Capítulo #1

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Despierto como de costumbre ¿Por que lo hago? Porque se cumple el deseo de que el mundo funcione así. No hay quien pegue grito o le de vueltas a la cama para despertarme, no excluyéndome esto de pensar que  alguien o algo me obliga a hacerlo.

Siento una fuerza invisible que, contra mi voluntad, me fuerza cumplir la suya; es la rutina, la costumbre, la vida programada que llevamos todos, es la que es respuesta a las tan intrincadas cuestiones existenciales que llegan a rebasar la magnitud de "¿Porqué nos levantamos en la mañana?", "¿Porque "porqué" se escribe así?" y  la nunca omitible "¿Porqué diantres el colegio abre tan temprano?"


Me es muy difícil conciliar el sueño por más de tres minutos. A veces se debe a que he adoptado la terrible costumbre de quedarme usando el celular hasta muy altas horas de la noche. Otras, a la de echarme demasiada azúcar en el té que acostumbro beber antes de acostarme, el cual se supone que es para relajarse y que casi siempre me provoca el efecto contrario a mí. En algunas ocasiones, es culpa de los vecinos, a los cuales se les ocurre montar una fiesta e invitar a media ciudad precisamente cuando ninguno de los dos males antes mencionados consigue afectarme.

Sus parlantes de varias pulgadas de ancho permiten que, para horror mio, esos tonos estruendosos que hacen sonar para complementar las cervezas y las bromas absurdas penetren por la ventana y lleguen impunes a mis oídos, perturbando todo el sistema y haciéndome imposible, si quiera, cerrar ese par de ojos que me permiten ver tan bien la realidad e intentar darme un buen descanso de esta dichosa de una vez por todas.

Algo que me hace sospechar que el mundo seguro está jugando conmigo es que, estando una vez despierta, me entra mucho del sueño que me fue menester antes. Decidiendo hacer caso omiso a mis deseos y siguiendo la fuerza de la costumbre, me levanto como debo creer que tengo que hacer.


Caminando por el pasillo, después de prender el bombillo del pasadizo de manera mecánica; de pura y simple curiosidad, le doy un vistazo a la habitación de mi madre y la encuentro durmiendo plácidamente. Temiendo despojarle del placer que se me ha negado a mi me retiro de ahí, sin olvidar cerrar la puerta muy despacio.

Después de eso, me dirijo a la cocina para comenzar con el ritual al que yo conozco con el grotesco y no poco descriptivo nombre de "Ingerir restos de plantas y animales muertos para poder conseguir la energía y el material necesarios para mantener mis procesos vitales". Tal como lo ordena la rutina, me preparo un pan sin acompañante; ya que no encuentro queso ni vegetales en la despensa. Todo esto por mi certeza de ser pésima cocinando, tanto así que lo único que no se me quema cuando al prepararlo en la olla es precisamente el agua.

Tras haber degustado el pan, recojo mi maleta y salgo de la casa en dirección al colegio. Todo esto lo hago para complacer a la rutina.





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