𝟻𝟶. É𝙻 𝚎𝚜𝚝á 𝚊𝚚𝚞í

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Hagler sacó el arma con agilidad al tiempo que corría embravecido hacia la entrada principal de la vieja casita de madera. Aún faltaban un par de minutos para que el tiempo se terminara, pero el grito horrorizado, cuya voz reconocía a la perfección, lo puso en total alarma.

No dudó un solo instante en patear con fuerza la puerta y permitirse la entrada de manera abrupta. Los sonidos de una batalla furiosa se hacían escuchar incluso al otro lado de la acera. Pero, aunque esto era una verdad irrefutable, Hagler estaba seguro de que no habría nadie en los alrededores con la valentía necesaria para coger el teléfono y pedir ayuda. Al menos no lo harían sino hasta que los ruidos estrepitosos dejasen de escucharse. Así de cobardes eran todos en Oyster Bay.


Con el arma apuntando a los presentes, Brent se encontró cara a cara con la mujer caníbal, solo que esta vez no había guardias ni barrotes de por medio. La mujer esbozó una leve sonrisa al verlo llegar. Esperaba que apareciera, no estaba del todo segura, pero le satisfacía saber que sus sospechas estaban muy bien fundadas. Seguramente era él quien guardaba su preciado diario.

—¡Vaya, detective! ¿Qué lo trae por aquí? —preguntó.

Hagler no hizo caso del absurdo comentario; los coágulos de sangre que se desparramaban de la playera blanca de Samuel tenían por el momento toda su atención. Eso y el rostro aterrado de Nona, quien no parecía caber en sí de la emoción que le daba el verlo.

—¡Levanten las manos! ¡Todos! —exclamó, y su voz brotó como un rugido de sus labios.

Delisa suspiró con fastidio. No era precisamente esa la situación en la que esperaba encontrarse esa noche. Planeaba asesinar a alguna que otra persona, elevar su cuota de muertes y completar el trato con ÉL, pero en vez de eso se encontraba con la presencia de un detective.

—No juegues, Brent. Aquí tú no tienes autoridad en lo absoluto. Has entrado a un lugar que se rige única y exclusivamente bajo mis órdenes.

Brent sonrió por lo bajini.

—¿Realmente fue así hace ya más de veinte años atrás?

La mujer entornó los ojos, furiosa.

—¡Ahora lo hará! Este lugar me pertenece y pienso reducirlo a cenizas. Pero antes degustaré de un platillo más.

Echó una mirada a Mikel quien de inmediato se dio por aludido y, dando una patada a Samuel, se aproximó a la abogada que comenzó a trastabillar y patalear con el pánico imbuyendo sus preciosos ojos verdes.

—¡No, Holly! —gritó finalmente ella al ser liberada de la mordaza—. ¡Hice todo lo que me pediste! Estás libre gracias a mí. ¡Te lo imploro! ¡Por favor, no lo hagas!

—¡Suéltala! —ordenó un Hagler de manera autoritaria.

Mikel lo retó con la mirada. No había en él intención alguna de obedecer a sus requerimientos.

—Sabes bien por qué es este castigo, Nona —explicó la mujer caníbal—. Tú me quitaste la oportunidad de vengarme de ese malnacido. Del causante de que yo decidiera hacer todo esto. No merecía perecer en manos suyas. —Señaló con desgana a Samuel quien hacía esfuerzos por levantarse del suelo—. ¡Era mío! ¡Yo debí ser quien lo enviara al infierno al cual pertenecía! Pues bien, es momento de que pagues por ello.

—¡Holly! —gritó el detective aún con el arma apuntando a Mikel—. Sabes que esto no te servirá de nada. ÉL no te ayudará más una vez que la asesines. No te quedarán más razones para darle lo que necesita.

La mujer lo miró con un dejo de repulsa.

—¿Tú qué sabes sobre ÉL? ¡No sabes nada!

—Sé que te necesita ahora porque tú lo necesitas a él, pero ¿cuándo esto cambie? ¿En verdad crees que seguirás gozando de sus favores?

Holly - Diario de una mujer caníbal [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora