Capítulo 9.

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El silencio que reinaba en la habitación me asustó. Por un momento pensé que Cris se había vuelto a desmayar porque había dejado de notar su mano acariciandome el pelo y ya no me sujetaba. Pero seguía consciente, con los ojos abiertos como platos y la mirada perdida, pero consciente.

-No puedo creerlo. -Su voz era apenas un susurro.

-Todo va a estar bien. -Esta vez fui yo la que la cogí en mi regazo y la empecé a acariciar la cabeza, susurrando que todo se iba a arreglar. Quizás así me convencía a mí misma.

No sé cuánto había pasado cuando la puerta se abrió, y entraron Nate y otro hombre, el que creo que se llamaba Charlie.

-Rubita, te toca. -Cogió a Cris como a un saco de patatas y se la llevó fuera, mientras ella pataleaba y gritaba que no la dejásemos ir. Volvió a cerrar la puerta antes de que nos diese tiempo a reaccionar.

Nate se sentó en el suelo y le contemplé bien. Tenía el pelo revuelto y la cara llena de restos de pintalabios; el cinturón desabrochado y la cremallera bajada. (Sí, le había dado un buen repaso de arriba a abajo. Y sí, no había podido evitar fijarme "ahí".) ¿Qué acababa de pasar? Me acerqué a él.

-Oh Dios mío Nate...

-¡Aléjate de mi, monstruo! -me quedé paralizada mientras él se levantaba e iba a sentarse a la otra punta de la habitación.

Quise llorar, pero no iba a darle ese lujo. Respiré hondo, y empecé a decirme a mí misma: "Cálmate. Ignórale. No lo dice en serio. No lo dice en serio. Solo está cabreado. No lo dice en serio."

-¡Si tan monstruo soy, ¿por qué me protejes tanto?! -a la mierda el autocontrol.

-Eso te lo estás inventando.

-¿Ah, sí? ¿Qué pasó cuando me llevaste a ver las estrellas? ¿Y cuándo me escondí bajo la mesa esa noche? ¿Y cuando lo del claro?

-¡No tenía otra opción! ¡Me sentí obligado a hacerlo!

-¿¡Y también te sentiste obligado a casi besarme hace menos de una hora?!

-¡No iba a besarte! Además, eso fue antes de enterarme de que todo este tiempo me habías mentido.

-¡Sabes que eso no es así! ¡Sabes que sientes algo por mí! ¡Yo también lo sé!

-¡NO SIENTO NADA POR TI! -su rugido hizo que me estremeciera.

-Entonces ven aquí, mírame a los ojos y vuele a repetirlo. -mi voz se suavizó.

Para asombro mío, se levantó, caminó hacia mí, me miró con dureza a los ojos y susurró:

-No siento nada por ti.

Dejé de sentir el suelo bajo mis pies y las piernas me flaquearon. Caí de rodillas en el suelo, con las lágrimas rodando por mis mejillas y empezando a empapar el suelo enmoquetado. ¿De verdad era un monstruo? Hacía mucho tiempo que no me olvidaba de las cosas; es más, desde que llegué al orfanato, no me había pasado. ¿De verdad era un monstruo?

Nate estuvo sin hablarme durante todo el tiempo en el que estuvimos esperando a que trajesen de vuelta a Cris. No se oía nada; no podíamos saber qué estaba pasando.

La puerta se volvió a abrir, de la que entró una Cris asustada que se lanzó a mis brazos en cuanto me localizó.

-No les hagas caso, Beth. Estan locos. -eso fue lo único que me susurró antes de que unas manos grandes me sujetasen por la cintura y me arrastrasen fuera de la habitación. Lo último que vi fue la fría mirada de Nate que me.observaba atentamente mientras una llorosa Cris se revolvía en sus brazos.

Me llevaron prácticamente a rastras por un pasillo desnudo y pintado de amarillo hasta una puerta de caoba que daba a una sala oscura con una mesa y dos sillas, justo como una sala de interrogatorios cutre. Yo seguí forcejeando hasta que oí el click de cuando le quitas el seguro a una pistola y noté el gatillo frío apretado a mi mejilla.

-Vuelve a revolverte, y te vuelo la mandíbula. O mejor, le vuelo la mandíbula a tu hermanito.

La puerta se abrió y apareció un niño pequeño rubio con los ojos miel, con la cara asustadiza y manchada de suciedad. Robert apartó el gatillo de mi mejilla y la puso en la del niño.

-Nico... -mi voz fue apenas un susurro, pero bastó para que mi hermano levantase la cabeza y me mirase con ojos suplicantes pidiendo a gritos que le sacase de allí.

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⏰ Última actualización: Sep 23, 2013 ⏰

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