Capitulo 53

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(Álex)

Alguien está tratando de abrir mis ojos mientras habla y es bastante molesto. Una fuerte luz me ciega, pero no puedo moverme.

—Déjalo, Laura. Cuando se retira una sedación no es instantáneo. Despertará cuando sea el momento. Esta medicación aguanta horas en el organismo y es posible que tarde en despertar.

—Llevamos mucho tiempo esperando y mi paciencia está llegando a su límite. Necesito saber que está bien. Necesito oírle hablar.

Creo reconocer las voces. Dejo de ver la luz y una gran relajación me abraza.

No sé cuánto tiempo ha pasado, pero de nuevo oigo ruidos. Estoy seguro de que son pasos. Están caminando por la habitación. Una molesta máquina pita a mi derecha, pero antes de poder quejarme vuelvo a sentir la agradable relajación y con ella el silencio.

—Creo que será mejor que salga de la habitación, Sonia, si me ve aquí quizás se altere —la voz de un hombre me sobresalta.

—Voy contigo y así saco un café de la máquina. Tengo el estómago revuelto.

—¿Os vais? —alguien entra.

—Sí, Laura, vamos a tomar algo. Esto parece que se va a alargar más de la cuenta.

—Está bien, si hay cambios os aviso.

—¿Quieres que te traigamos algo de beber?

—No, gracias, Miki. Acabo de sacar una botella de agua de la expendedora.

—De acuerdo, no tardamos —se despiden.

Trato de aguantar despierto para saber qué está pasando. «¿Qué coño hace toda esta gente en mi casa? ¿Quién les ha dado permiso para entrar en mi habitación? Debo de estar teniendo una pesadilla». Una cálida mano acaricia mi pelo y siento suaves besos por todo mi rostro. Me gusta esa sensación, pero sobre todo el aroma que desprende la persona que está a mi lado. ¿Quién es?

—Si supieras las ganas que tengo de ver tus ojos abiertos... —los carnosos labios se posan ahora en mis párpados—. Te necesito tanto que duele.

Quiero hablar, pero no puedo. Estoy tan cansado que podría volver a quedarme dormido en cualquier momento. Nunca me he sentido tan agotado como ahora.

—¿Hay novedad? —otro más entra al cuarto. Reconozco su voz, pero soy incapaz de ponerle cara. Empiezo a notar que no estoy en casa y eso me angustia. ¿Qué coño pasa?

—Nada por el momento —responde la mujer que está acariciándome.

—Ya no debe tardar. Déjame ver —siento que se aparta de la cama y alguien más pesado se apoya en el mismo lugar—. Álex, ¿puedes oírme? —de nuevo trato de contestar, pero no puedo. Pasa algo duro por la planta de uno de mis pies y en un acto reflejo muevo mi pierna—. Bien, amigo, esto ya casi está —oigo lo que parecen palmaditas y gimoteos y vuelvo a notar esas molestas cosquillas ahora en el otro pie. Mi cuerpo responde de la misma manera—. Intenta moverte —noto mis cejas tensas, muy lentamente abro una pequeña rendija en mis párpados y los vuelvo a cerrar—. Apaga la luz, Laura. Debe molestarle —después de un click la claridad que entraba a través de mis pestañas desaparece y lo intento de nuevo.

—Álex, estoy aquí, cariño —con mucha dificultad consigo abrir otra pequeña rendija y miro a través de ella. Siento cientos de hormigas correteando por mis córneas, pero puedo distinguir un par de bultos delante de mí. Pestañeo buscando aclarar la imagen y cada vez aparece más nítida. Los bultos comienzan a tener forma y aunque hay poca luz, también distingo colores.

El tormento de Álex - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora