|13| Sospechosos

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Viernes, 13 de diciembre 2019

Los empleados dentro de la mansión de Forst, tanto como en el resto de nuestras propiedades solían ser en su gran mayoría descendientes directos de sirvientes de nuestra familia. Por lo que desconfiar de su lealtad podía ser tomado como algo mal visto, prejuicioso e incluso caótico. Sin embargo, era un hecho sensato y establecido por mi familia que se debía desconfiar de todo mundo, hasta que demuestren que eran dignos de nuestra confianza. Por lo que conocer sobre el fino arte de la labia y actuación era un hecho que se daba por sentado. No obstante, para mí, el tener que desconfiar de las personas sin antes haberles otorgado el derecho de la duda me resultaba casi imposible. Fueron muy pocas las personas que me habían fallado o traicionado, puedo admitir que no recordaba haber sufrido demasiado a lo largo de mi vida. Más, por increíble que sonase, mis padres me comentaron que durante mi infancia había vivido una situación traumática (de la cual no recuerdo mucho).

Según los que contaron la historia, me había envuelto en el caso de un pirómano que se había suicidado luego iniciar un fuego feroz que absorbió por completo una pequeña cabaña cercana al bosque de Owlwood. Él culpable, al parecer uno de nuestros sirvientes que había renunciado unos pocos años antes del incidente. ¿Qué hacía yo allí? Nadie sabe con exactitud como llegué hasta ese remoto lugar, mis suposiciones son que me secuestraron, pero la verdad no se conoce. Además, a mis padres no les gusta hablar sobre eso, por lo que se nos prohibió que lo mencionáramos.

Si me tuviera que preguntar que por qué me cuestiono esto ahora, bueno Diario, todo está relacionado. ¿No lo crees? René Martínez, los tres sospechosos, todos ellos empleados de mi familia. Verás, no puedo detener el sinfín de preguntas que me estoy haciendo. ¿Quién es confiable? ¿Quién miente? ¿Cuál es la verdad? ¿Por qué actúo así el intruso? ¿Por qué el apellido McNaugh me suena tan familiar? ¿Es creíble su historia? Jenna mintió ¿por qué?


Detuve la lapicera, cuando mi mente se volvió una encrucijada de recuerdos y añoranzas. Jenna Telder, la quería como una gran amiga. La familia Telder nos venía sirviendo desde hace más de un siglo. Mi amiga era la hija mayor; Jenna, ¿cómo podría alguien tan amable, cariñosa y simpática mentir? No encuentro razones. A veces pienso que sería mejor si su motivo fuera porque holgazanearon y evitaron buscar con atención. Pero no tiene lógica, ¿cómo es que pudieron encontrar un anillo y no vieron la sangre? Es imposible creer. No cuando las pruebas y las teorías son más probables y poseían la capacidad de fluctuar la confianza.

A mis manos llegó un anillo pulcro, sin vestigios de haber estado enredado en un conejo sangrante. ¿Cómo es que un objeto que se supone debería haber estado descuidado llego a mí en tan buenas condiciones? La respuesta era clara, alguien había metido sus manos en el asunto. La sospechosa principal en este caso era Jenna, pero también podía tratarse del grupo selecto al que encomendé esa tarea.

Dejé caer la frente sobre la zona ventral de mi puño derecho, que aún sujetaba la pluma. A la vez que exhalaba agotada. Estaba cansada de pensar, de desconfiar y de perder el sueño por estos motivos. Aún me regañaba por no haberle contado a Jackson sobre lo que había averiguado, no obstante, por más que lo hubiese querido, mi hermano había caído dormido al poco tiempo de mi llegada. Las uñas de mi mano izquierda golpeaban en compás el escritorio, tenía que hablar con alguien sobre esto, más no llegaba nadie a mi mente.

Cesé todo movimiento cuando la madera de la puerta de mi habitación resonó, tras ser golpeada desde el exterior.

―Señorita, le habla Liv. El joven señor Courtney requiere su presencia en la biblioteca. ―Al escuchar la suave voz de mi sirvienta, elevé la cabeza para seguido girar hacia su origen.

Conejo blanco. [ACTIVA]Where stories live. Discover now