Epílogo

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Al final, el problema no había sido la maldición, ni los goblins, ni siquiera los zuzus. El problema había sido que todo eso le había hecho descuidarme, no pasar tiempo conmigo y no poder aportarme lo que cualquier relación debería. Una cosa era estar ahí para él cuando lo necesitara, por supuesto, y otra no verle apenas el pelo y que cuando sepas de él, sea porque te están chantajeando por su paradero. Al final, me gusta decirme a mí misma, nuestra relación no funcionó por un motivo de lo más común y mundano: el descuido, la distancia.

Mientras metía todo en la última caja, preparada para volver con la cabeza gacha a soportar los gritos de Sergei y Juan, que en este caso ya no eran de placer— según me habían informado, y según ya yo misma había anticipado— sino de furia, porque lo habían dejado, sentí lástima.

Lástima porque todo podría habernos ido muy bien. Podríamos haber tenido todas las moñadas: la casa, el perro, los hijos y hasta incluso un divorcio muy bonito algún día cuando me cansara de decirle que buscara otro sitio para cortarse las uñas de los pies, o cuando él se cansara de mi manía de dejar las cucharas chupadas encima de todas las superficies de la casa.

Casi no podía creerme que hubiera sido en ese momento, cuando ya había acabado todo, cuando debería poder volver todo a una relativa normalidad — o al menos, a una sin peligros de ataques chungos cada día— cuando lo habíamos dejado. O lo había dejado yo. Porque Rober había pataleado lo indecible para intentar convencerme de lo contrario. Me había ofrecido muchas cosas que no sabía siquiera que existían y que, honestamente, prefería haber seguido ignorando. Pero en ningún momento me había ofrecido nada de él, y ese había sido el problema central desde el principio.

Metí las últimas cosas en la mochila y cerré la caja que me quedaba por llevarme. Tenía que reconocer que me hubiera venido bien contar con los goblins para hacer eso por mí, pero aunque Rober se había ofrecido a prestármelos —parte del pack de beneficios que había intentado colarme de estar con él, eso de los esclavos verdes— yo me había mantenido digna y lo había rechazado. No quería que se pensara que por dejarme a sus goblins iba a aceptar también su corazón.

Cuando ya estaba a punto de marcharme, sonó el timbre de la puerta. Primero descolgué el telefonillo, pensando que se trataba del portal, para sentirme estúpida inmediatamente cuando el timbre volvió a sonar a mi lado. Puse los ojos en blanco: esperaba que no fuera ningún vecino, porque lo que menos me apetecía en ese momento era socializar.

Aún así y sintiéndome la persona más falsa del mundo, dejé la caja en el suelo para abrir la puerta de par en par. Al otro lado me esperaba una señora, con una carpeta bien agarrada entre las manos y unas gafas gigantes que la hacían parecer un pequeño minion, junto con su baja estatura.

—Hola, Clara —me dijo, sonriendo ampliamente.

—Perdone, ¿es usted una vecina? —le pregunté, al ver que no decía nada más.

—No, por supuesto que no. Pero he venido por ti.

«He venido porque puedes ayudar a salvar a tres leones marinos en la Conchinina con un donativo de solo cuarenta y dos euros al mes...» me adelanté mentalmente, intentando adivinar lo que me iba a soltar.

—De verdad que no quiero nada. Estoy muy enfadada con mi compañía telefónica pero eso le da vidilla a nuestra relación. Soy de más ONG que Teresa de Calcuta y si eres del Círculo de Lectores, no abro un libro desde dos mil tres y fue porque mi compañera de residencia pensaba que se había dejado ahí la marihuana. ¿Entendido?

La señora, de unos cincuenta y tantos años y sin vacilar en ningún momento su sonrisa, parpadeó. No lo hicieron sus ojos, sino todo su cuerpo. Parpadeó y yo me puse en alerta, todos mis músculos se tensaron y se me secó la garganta.

—Clara López, estamos aquí por ti. Hemos llegado a una decisión por mayoría. Eres lo que necesitamos. Te hemos elegido como la nueva Soberana de los zuzus. Serás nuestra líder para llevar nuestra raza a la grandeza.

«No me jodas, ¿otra vez?»

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Bueno, aquí llegamos al FINAL de esta novelette o novela corta, ¿te ha gustado? 

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