CAPÍTULO 49

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Dos meses después:

—Los jurados, por unanimidad, encontramos a los acusados Margarita Lorente Cruz y a su sobrino José Luis López Lorente, culpables de los hechos delictivos de los que se les acusa.

—¡Sí! ¡Sí! ¡Sííí! —Gorka me rodea con sus brazos y yo a él.

Hoy, al final, y después de meses viviendo esta horrible pesadilla, todo termina aquí. Margarita y su sobrino, los seres más repugnantes y dañinos que he conocido, pagarán con la cárcel todo el mal que me han hecho.

Mi familia se acerca para unirse a nuestro abrazo y no puedo sentirme más feliz. Que lograse recordar por fin lo que ocurrió cuando todo parecía perdido abrió las puertas a una nueva investigación. Gracias a ella, la policía pudo unir de nuevo todas las pruebas desmontando sus coartadas, pero, sin duda, el que hallaran en uno de los registros el lápiz de memoria que me dio Rebeca, mi bolso y mi teléfono, fue la clave para incriminarles. Durante las primeras horas, tras el robo, mi terminal estuvo lanzando señales cerca de la zona donde me encontraron, sin embargo alguien lo apagó antes de que pudiesen localizar el lugar exacto y se perdió el rastro.

Al dar con la grabación también pudimos comprender cómo consiguieron salir al paso cuando la policía les preguntó por ella la noche del incendio. Los muy sin vergüenzas se lo tenían todo muy bien preparado.

El día que recobré la memoria y señalé al sobrino de Margarita como la persona que había intentado arrebatarme la vida, Gorka sufrió un fuerte arrebato de ira y tuvimos que sujetarlo en el portal para que no cometiese una locura. Por suerte, logramos que se calmase en el último momento y mientras que yo trataba de hacerle entrar en razón, Rebeca se encargó de todo lo demás. No sé qué hubiese sido de mí sin su ayuda. Siempre le estaré eternamente agradecida. Sobre todo porque hasta que no se aseguró de que finalmente quedarían imputados no regresó a su ciudad. Vino con intención de quedarse unos días y, al final, esos días se alargaron más de lo que nos hubiera gustado, pero desde que se reencontró con mi hermano no parece importarle demasiado. Aunque nos separan varios cientos de kilómetros, regresa religiosamente cada vez que, por reuniones de trabajo, mi hermano tiene que pasar unos días en Sevilla. Ojalá lo que sea que se esté formando entre ellos salga adelante. Ambos lo merecen.

—¡Vamos a celebrarlo! —grito al salir del juzgado con los brazos extendidos y todos me miran.

Me siento realmente bien. Por fin me he quitado esa gran losa de encima y puedo respirar tranquila. Durante todo este tiempo apenas había logrado conciliar el sueño debido a la preocupación. Me aterraba la idea de que algo saliera mal en el último momento o inventasen cualquier cosa con tal de librarse de la cárcel. Parecen tener mucha experiencia engañando y me asustaba bastante.

—¿Pagas tú, verdad hermanita? —Kike y Rebeca, aun siendo día laboral, no han dudado en viajar hasta aquí solo para estar conmigo. Sabían que era un día muy importante para mí y han querido venir y así, de paso, se veían otra vez.

Lucrecia también ha pedido el día libre, al igual que Gorka, que hace dos semanas que se reincorporó de nuevo al trabajo, ya totalmente recuperado.

Por suerte me hizo caso y desde hace varios días está yendo a terapia con una prestigiosa psicóloga que, si todo sale como espero, le ayudará a superar el horrible estrés postraumático que arrastra desde lo de su abuelo. Entiende que no se encuentra del todo bien y teme poner en peligro a sus compañeros debido a su obsesión por salvar vidas a toda costa. De momento parece muy motivado y puedo notar que algo está cambiando en él. Confío plenamente en que lo logrará.

—¡Pagan Margarita y su sobrino! —Me muevo simulando un baile.

Después de la gran indemnización que estos tendrán que abonarme, podré volver a levantar mi negocio y todavía me sobrará dinero para invertir en una casa.

LA MANGUERA QUE NOS UNIÓ - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora