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La comodidad de la calidad de mi cama no era suficiente para descansar. No podía cerrar los ojos y dejar de mi cerebro dejara de pensar. A veces las personas no están destinadas a ser salvadas. Las palabras de Zayn se reproducían en mi cabeza una y otra vez.  Como un tatuaje, permanentes y a veces arrepentidas.

Suspiré pesadamente y me volví de espaldas, mirando al techo. La luz de la luna iluminaba mi habitación y mis ojos se acostumbraron a la falta de luz. A veces me decía a mí misma que la vida ni siquiera valía la pena. Lo mismo todos los días. Me preguntaba por qué Dios hacía a otros más suertudos que algunos de nosotros. Me pregunté por qué era tan fácil para ellos, y tan duro y doloroso para nosotros. 

El dolor era como la lluvia. Largo y pesado, a veces un peligro para tu seguridad. Pero después producía belleza. Hacía los arcoiris y nos daba vida a todos nosotros. Contribuía a nuestras vidas, nos hace quienes somos realmente. Viene a menudo, y luego se va detrás de un cielo feo, que con el tiempo revela un bonito rayo de sol y calor.

Traté de conciliar el sueño, dándome la vuelta horas y horas. Miré el reloj digital que tenía en mi mesa de noche, viendo que eran las una de la mañana. Con frustración, enterré la cara en la almohada. En diez minutos, o lo que parecían, empecé a notar los párpados pesados. Mi respiración se ralentizó, mi cuerpo pesado y perezoso. Me sentí contenida por un segundo hasta que un sonido sordo me despertó del todo.

Se me atascó el aliento en la garganta. Mis ojos se abrieron de golpe y me di prisa por salirme de la cama. Fue una bala. Sonó igual que una. Justo como en la gasolinera. Puse los pies descalzos en el suelo y corrí hacia la puerta. 

Antes de abrirla, Paige ya estaba en el otro lado. Nos miramos al mismo tiempo con los ojos muy abiertos. Ella caminaba perfectamente, evidentemente, confirmándome que todo lo del tobillo fue una mentira. 

Ella exhaló, "¿qué ha sido eso?"

El miedo me controlaba y silenciosamente le dije, "sonó como una bala."

Un escalofrío me recorrió la columna vertebral, dejándome la piel de gallina. De repente, se oyeron pasos y gritos desde el pasillo. Agarré el brazo de Paige y la arrastré dentro de mi habitación, cerrando la puerta rápidamente y bloqueándola. Frenéticamente nos metí a ambos en el armario, por la seguridad de las dos.

Paige se tapó la boca mientras gritaban y se oían cosas caerse al suelo, y roturas de cristales les siguieron. Hice lo mismo con ambas manos, de cuclillas en el armario. Ambas escuchamos el pomo de la puerta de mi cuarto siendo forzado, un golpe fuerte con la mano seguido de gritos para abrir la puerta. No encontraba mi voz por tanto miedo y pánico como sentía, pero Paige rápidamente abrió la puerta del armario y comenzó a arrastrarse.

Estiré la mano y agarré su pierna, tratando de detenerla. Ella sacudió la pierna tratando de librarse de mi agarre y sacudió la cabeza, siseando: "¡Es Zayn!"

Oí un golpe y de repente una voz ronca, fuerte, y enfadado gritó: "¡Zayn! ¿Alguna idea de quién disparó esa bala?"

"¡Ni idea, tío! Paige no está en su habitación y la habitación de Catalina está bloqueada."

Pronto, oí la voz de Harry y un golpe en la puerta. "¡Abre, Catalina!"

Paige tropezó y se puso de pie con esfuerzo. Con dedos torpes, respiró hondo y abrió la puerta, soltándola rápidamente. Inmediatamente, se tiró a los brazos de Zayn. Muy aturdido, reaccionó lentamente antes de intentar consolarla, envolviendo sus brazos alrededor de ella.

Harry me miró con esos penetrantes ojos verdes, la mandíbula apretada como si estuviera enfadado conmigo. Sin embargo, sabía que no lo estaba, así que gateé hasta estar fuera del armario y ponerme de pie. Me costaba respirar del susto. De alguna manera, la aparición de Harry me tranquilizó, el saber que estaba en manos de alguien tan experimentado como Harry hacía que hubiera varias posibilidades de no salir herida esta noche.

Dust Bones [ES] ✓Where stories live. Discover now