Capítulo 5.

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Mi corazón se paró un momento, y volví a la realidad cuando noté la cálida presión de la mano de Nate sobre mi hombro. Me abracé a él y me consoló acariciándome la cabeza. En ese momento, Cris apareció de entre la maleza. Mientras nosotros habíamos descubierto lo de la corteza del árbol, ella se había adentrado en el bosque y había descubierto algo muy inquietante.

-Me da igual si interrumpo o no, ¡tenéis que ver esto!

Nos cogió a cada uno de la mano. Nate y ella se miraron cómplices, y yo, confusa, me dejé arrastrar por mi mejor amiga.

Llegamos a un segundo claro, mucho más pequeño que el de antes, pero lleno de vida. Cris nos mandó que nos refugiásemos entre los arbustos y que observásemos. En medio del claro, había unos troncos apiñados que demostraban que había habido una hoguera. Rodeando los restos del fuego, había tres tiendas de campaña, de la que salían varios hombres desperezándose exageradamente.

-Buenos días. –el hombre que salió de la primera tienda era muy robusto, y parecía embutido en su grueso abrigo de plumas gris. De las otras tiendas salieron dos personas que ni imaginé que podrían estar allí. Una de ellas era un hombre bajito y delgado con una pequeña coleta negra despeinada, con los ojos profundamente negros y la barba de varios días. Era aquel el hombre de la sangre. La otra persona era la mujer, Margaret. No entendí porqué no dormía en la misma tienda que el otro, porque creía que tenían algo, pero por lo visto, había sacado conclusiones precipitadas. Se miraron recelosos y se sentaron cada uno a un lado del otro hombre.

Eché una mirada rápida a mis compañeros. Nate escuchaba con atención a la conversación, ajeno a nosotras; y Cris se rascaba violentamente el brazo, que ya estaba rojo y con sarpullidos. La miré, con ojos interrogantes, y antes de que me pudiese contestar, recordé: Cris era absolutamente alérgica a las moreras, y aquello era una de ellas. Sin que nadie se lo esperase, mi amiga estornudó violentamente, haciendo que Nate volviera la cabeza alarmado, y, cómo no, atrayendo la atención de los reunidos alrededor de los restos del la fogata.

El hombre robusto se incorporó, sacó una pistola, la cargó y apuntó en nuestra dirección.

-¿Quién anda ahí?- su voz sonó hosca y sin timbre.

Cris seguía rascándose, el sarpullido ya había alcanzado el hombro y necesitaba atención médica pronto. Nate tenía la mandíbula apretada y miraba al frente, mientras nos empujaba a las dos hacia atrás. Me empecé a clavar espinas y palos en las palmas de las manos, y contraje la cara en una mueca de dolor, mientras unas manos me agarraban del cuello y un frío y afilado filo se posaba con violencia en mi garganta. Dejé de notar la mano de Nate instándome a avanzar y las piernas me empezaron a flaquear. Me empujaron al claro, y a los segundos, mis dos amigos aparecieron junto a mí, cada uno sujeto por una persona. Nate forcejeaba para soltarse del abrazo del hombre robusto, y Cris yacía inconsciente sobre un tronco de árbol, mientras Margaret la observaba con mirada gélida.

-Mi pequeña princesita aventurera, nos volvemos a ver.

Me mordí el labio inferior con fuerza hasta hacerlo sangrar. Esa voz distante me llevó directa al día que me separaron de mis padres.

-Ahora no te revuelves tanto como aquel día, eh, princesita.

Nate había parado de revolverse porque el hombre le estaba apuntando con la pistola.

-Por favor…decirme…qué queréis que haga…pero…a mis amigos…dejarlos en paz.

-Oh, que tierno, la pequeña princesita da la cara por su querida amiguita y su amor…- endureció la voz, apretó más la punta del cuchillo sobre mi garganta y me tiró del pelo hacia atrás. Las lágrimas caían a raudales por mis mejillas y tenía los ojos empañados. – Como te vuelva a ver merodeando por mis alrededores –aumentó la fuerza- ya sabes qué va a pasar.

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