, intentando esconder la leve sonrisa que se  cruzó.

Supongo que no era la gran cosa para él ponerse a bailar con ropa ajena y en cocinas ajenas. Pero la verdad era otra, en mi cabeza.

—Hice desayuno. ¿Quieres café? —antes de responder había dejado una de mis tazas favoritas encima del mesón.

Me arrastré hasta ahí con flojera. Bebí del líquido amando el sabor, Yoongi preparaba el café jodidamente bien. Guardando ese dato en mi memoria, me dirigí a él.

—¿Y cómo explicas la chaqueta? —pregunté divertido con una ceja levantada.

Frunció un poco los labios hasta que creí ver un corto puchero. ¿Yoongi haciendo pucheros? ¿Esto podía ser menos raro?

—No tengo ninguna jodida excusa. Me gusta tu olor, como hueles. Quería usar algo tuyo —sinceró, sin rodeos.

Sin importarle más el tema siguió en su trabajo de tostar pan. Luego, se sentó frente a mí y ambos comimos tranquilamente. A pesar de que él no se sentía incómodo, yo lo estaba.

No soy ningún jodido ciego. Yoongi era hermoso como un  hombre, pero con rasgos tan finos que en realidad su apariencia era tan afrodisíaca como la forma en la que se veía siendo jodido. El sexo alocado y muy inesperado fue cosa de una noche porque no volvió a pasar. La tensión sexual había ido a otro punto sin retorno también.

Él se aclaró la garganta.

—¿Vendrás conmigo? —murmuró.

—¿A dónde?

bajo su piel ❀ jimsuWhere stories live. Discover now