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Destino cruel.

Recién salido de la ducha, escuché el timbre sonando avisando la llegada de alguien y con alegría picando por todo mi cuerpo. Caminé rápido y siendo sorprendido cuando no vi su cara al otro lado.

—Hana —la miré, decepcionado y sin esperarme el sentir decepción por no ver a quién esperaba ver— ¿Qué haces aquí?

Tiré de ella mirando por encima de su hombro por si el destino era tan cruel de montar una coincidencia difícil de explicar.

—Llamé a tu oficina y no podía ubicarte. Si quieres la información tienes que estar disponible, no estoy jugando a probar qué método de transporte es más cómodo, maldito inepto —dijo.

Suspiré.

—Lo lamento —no sabía que más decir, después de todo, es cierto. Vive en movimiento y es a causa de su trabajo. Yo no estaba haciéndolo más agradable—. Dime. ¿Qué tienes?

Me miró con enfado pero buscó en su bolso y sacó las fotos.

—Ese es el lugar, ahí estuvo hasta la muerte de la madre -apuntó al viejo lugar, que parecía un idóneo para ir a cazar una buena historia de fantasmas, y luego al archivo—. Ahí nació él. En un puto agujero de locos.

La miré de vuelta.

—Ten algo de respeto.

Guardé las fotos y el archivo, sin apartar la mirada esperando hacerla reír, porque antes del ajetreo del oficio era una risueña empedernida. Esas tardes agotadoras, rebuscando libros y material para tantos trabajos apurados. El café era compañía y Hana le encantaba tanto que podía beber y beber hasta no parar de reír hasta el tope de cafeína. Aunque ya no quedaban rastros de esa dulce chica. Hana era lo que se conoce como arpía, fría y calculadora.

—¿Respeto? —se rió con burla sincera—. Tú no conoces el respeto, Parkie.

Abrió la puerta y se volteó una última vez.

—El lunes tienes tu pago.

Y el destino es una cosa cruel. Nos baila con gracia y soberbia, se muere de risa de habernos dicho en la cara como tu insano instinto te había, de hecho, susurrado al oído. Las cosas se sienten. Como llega una tormenta. Su primer rayo al caer, y llega. Y yo supe, que esto, todo este secreto sucio, estallaría en mi cara.

Hana me devolvió la mirada otra vez. Aguantando la risa mordiéndose los labios. Dándole una mirada lujuriosa a Yoongi entrando por el pasillo después de salir del ascensor.

Sí, el destino es una cosa mezquina.

—Hey —llamó él y notando a la mujer a mi lado.

Rápidamente Hana le sonrió deslizando la cara de cordialidad, la que se inventaba cuando de ponía a hablar con tono dulce y complaciente.

—Yoongi, ella es Hana, una amiga de la universidad —me adelanté.

—Un gusto conocerte —murmuró aterciopelado ella tan falsa. Le sonrió como si procesara cada mínimo y minúsculo detalle sobre él—. Jimin me ha contado tanto sobre ti. ¡Qué genial que trabajes en el porno! ¡Me encanta!

Pero Yoongi parece tener un lector de mentiras.

—El gusto es mío, cariño —responde él, con la cabeza en alto y la lengua afilada.

Un incómodo silencio y ambos sonrieron.

—Me voy entonces. Adiós  —anunció, pasando por Yoongi y moviendo su mano hacia mí—. ¡Lunes!

bajo su piel ❀ jimsuWhere stories live. Discover now