CAPÍTULO 21

23.9K 4.1K 905
                                    

Cuando Gorka regresa todavía estoy en shock y, con disimulo, trato de reponerme. Lo último que quiero es que piense que estoy loca o, lo que es peor, que mi actitud se lo termine de confirmar, porque después de todo lo que me ha visto hacer ya me temo que es lo que cree.

Mientras encarga la pizza por teléfono aprovecho para escribir a Lucrecia y le pido que cierre con la bruja una nueva sesión por mí. Necesito zanjar esto cuanto antes. Sé que esa anciana me va a volver a timar pero ¿y si es verdad? La última vez, aunque acertó prácticamente en todo, me esforcé en creer que lo que ocurrió fue únicamente producto de la casualidad, sin embargo, no puedo obviar que de algún modo lo adivinó y me urge saber hasta qué punto ocurrirá lo mismo. ¿Y si es verdad y estoy en peligro?

Sin poder sacármelo de la cabeza, vuelvo a escribir a mi amiga para saber si ya la ha llamado. Cuando responde me adjunta la cita.

*Solo puede este jueves a las cuatro de la tarde.

*Me vale.

Lo anoto en mi agenda y cuando termino me doy cuenta de que Gorka me está mirando.

—¿Qué pasa? —pregunto al ver que no aparta la vista.

—Nada. —Sonríe.

—¿Nada? —Arrugo mis cejas. Algo trama, estoy segura.

De pronto, algo me toca la espalda y, por la impresión, grito con todas mis fuerzas a la vez que me pongo en pie con rapidez.

—¿Qué cojones es eso? —Una masa de carne amorfa, parecida a un saco escrotal depilado, salta en el sofá y me cuesta varios segundos darme cuenta de que es una especie de pajarraco totalmente calvo.

—Eso a lo que tú llamas "cojones" se llama Pepe y tiene sentimientos.

—¿Qué? —No puede ser verdad.

—Es mi loro.

—¿Cómo va a ser eso un loro?

—No hables así de él, lo vas a ofender.

—¡No entiende lo que digo! —Empieza a importarme una mierda que piense que estoy loca. Aquí el único loco es él.

—Claro que lo entiende. —Estira su mano—. Ven con papá, cariño. No habla en serio... Es una grosera, no le hagas caso. —Besa su cabeza y suena como si besara los mofletes de un niño.

—¡Aggg! —Hago un gesto de asco y por un segundo noto que el supuesto loro me mira mal. Definitivamente, con tanta tontería me debo de estar sugestionando.

El timbre suena en ese momento y espero para saber qué quiere que haga.

—¿Puedes ir tú? —dice sin dejar de mimar al bicho—, debe de ser Beatriz. —Asiento creyendo que es la señora de la limpieza. Cuando abro la puerta me quedo petrificada al ver a una chica de veintitantos con un cuerpazo de escándalo.

—Ho...la —la saludo sintiéndome la mujer más fea del planeta a su lado. Es preciosa.

—Hola, reina. Vengo a ver a mi Gorka. —¿Su Gorka? ¿Qué es esto? ¿Tiene novia? Sin darme tiempo a nada, entra toda estirada y camina hasta el salón dando a entender que conoce la casa a la perfección. No me cabe duda de que ya ha estado aquí más veces—. ¡Cariño mío! —Se lanza al sillón y lo abraza—. ¡Hola, Pepe! —Lo besa igual que a él—. Te he traído pipas. —Mete la mano en el bolso, las saca y se las ofrece—. ¿Cómo estás hoy, cariño? ¿Te duele? —le pregunta a Gorka y, de la forma en que lo hace, me escuece.

—Nah, esto ya está más que curado. De aquí a nada ya estoy corriendo.

—Pues si es así, yo ya me marcho —digo indignada. Me parece increíble que me haya hecho venir hasta aquí para ayudarlo cuando, claramente, tiene más manos.

LA MANGUERA QUE NOS UNIÓ - (GRATIS)Where stories live. Discover now