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El padre Smith lo había escuchado todo

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El padre Smith lo había escuchado todo.

El confesionario de su iglesia había sido testigo de muchas confesiones perturbadoras y sin importar la magnitud de lo que le contarán, él siempre había tenido una respuesta, nunca se había quedado sin palabras, su fe lo proveía de la sabiduría necesaria hasta esa noche.

Con delicadeza, él encendió las velas a un lado del altar. El silbido del viento rugía en las afueras de su pequeña iglesia, la tormenta no parecía menguar y según los reportes meteorológicos, se esperaba que durara toda la noche. Así que rezó por su comunidad, por los creyentes e incluso aquellos no creyentes que nunca habían asistido a sus misas. La misericordia de Dios alcanzaba para todos, era su lema de vida.

Los truenos cada vez eran más estruendosos, la electricidad se había ido hace rato, pero las velas desplegadas por todo el recinto lo mantenían iluminado. El padre suspiró y consideró irse a la cama, pero dudaba que pudiera conciliar el sueño. Y en ese momento, las puertas de la iglesia se abrieron de par en par, la fuerza del viento haciéndolas estrellarse contra las paredes a los lados una y otra vez. Las llamas de las velas cerca de la entrada se esfumaron y dejaron solo los pequeños hilos de humo gris ondeándose en el aire.

La brisa helada se coló de inmediato. El padre Smith se apresuró a las puertas, notando la incesante lluvia y como los arboles en el exterior se contorsionaban con el viento. Sin embargo, al acercarse, notó algo extraño en las escaleras frente a su iglesia. Al principio, no lo había visto por la lluvia que caía con tanta fuerza que se veía blanco todo: Una figura de negro.

El padre Smith no se consideraba alguien supersticioso, pero los pelos se le pusieron de punta al detallar al joven sentado en el último escalón, el más cercano a la puerta. Sus ropas empapadas se pegaban a su cuerpo al igual que su cabello negro a la cara. Sin embargo, eso no era lo que había asustado al padre sino la expresión estoica del joven, no se movía, no temblaba del frío que seguro sentía con esta temperatura porque sus labios ya habían adquirido un tonado morado, su mirada estaba perdida al frente.

—¡Ey! —llamó el padre—. ¡Oye!

El chico hizo caso omiso así que el padre Smith suspiró y pensó en ir a él, pero apenas hace unos meses se había recuperado de una neumonía, no podía permitirse salir en este clima, ya tenía 74 años, su cuerpo no sanaba con la rapidez de su juventud así en un último intento, le dijo:

—No tienes que explicarme nada, joven —prometió—. Pero, por favor, entra.

No era la primera vez que alguien llegaba a las puertas de la iglesia sin ganas de hablar, sin querer ser cuestionado, solo buscando... algunos a Dios, otros el silencio. Al principio, el padre pensó que no funcionaba, pero el joven se levantó, se dio la vuelta y aún sin mirarlo, se dirigió hacia el padre, le pasó por un lado y entró a la iglesia. Sus ropas gotearon y crearon pequeños charcos sobre el piso.

<<Ah, trapeé esta mañana>>, se lamentó el padre mientras cerraba las puertas.

El padre se giró y notó que el joven se sentó en la última fila, lo más lejos de la figura de Dios y del altar.

Frey (Darks #2)Where stories live. Discover now