CAPITULO 13: Anna y Holly

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(Haley)

Al igual que ayer, el sonido del despertador me hizo reaccionar y volver a la realidad, donde el dueño de mi sueño era sin lugar a dudas la mata de cabello rubio que me había dado un susto de muerte la mañana anterior. Y por supuesto, cuando ya estaba cien por cien consciente, luego de ya estar despierta unos segundos, recordé ese detalle tan pequeño. Tyler Ross.

Me enderecé en la cama, mirando hacia mi lado. Pero este no estaba, por lo que dirigí mi vista hacia la habitación, donde mis ojos llegaron a la figura de un chico de cuerpo perfecto, boca abajo hacia el suelo. En vez de saltar a chillidos y gritos descontrolados me quedé mirándolo, mordiéndome el labio inferior, sin siquiera percatarme. Sí, debería seguir molesta por su atrevimiento de entrar a mi habitación conmigo cambiándome. ¿Quién se creía? Pero era Tyler Ross, y tenerlo ahí, enfrente de mí, me estaba volviendo loca. Aunque no se notara. Sí, sabía que solo habíamos pasado un día juntos, pero se me había hecho eterno. Al ver que este seguía ahí tirado me apresuré a correr hacia el armario, sacar cualquier cosa y encerrarme en el baño. Quería ahorrarme que me viera desnuda en la ducha, me moriría de vergüenza. ¿Quién no?

Por primera vez en mi vida que me había duchado tan rápido. Creo que ni recuerdo si me había echado acondicionador, y si el jabón alguna vez pasó por mi cuerpo. Además, que ni pude disfrutarla, ya que mi instinto paranoico se amplificó y no paraba de correr la cortina para ver si Tyler se colaba al baño para verme. Por supuesto, Haley Dickens creyó que el irresistible Tyler Ross quería verla desnuda, algo que se mostró negativo al terminar la ducha.

Me sentí algo deprimida, aunque estaba agradecida, no era que me desilusionara o que quisiera que Tyler entrara a verme, era el simple hecho de que no podía evitar que ese pensamiento inmaduro y estúpido no me bajara la autoestima aún más de lo baja que ya la tenía.

Salí, ya vestida, con un suéter de rayas negras y grises más un pantalón negro que me quedaba algo grande, por lo que me coloqué un cinturón de mamá y unas converse negras gastadas, que tenía desde hace dos años.

Me coloqué las gafas y me dejé caer el cabello mojado a la espalda. No tenía tiempo para secármelo, además de que quería hablar con Tyler. Pero al salir este no se encontraba en el suelo, ni en su cama ni en ningún lugar de la habitación. Fruncí el ceño, extrañada, mientras recorría el departamento en su busca. Pero no estaba, había desaparecido. No le di más vueltas al asunto, lo más seguro era que había ido a dar una vuelta por ahí. No tenía de qué preocuparme.

Entré a la cocina para comer algo, y ahí estaba mamá besuqueándose con otro hombre más, este era el estereotipo de hombre que calza a la perfección a los imbéciles de siempre.

—Hola, bebé —me saludó esta, separándose de ese hombre justo cuando se percató de mi presencia ahí. Parecía avergonzada.

Yo ni le respondí, me la quedé mirando ahí, inmóvil.

—Después no me digas que no te lo dije —sabía que esta había notado lo que quería decirle, con tan solo ver mi rostro.

—Hola, soy Bob —este ni se acercó a mí, algo que agradecí, ya que no estaba de ánimos.

—Haley —respondí educadamente, aunque ni lo miré, me basté a buscar por la sala a Tyler, por si estaba tirado por ahí.

Pero ni rastro de él.

—¿Buscas algo? —preguntó mamá, que por supuesto estaba intentando establecer un tema de conversación conmigo y Bob, típico de ella.

—Eh... no —pude improvisar—, o sea, sí, estoy buscando mis zapatillas. ¿Las has visto? —como no escuché respuesta, y no quería mentirle en la cara a mamá, hice ver que las estaba buscando por la sala—. Las necesito para ir al instituto.

Mi Ángel Guardián I : La verdad dueleWhere stories live. Discover now