CAPÍTULO 28

16.6K 3.4K 718
                                    

Mientras conduzco hasta la casa de mis padres no dejo de darle vueltas a lo que acaba de ocurrir. Estoy hecha un auténtico lío y ya ni siquiera sé qué es lo que quiero. Tan pronto necesito estar a su lado como desearía no haberlo conocido nunca, pero después no puedo dejar de pensar en él. ¿De dónde me salen todos estos sentimientos tan dispares? ¿Qué me está pasando? Empiezo a creer que me estoy volviendo inestable. Cuando mi cerebro lo rechaza, mi corazón parece que lo único que sabe hacer es latir por él y viceversa. Definitivamente, Gorka es idiota. No tiene tacto y sus bromas son demasiado pesadas, pero en el fondo me gusta. Adoro su compañía. Aunque se empeñe en cabrearme con sus bobadas siempre logra sacarme de mi zona de confort y hacerme sentir viva. Mi vida es menos mierda cuando está cerca y más mierda también.

—¡Diossss! —Golpeo el volante, confundida—. ¡Soy una maldita insegura! —me digo en alto—. ¿Por qué no puedo gustarle? ¡Claro que puedo gustarle! ¿Por qué siempre tiendo a pensar que soy el segundo plato de alguien? No paro de torturarme ni de compararme con todo el mundo y lo único que consigo es hacerme daño. Tengo que aceptarme. ¡Necesito cambiar!

Cuando más cabreada estoy conmigo misma, el teléfono comienza a sonar dentro de mi bolso pero al ir conduciendo no puedo atenderlo. Ya lo revisaré después. Vuelve a sonar y hago lo mismo. Solo espero que no sea algo importante. Al ver que no paran de insistir, comienzo a preocuparme y busco un lugar donde aparcar. Desbloqueo la pantalla para ver de quién se trata y al descubrir que es el número de Gorka mi corazón da un salto. ¿Qué querrá ahora? Me quedo pensativa unos segundos y cuando por fin decido volver a guardarlo para devolverle la llamada después, oigo detrás de mí un pito agudo y deduzco que estoy estorbando.

Reviso el retrovisor antes de maniobrar y al ver que se detiene detrás una moto negra arrugo mi frente. «No puede ser...» me digo al ver a dos personas sobre ella y reconocerlos. Gorka viene en la parte trasera y además de no llevar casco, trae la pierna estirada.

—¡Mariajo! —Levanta su brazo para que lo vea y evitar que me vaya. No me queda más remedio que esperar. ¿Qué querrá ahora?

Abro la puerta del coche y salgo a su encuentro. Viene dando saltos y temo que se haga daño.

—¿A dónde vas? —le riño mientras que Rebeca asegura la moto para que no se caiga.

—A ha-blar con-tigo —dice a la vez que rebota para avanzar.

—¿De qué?

Se detiene cuando ya estamos cerca y antes de contestar coloca las manos sobre sus muslos para tomar un poco de aliento. Si ha bajado las cuatro plantas así no me extraña que esté cansado. ¿Dónde están sus muletas?

—¡Díselo! —le grita Rebeca mientras viene hacia nosotros y parece estar cabreada.

—¿Qué tienes que decirme? —Mi cerebro por un segundo me lleva a creer que estaba en lo cierto cuando salí de su apartamento y tienen algún tipo de relación que desconocía. ¿Le habrá presionado para que me lo cuente?

—¡Joder! Estás haciendo un drama de todo esto —le responde él.

—¿Un drama? ¡Tú eres idiota! —De pronto, Rebeca golpea su nuca con la palma de la mano y al oír el fuerte chasquido mi boca se abre.

—¡Ay! —Gorka encoge los hombros y se rasca con rapidez. Tiene que agarrarse al coche para no caerse—. ¡No me pegues!

—¡Díselo de una vez o te doy otra!

¿Qué está pasando aquí? ¿Qué clase de juegos se traen?

—Jodida loca... —balbucea mientras sigue frotando su cuello y le miro buscando una explicación—. Según parece —comienza a hablarme y le escucho atenta—, Rebeca está convencida de que te he hecho sentir mal.

LA MANGUERA QUE NOS UNIÓ - (GRATIS)Where stories live. Discover now