CAPÍTULO 44

18.7K 3.4K 633
                                    

La bruja se pone de pie y, colocándose detrás de mí, coloca sus manos sobre mi cabeza.

—Cierra los ojos. —Hago lo que me pide e inspiro profundamente—. Veo... Veo. —Intento relajarme, pero siento que Gorka soltará alguna de sus tonterías en cualquier momento y no lo consigo. Le miro por el rabillo del ojo y al comprobar que tiene la mirada perdida en el vacío logro centrarme—. Veooo... una casa con un pasillo muy largo. Umm... —Aprieta más fuerte mi cabeza, al punto de hasta casi hacerme daño, y continúa—. Hay una pequeña puerta y, tras ella..., veo sal, aunque también podría ser hielo. —Escucho atenta todo lo que dice pero soy incapaz de hilar nada todavía. Un pasillo largo, hielo, sal..., imposible de interpretar—. Todo está muy borroso... ¡Espera! —Hace un pequeño silencio—. Varias llamas se mueven en un rincón.

«Otra vez fuego, no...» me digo.

—¿Se está quemando algo? ¿Otro incendio? —pregunto aterrorizada.

—No, no. Son llamas muy pequeñas y parecen estar controladas. No se mueven de donde están. —Inspira sonoramente y me asusta—. Veooo —alza un poco más la voz y mi corazón comienza a latir con rapidez—, fotos. Fotos en medio de esas llamas.

—¿Quién aparece en ellas? —Aunque quiero, no puedo mantenerme callada. Cuantas más pistas me dé más probabilidades tengo de descubrir a quién me ha hecho esto.

—No lo sé, están borrosas también. —Toma aire por la nariz, haciendo que un pitido demasiado cómico suene a través de sus fosas nasales y contengo una carcajada. Me temo que lo que sea que esté fumando me está empezando a afectar a mí también.

—¿Puede describirme lo que ve en esas fotos? —inquiero para centrarme en otra cosa. Si sigo pensando en ese sonido acabaré riéndome y se enfadará.

—No. Solo aprecio manchas, pero todas parecen tener algo en común.

—¿El qué?

—Pertenecen a la misma persona. —Deja de hablar por unos segundos y cuando creo que ya ha terminado, continúa—. Veo un... ¡Sí! Parece, o al menos creo que es una especie de altar.

—¿Un altar? —Mi vello se eriza y temo que alguien muera. Esta mujer donde pone el ojo pone la bala.

—Ya está. —Se aparta y me giro para verla.

—¿Cómo que ya está? Sinceramente, esperaba algo más. —Me siento decepcionada.

—Pues no hay nada más.

—Pero..., ¿esa casa de quién es? ¿Dónde estaba el altar? ¿Puede darme más pistas? —Necesito más.

—Es lo único que he podido ver sobre quien intentó matarte.

—¿Y cómo va a ayudarme eso a encontrarlo?

—No lo sé. Yo ya te dije que después tendrías que interpretarlo tú.

—Está... Está bien. —Es inútil seguir insistiendo. Si no ha podido ver más, no hay nada que pueda hacer—. Entonces ¿hemos terminado ya?

—En cuanto me pagues.

—¿Cómo?

—Yo ya he hecho mi trabajo. Ahora tú debes hacer el tuyo. —Me enseña la palma de su mano y pestañeo confusa—. Lo mismo que la otra vez.

—¡Joder! Está bien. —Me pongo en pie y meto la mano en mi bolsillo trasero. Estaba tan ansiosa por hablar con ella que ni siquiera recordé que cobraba. Por suerte, se me ocurrió coger dinero cuando estuvimos en casa de mis padres, pero eso no quita que vuelva a sentirme estafada. No me ha dado ninguna solución y tengo que entregarle un salario de cuatro días—. ¿Nos vamos ya? —pregunto a Gorka y asiente con los ojos achinados. Por el color de su piel, intuyo que está empezando a encontrarse tan mal como la última vez.

LA MANGUERA QUE NOS UNIÓ - (GRATIS)Where stories live. Discover now