CAPÍTULO DOS- Tienes que estar tomándome el pelo

124 18 37
                                    

El bar de Lolo había llegado a tener muchos nombres oficiales, según nos habían dicho. El Meriendas, el Tumbao rico y el Saladitos, entre otros. Pero al final, Lolo resultaba un camarero tan característico que hasta habían quitado el cartel en el que lo ponía. Todos nos referíamos a él como el Lolo, y así se iba a quedar. Rendido ante la evidencia.

A ese bar íbamos siempre con todos nuestros amigos, porque de cada cinco cervezas nos regalaba una y siempre nos invitaba a chupitos al final de la noche. Bueno, siempre que no la liábamos demasiado, porque una vez Patricia se pilló tal pedo que acabó vomitando literalmente por todo el local. Eso sí, a poquitos, «como una princesa» según sus propias palabras. Ese día no hubo chupitos para nadie. Lo que sí hubo fueron fregonas, que tuvimos que empuñar los más sobrios para intentar solucionar aquella marranada.

Solía ser donde quedábamos Roberto y yo a escondidas, cuando se suponía que era solo un rollete pero los dos sabíamos que no era así. Que habíamos dado con nuestra alma gemela. O a mí me gustaba recordarlo de aquella manera, quizás porque siempre he sido una moñas sin remedio y porque «a la tercera alma gemela va la vencida», que eso lo sabe todo el mundo. El hecho de que me citara allí me daba cierta esperanza de que no me fuera a dejar ni nada por el estilo, porque no me hundiría un puñal tan afilado. Dejarme allí, donde surgió nuestro amor... donde, de hecho, debería pedirme matrimonio si alguna vez nos casábamos o teníamos que hacerlo por turbios motivos legales, no era de buena gente. Y Roberto era, y sigue siendo, la mejor de las personas que he conocido.

Para mi sorpresa, él ya me estaba esperando allí. Quizás ya estaba en el bar cuando me mandó los mensajes, incluso. Se levantó de la mesa y me plantó un morreo que casi me quedo muerta allí mismo. No, desde luego que no me iba a dejar. Y entonces, ¿qué sería aquello tan importante? ¿Se habría metido en una secta satánica? ¿Se habría hecho vegetariano? ¿Se habría cambiado a Vodafone?

—Clara...—murmuró, clavando sus preciosos ojos azules en los míos.

Eso era trampa, sabía que si me miraba así yo era incapaz de negarle nada. Menos el último nugget de pollo, ese no me lo quitaba nadie ni con alicates. De todas formas, la intensidad en su mirada me preocupó.

—Roberto, suéltalo ya, que me tienes en ascuas. Y como sigas alimentando la llama, te vas a quemar.

No quería sonar tan amenazante como lo hice, pero había una parte de mí que me gritaba que aquello no estaba bien, que algo estaba fallando. Y justo en aquel día, a una semana de irnos a vivir juntos, me angustiaba especialmente que algo no estuviera en su sitio. Todo debía haber sido perfecto y necesitaba que me explicara qué no lo era. Qué fallaba.

Lolo me dejó una caña enfrente con una sonrisa y yo se lo agradecí devolviéndosela. L sonrisa, no la caña, claro. No me apetecía una mierda beber nada que no fuera una tila en ese momento pero qué cojones, hay que ser amable con la gente que te trae alcohol de manera desinteresada. Así que le di un trago, por no hacerle el feo a Lolo.

—Clara, es que no sé cómo contarte esto sin que te pienses que estoy loco.

«Ya está. Se ha hecho vegano». pensé automáticamente «Adiós a los domingos de hamburguesas. Hola al tofu».

—Lo que sea, dímelo, Rober —supliqué, y alargué la mano para ponerla sobre la suya—. Sabes que yo estoy contigo hasta el final. A muerte, tú y yo. Lo sabes, ¿no?

Él asintió, y yo me dediqué a observarlo. Tenía muy mala cara. Unas profundas ojeras se dibujaban bajo los ojos azules, y su pelo oscuro nunca había parecido necesitar un corte de pelo más que en aquel momento. La barba de tres días era habitual, pero había algo en ella que me decía que se había pasado un poco de fecha. Empecé a pensar que igual lo que me iba a contar era aún más grave de lo que pensaba en un principio.

Mi novio es el Elegido... ¿y ahora, qué? // COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora