𝟻𝟺. 𝙽𝚘𝚗𝚊

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Ella se rompió hacía mucho tiempo atrás. En ocasiones creía que lo había estado desde siempre.

Por alguna razón, su madre nunca quiso expresarle cariño y a veces sentía que no la amaba, que le parecía tremendamente insufrible hacerse cargo de ella. Después, cuando la adolescencia llegó, se dio cuenta de que simplemente no parecía estar cómoda con su presencia, que el amor maternal no había llegado a crecer del todo dentro de su ser y ella no podía culparla por eso.


Cuando decidió escapar con su enésimo padrastro, Nona supo entonces que jamás volvería a verla, pero se equivocó; en su lecho de muerte, la chica tuvo la oportunidad de escuchar por última vez los reproches de su progenitora, quien ni siquiera a un palmo del otro mundo era capaz de aceptar que había dejado su vida entera a un lado con tal de mantenerla. Ella no entró en la habitación sino hasta que la mujer pereció, dejando tras de sí solo llantos y reproches.

No la culpaba más. Sentir su desprecio era mucho más benévolo que los recuerdos de lo que tuvo que padecer a su lado; cuando la entrada estrepitosa de hombres y hombres a la casa terminó por ponerla en peligro. Nona sabía que nunca podría perdonarla por ello ni por los tres inocentes que tuvo que asesinar cuando aún se encontraban en su vientre.

Esos recuerdos la inundaban cada vez más. Su mente y su corazón se veían imbuidos en una especie de veneno mortal que consumía toda su misericordia y bondad, no sería jamás la misma.


Y, no obstante, aquella abogada despiadada que tenía el descaro de liberar criminales aún guardaba dentro de su alma un sentimiento lleno de pureza. El recuerdo inmaculado de su padre, de quien Michelle le había revelado en una última nota dirigida a ella, residía en Oyster Bay y además no tenía idea de su existencia. Era razón suficiente para mantener su lado amable con el control de sí misma. Ilusionada con la idea de que tal vez, en ese pueblucho olvidado, había alguien capaz de amarla de manera incondicional. Que quizá sin saberlo también la necesitaba en su vida, de la misma manera en la que ella lo había necesitado desde siempre.

Pero al final fue esa ingenuidad y necesidad de cariño los que la hicieron caer en las garras crueles de esa gorda caníbal. Jamás habría tenido oportunidad frente a ella. Pero había terminado venciéndola.


El precio desde luego era elevado, aunque por el momento le parecía suficiente.

La castaña dejó su maletín en el asiento del copiloto y echó por la ventanilla el periódico de esa mañana. Los titulares clamaban la horrenda forma de justicia que encontró Brent Hagler apenas unas semanas atrás. Al parecer, el detective Barker ya lo había notado extraño y, decidido a esclarecer los motivos de su impulsivo proceder, lo hizo seguir.

Según la prensa, Barker había observado la escena con sus propios ojos; Holly estaba muerta, recostada en la moqueta llena de sangre, herida de muerte... junto a ella, Hagler yacía desmayado con el arma homicida en la mano.


No fue difícil para Barker llegar a la conclusión de que Brent había asesinado a Boris y de que ese asesinato tan solo era la punta del iceberg en su retorcida red de justicia. Por más escabroso e increíble que le parecía, no podía negar la cantidad ingente de pruebas que desfilaron una a una desde el hallazgo del cuerpo de la mujer caníbal.

De ese modo, el caso que había aterrorizado a todo el pueblo llegaba a su trágico desenlace.

Nona se arrepentía por los daños colaterales que su reciente asociación ocasionaran en Brent, pero en esos momentos era inevitable y ya no estaba en sus manos solucionar la situación. Debía llegar a Nueva York lo antes posible, recoger de su departamento las cosas necesarias y quizá huir al sur del país.


Aún recordaba con precisión las amenazas de Samuel al encontrarla en su mansión justo antes de que ella desapareciera frente a sus ojos. Pero él lo había visto todo, la había sorprendido sosteniendo los diarios siniestros y con el cuerpo entero bañado en sangre: la sangre de Holly Saemann.

Las imágenes flotaron de nuevo en su cabeza y ella les permitió deambular una vez más...


...Después de enterarse de la ignominiosa verdad sobre su parentesco con Hagler, la abogada echó a correr por la avenida, dispuesta a arrojarse al primer auto que pasara lo suficientemente rápido como para terminar con su agonía. Pero en su lugar, solo pudo observar una sombra que deambulaba a lo lejos.

La silueta era pequeña, y caminaba con un andar desgarbado, como si se encontrara herida. Nona se aproximó a ella, confundida por lo acontecido y adolorida por los recientes golpes que había recibido.

Mientras más se acercaba, la esbelta figura tomaba una forma mucho más clara hasta transformarse en una niña pequeña.

Las lágrimas impidieron que la viera con claridad, pero no dudó un solo instante en coger la mano que, al virar, la pequeña le ofreció. En un parpadeo, ambas se encontraron en la mansión de los Collins.

Nona no se asustó, al contrario, parecía comprender a la perfección lo que estaba sucediendo. De alguna manera extraña y sin sentido, pero lo hacía.

El viejo baúl que reposaba bajo la cama comenzó a temblar descontrolado, pero Nona sabía lo que tenía que hacer. Decidida, extendió una mano hacia él y lo tomó con fuerza. El baúl se quedó inmóvil. La mujer lo abrió con la curiosidad refulgiendo en sus ojos verdes, y ahí, ante ella, se encontró con los dos diarios malditos. Esos que le habían robado el aliento e incluso una pequeña parte de su propia humanidad.

Dejó escapar una sonrisa exultante de triunfo y los tomó entre sus manos como si se tratasen de una delicada pieza de arte.


Entonces lo hizo... deseó con todas sus fuerzas que ÉL le entregara la venganza que Holly se merecía. Deseaba que ella sufriera el mismo dolor que estaba sintiendo en esos instantes y que incluso, en sus últimos segundos, la mujer caníbal observara su sonrisa repleta de gozo.

De ese modo, Nona extendió los brazos para satisfacer su sed de venganza y al instante, un cúmulo de sangre tibia cayó sobre ella, llevándola a los confines nunca conocidos del deleite.

Se trataba de la sangre de Holly; la que terminaría sellando su pacto eterno con ÉL. De ahí en adelante no viviría para nada más que para complacer todos sus deseos. Sería una esclava servil y fiel. Conseguiría más asesinos en su nombre.



Nona esbozó una media sonrisa y se colocó las gafas oscuras para, acto seguido, arrancar el auto. Tenía que llegar a su departamento en Nueva York antes de que Samuel la encontrara. No permitiría jamás que se apoderara de sus diarios... si debían jugar a ese juego del gato y el ratón para siempre, al menos se aseguraría de que se tratara de un juego divertido...

 si debían jugar a ese juego del gato y el ratón para siempre, al menos se aseguraría de que se tratara de un juego divertido

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Holly - Diario de una mujer caníbal [Completa]Место, где живут истории. Откройте их для себя