Capitulo 46

274K 24K 2.9K
                                    

El coche llega antes de lo que esperábamos y pido al conductor que nos acerque a un centro médico. Necesito que valoren a Laura. Todavía se siente muy débil debido a la radioterapia y después de lo ocurrido no quiero arriesgarme. Tras algunas radiografías comprueban que no tiene nada roto. Le recetan varias pastillas y algunas cremas para bajar la inflamación y respiro aliviado. A mí me han puesto siete puntos de sutura en la cabeza y dos en la frente. Sabía que pasaría esto si venía, pero no me quedaba más remedio si quería que la atendieran. Se negaba a entrar si no lo hacía yo también. Todavía puedo sentir cómo atravesaban mi carne con esos malditos alambres torcidos. Desde que tengo uso de razón odio las agujas.

Subimos de nuevo al coche y tomamos rumbo a la comisaría. Cojo algunos cargadores para mi arma y tras explicarles lo ocurrido, dónde se esconden y cuántos hombres había en el lugar, Laura y yo nos marchamos. Un agente nos llevará hasta donde queramos ir. No podemos volver a su casa, ya que los muy cabrones tienen su bolso. En él guardaba su cartera y varios documentos con su dirección. Seguramente a estas alturas ya sepan dónde vive y no podemos arriesgarnos.

—Álex, ¿crees que alguien podría ir a recuperar mis cosas? —pregunta, intranquila.

—No te preocupes, mañana mismo pediremos que vayan a recogerlas. Nos las enviarán donde les pidamos.

—Ufff, al menos eso es una buena noticia —baja su cabeza—. ¿Dónde iremos?

—De momento podemos alquilar una habitación por ahí, después ya se nos ocurrirá algo mejor —no me gusta la idea de que tengamos que andar de un lugar a otro. Necesita descansar y estar tranquila.

—¿Y si vamos al pueblo con Sonia? En los documentos no aparece esa dirección, y en la casa hay varias habitaciones libres —la miro por un segundo, valorando lo que acaba de decir.

—Mmm... me gusta tu idea —sonríe. Es un lugar que no conocen y ella estaría después de todo en casa. Justo lo que necesita.

—¿Eso es un sí? —su sonrisa se torna más amplia.

—Sí —le guiño un ojo—. Damos la dirección al conductor y nos ponemos en marcha.

—Deberíamos avisar a Sonia para que no se asuste cuando lleguemos. El otro juego de llaves lo tengo en casa y no podemos ir a por él.

—Deberíamos —respondo—. Pero no he cargado la batería de mi teléfono y no me sé su número de memoria.

—¡Coño! —casi grita y la miro, sobresaltado—. Acabo de recordar que tengo una copia en casa de los padres de Natalia. Solo tendremos que pasar por allí primero para recogerla —se recuesta en el asiento y cierra sus ojos. Aunque no se queja, sé que está agotada. Unos segundos después, se duerme.

—Laura... —susurro en su oído. Retiro el pelo de su cara y beso sus labios con cuidado—. Eh, despierta, preciosa —vuelvo a besarla. Me encanta hacerlo cuando su boca está relajada. Abre los ojos y estira sus brazos.

—¿Hemos llegado? —se inclina y mira con dificultad por la ventanilla.

—Sí, estamos en la puerta de Pilar y José. Vamos —extiendo mi mano para ayudarla y la toma.

Los padres de Natalia se alegran de vernos, pero rápidamente se preocupan por nosotros al ver nuestras heridas. Les contamos por encima lo ocurrido evitando los detalles más escamosos. No queremos que José se preocupe demasiado por su delicado estado de salud. Para mi desgracia Javier llega minutos después. Desde nuestro encuentro en el hotel cuando su hermana estaba aún ingresada no acaba de caerme demasiado bien. Por alguna razón, odio a cualquier tío que se acerque a Laura. Nos invitan a cenar, pero estamos tan agotados que nos negamos. Pilar desaparece un par de minutos y vuelve con las llaves y dos fuentes de cristal llenas de comida. Tomamos una cada uno y le agradecemos el gesto. Finalmente nos marchamos con la promesa de volver más veces mientras estemos por allí y pedirles todo lo que necesitemos. Aseguran enfadarse si no lo hacemos.

El tormento de Álex - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora