Capitulo 35

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—Tengo mucho miedo, Álex —solloza—. Estoy haciendo todo lo que puedo. Me voy a someter a todos los tratamientos, pero estoy aterrada.

—Chsss... —acaricio su pelo.

—Mi madre murió por esta maldita enfermedad —tomo su barbilla y tiro de ella.

—Tú no —beso su mejilla y mis labios se humedecen con sus lágrimas—. ¿Alguien más lo sabe?

—Solo César —siento rabia. Esto era lo que mi amigo sabía y no me quería contar. Aunque le golpearía ahora mismo, entiendo por qué lo hizo.

—¿Quieres decir que estás pasando por esto sola? —asiente y se pega de nuevo a mi pecho—. ¿Y tu familia?

—Mi familia es la de Natalia, y después de lo que están pasando no puedo contarles esto —sorbe por su nariz.

—¿Tu padre también murió? ¿No tienes hermanos? —es extraño, pero nunca hemos hablado de su familia.

—Mi padre se volvió loco cuando mi madre murió. Un día se levantó y se fue. Desde entonces lo único que he sabido de él es que vive en Salamanca con una prostituta —seca su cara—. Y para mi desgracia no tengo hermanos en los que apoyarme, y Natalia no puede enterarse.

—Tendrás que conformarte conmigo, entonces —me mira como si no entendiera lo que le digo—. No pienso dejarte sola en medio de esta lucha —me abraza y vuelve a llorar.

—Álex, yo no quiero que sufras esto conmigo —levanto su cabeza para que me mire.

—Es tarde para eso, ¿no crees? —seco sus lágrimas con mis dedos, pero siguen cayendo más—. Lo vamos a conseguir, ya verás —sonrío y beso su frente—. Y ahora tienes que ir a la cama, que es tarde y mañana madrugas —paso las manos por su cuerpo y me pongo en pie con ella en brazos. Camino hasta la habitación donde entró antes, clavo la rodilla en el colchón y la dejo caer lentamente sobre él. Cuando voy a levantarme me rodea con sus manos.

—No te vayas —tiembla.

—No me iré. Voy a dormir sobre esos labios tan provocativos que tienes por sofá en el salón.

—Quédate conmigo... Por favor —trago saliva y miro alrededor de la habitación. No hay ninguna silla donde sentarme. Noto que se hace a un lado en la cama y me tenso. Tengo la sensación de que estoy haciendo algo malo. Me echo junto a ella, y en cuanto apoya su cabeza en mi pecho toda la culpabilidad desaparece.

Paso la noche entera observándola. No quiero perderme ni un solo minuto a su lado. Cada vez que se mueve o incomoda, la rodeo con mis brazos y se calma. Me reafirmo en mi creencia. Es igual que un hada. Acaricio su pelo y suspira. Es tan perfecta... No merece lo que le está pasando. Está enamorada de la vida y sabe disfrutarla mejor que nadie. Es una persona tan alegre y positiva que contagia. Consigue que disfrute y me olvide de todo cuando está cerca. Ya no me acordaba de cómo era eso hasta que la conocí. Semanas atrás solo pensaba en una cosa, y ella está haciendo que eso cambie. Cada vez que abro los ojos todo es distinto. Ahora tengo motivaciones. Me despierto con ganas de verla y hago todo lo que está en mi mano para encontrarme con ella. Cualquier excusa es buena.

Rozo delicadamente su suave cara con la yema de mis dedos y poco a poco abre los ojos. Los tiene hinchados. Anoche se durmió llorando.

—Buenos días —le digo, y sonríe al oírme.

—Buenos días, musculitos —se estira y besa mis labios suavemente. Antes de que pueda retirarse, pongo una de mis manos en su cabeza y, presionándola contra mí, le devuelvo el beso. Protesta. Cuando por fin la dejo ir, toca sus labios—. Me has mordido...

El tormento de Álex - (GRATIS)Where stories live. Discover now