Capítulo 7.

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Una canción sonaba en mi cabeza. Una voz familiar lejana me llamaba con urgencia, preocupada, instándome a hacerla caso. Pero yo estaba bien así, surfeando entre las notas de música de una canción que me inspiraba una paz que no había sentido en años. La voz se hizo más grave y me vi obligada a aislar la música y centrarme en lo que aquella voz me decía. «¡Beth, abre los ojos, despierta, no me dejes solo, te necesito! ¡Beth, por favor! ¡BETH!» Me desperté con una sacudida. Alguien había estado zarandeándome no con violencia y la cabeza me daba vueltas. Estaba tumbada en el regazo de Nate, que sonreía al ver que por fin me había despertado y me indicó con un gesto que estuviese callada. Asentí confiada y eché un vistazo a la habitación. Era un simple dormitorio con una cama de matrimonio con dosel y una colcha pasada de moda y cubierta de polvo donde yacía una aún inconsciete Cris. Junto a la cama, había una pequeña mesilla de noche y una lámpara pequeña que carecía de bombilla. Las paredes estaban forradas de un verdaderamente hortera papel de flores y la puerta del armario empotrado estaba abierta de par en par. No tenía nada que esconder, el mueble estaba vacío.

Me incorporé y me senté junto a Nate, apoyando mi cabeza en su hombro. La luz se filtraba por debajo de la puerta, de la que procedían amortiguados murmullos. Intenté abrir la puerta, pero no cedió. Perfecto, estábamos atrapados. Suspiré agotada, solo quería dormir y dormir a ver si así todo se acababa. Puse la oreja en la puerta, pero me vi totalmente incapaz de entender nada de lo que se cocía en la habitación de al lado. Las ventanas estaban cubiertas de barrotes por los que era imposible pasar. Frustrada, me llevé las manos a la cabeza y comencé a dar vueltas por el centro del cuarto buscando un modo de escapar. Pero, ¿cómo? Abrí más de par en par las puertas del armario aunque sabía que no iba a encontrar nada. Me metí dentro.

-¿Qué haces? ¿Buscar Narnia? -Nate se levantó y se acercó a mí.- ¿O es que has decidido reencarnarte en abrigo?

-Déjame en paz, me duele la cabeza.

-Oh, venga, no puede ser posible. Ven aquí que te curo.- Se metió conmigo en el pequeño hueco del armario. El corazón me palpitaba a mil cuando me cogió de la cintura y me acercó más a él. Nuestras caderas se tocaron.- Este espacio es muy pequeño, siento que tengamos que estar tan pegados.

Levanté la cabeza hacia sus ojos porque hasta ahora había estado observando su cuello, que era por donde me llegaba la vista ahora que él se había encorvado para caber en el armario.

-¿Y cómo decías que ibas a quitarme el dolor de cabeza?- sonreí pícaramente.

-Ven aquí.

Sin interrumpir el contacto visual, se acercó a mí lentamente y cuando nuestros labios estuvieron a punto de rozarse, nos echamos hacia atrás en el interior del armario y sonó hueco. Por un momento, solo se oía nuestra respiración entrecortada en el silencio de la noche, pero reaccionamos rapidamente y empezamos a analizar las paredes del armario dando suaves golpecitos sobre la madera. Hueco, como suponía.

-Beth, ayúdame con esto.- Su voz sonaba ronca.

Los dos desplazamos una de las paredes del mueble, de la que surgió un compartimento.

-Esto son...¿papeles?

-Eso parece.- Alargué la mano y cogí uno. Abrí la carpeta y mi asombró fue máximo. Nate miró por encima de mi hombro al ver que no reaccionaba.

-¡Qué guapa esa chica! ¿No? Me suena muchísimo su cara, con las pecas, el pelo pelirrojo, los ojos miel. Seguro que ahora es una chica bellísima.

-Nate, esta chica soy yo.- Las manos empezaron a temblarme y las hojas del interior de la carpeta se desparramaron por el suelo.

-Beth, ¿qué es esto? ¿Por qué hay tantas fotos tuyas? ¿Es que había alguien que te seguía? ¡Beth!

En el suelo había cientos de fotos mías, todas instantáneas; comprando, con mi hermano pequeño, volviendo de la playa, limpiando mi tabla de surf... Quizás era hora de contarle mi secreto.

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