𝟺𝟿. 𝙴𝚜𝚌𝚊𝚕𝚘𝚏𝚛𝚒𝚊𝚗𝚝𝚎 𝚊𝚙𝚊𝚛𝚒𝚌𝚒ó𝚗

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Hagler esperaba con muy poca paciencia, oculto entre un par de automóviles. No paraba de mirar su reloj a cada segundo en espera de que las manecillas anunciaran las cuatro y media.


—Si para las 4:30, Nona no sale de ese lugar, tendrás que llamar a tus refuerzos y entrar ahí. No importa lo que veas, ni lo que sientas, tienes que coger a Nona y llevártela muy lejos de aquí.

—Pero ¿y tú?

—No te preocupes por mí. Tú solo salva a Nona.

—No puedo dejarte aquí sin más. En todo caso, prefiero llevarla a un lugar seguro y volver para ayudarte.


Samuel accedió a esa última resolución y, con paso decidido se acercó a la casa.


Ahora llevaba casi media hora ahí dentro y no había señales de él ni de Nona, ni siquiera de los ayudantes de Holly. No sabía con qué peligros podría encontrarse, pero no tenía miedo. Mucho menos cuando la vida de Nona corría peligro. Lo único que esperaba era hacerse con la paciencia necesaria para aguardar ahí.

No pasó mucho tiempo cuando, mientras contemplaba la puerta cerrada que había engullido a Samuel poco tiempo atrás, el detective escuchó una risita infantil. Enseguida, un escalofrío recorrió su espalda entera, provocando que su cuerpo se pusiera rígido.


No quería voltear hacia el sitio de donde había brotado aquel aterrador sonido, pero su curiosidad era mucho más poderosa que su propia voluntad. Quizás todo era cuestión de naturaleza humana o de una especie de instinto animal que desea siempre enterarse de todo, aún a costa de la propia vida. No lo sabía ni él mismo, pero una fuerza de atracción lo obligó a tornar la cara, aún a pesar de saber que, lo que estaba a punto de ver, no sería humano.

Una lluvia muy fina acompañada de granizo comenzó a caer sobre su cabeza. Y ante su sorpresa e incomprensión, notó a lo lejos a una niña que, sin inmutarse un ápice, se encontraba mirándolo en la distancia, a unos cinco metros.


Vestía una pequeña bata desgastada y rasgada del lado izquierdo, la pequeña piernita estaba llena de lodo y en una de sus manos sostenía algo que Hagler no supo identificar, pero que se le hizo familiar enseguida. Se trataba de un objeto rectangular que escurría abundantes cúmulos de agua. La pequeña no tendría más de siete años y estaba tan delgada que parecía a punto de romperse.

Hagler volvió la cabeza, esperando que, al no prestarle atención alguna, la visión fantasmal desapareciera. Samuel le había explicado que aquel prisionero galáctico se alimentaba de energía oscura para materializarse, y no pretendía ofrecérsela tan fácilmente.


La pequeña comenzó a caminar hacia él con una lentitud extrema. Tenía la mirada fija en el suelo, lo que provocaba que sus cabellos azabaches cayesen como serpientes muertas sobre su rostro.

Hagler la miró expectante, como quien acaba de percibir un peligro inminente que se hacía cada vez más aterrador con cada segundo que pasaba.

Abrió los ojos de par en par al darse cuenta de que el objeto que esa misteriosa niña sostenía tan férreamente se trataba ni más ni menos que del diario íntimo de la regordeta Holly. Ese que se suponía, descansaba resguardado en la mansión de los Collins.


Su cuerpo se estremeció, provocándole un mareo intenso. Los dientes le castañearon cuando la cabeza de la niña comenzó a incorporarse con lentitud; tanta, que el detective quiso salir huyendo.

Holly - Diario de una mujer caníbal [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora