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Y así, estando sumergida en esa tranquilidad infinita me dejo llevar por mi misma hasta el fondo de las aguas de la tranquilidad y comodidad. Sigo escuchando a la orquesta invisible que entona melodías agradables y sin punto de comparación alguno. 

Estoy reposando y disfrutando de la condición que de suerte me es dada a disfrutar. Totalmente relajada y sin preocupación que pudiese si quiera hacerme regresar a la realidad de la que ya tenía conciencia. Claro, es la incomodidad de saber ya de antemano que esto es un sueño y nada más que eso.

De improviso, de un violín suena una nota fuera de lugar. Y el error, aunque pequeño, es bastante perceptible. La orquesta sigue tocando como si nada hubiese sucedido, pero ya nada es igual. Eso genera descontento en mí.

Las melodías van perdiendo calidad y los sonidos son arrebatados de todo balance y armonía. Trato de jugar con el agua del estanque, pero ahora la veo lodosa y turbia. 

El cielo también ha perdido su encanto. Lo observo y aparece gris y pálido. Sin nubes, solo se expande hacia arriba sin ningún propósito.

A este punto la orquesta ha desaparecido y solo hay silencio. Pero el silencio no es como silencio de paz, más bien es de intranquilidad y la desesperación. 

Vuelvo a ver hacia abajo y ya no hay agua, tan solo un abismo infinitamente profundo por el que voy cayendo...

Ahora estoy completamente segura de que estoy soñando y aunque eso me alivia no puedo dejar de sentir miedo al caer por un abismo tan alto.

...

...

¿Qué es esto?

Sigo sintiéndome descompuesta y la garganta no me ha dejado de arder... Esto es incómodo, realmente incómodo.

...

...

...

Me encontré ahí de nuevo, aún más enferma y cansada en el salón de clases. Casi todos estaban fuera de sus lugares, haciendo ruido, jugando y parloteando, según veía. 

No habían asistido muchas personas. De hecho, de los treinta estudiantes de la lista habían asistido algo menos de veinte, según calculé. 

Supuse que la ausencia de uno más no hubiese hecho la gran diferencia, de modo que recogí mis cosas y le pregunté a Lena, quien estaba hablando con sus amigas cerca a mi sitio, si podía mandarme las capturas de sus cuadernos, ya que, como innecesario detalle que pasé de explicarle por lo obvio que resultaba, iba a regresar temprano a casa porque me sentía enferma. Ella me respondió con un "Claro" y yo le agradecí el favor con un "Gracias" al que no siguió respuesta.

Lena continuó la charla con sus amigas, charla de la que en realidad no era parte, ya que se limitaba a escuchar lo que sus ellas decían y casi nunca intervenía y a veces hasta parecía no importarle mucho. Tanto así era que parecía haberse entusiasmado más con el para mi necesario intercambio de palabras que habíamos sostenido que con las cuestiones superfluas que discutían sus compañeras.

 Mientras atravesaba el marco de la puerta, escuché un "¡Que te mejores!". Voltee para dar cuenta de quien era. Tal como lo sospechaba por la voz que tenía, se trataba de Mara, una de las chicas del grupo con el que estaba Lena. Yo le respondí con un "Ah, gracias" y ella, tras dedicarme un sonrisa por un par de segundos, continuó con la conversación y no volvió a mirarme.

Así, salí del salón y fui al primer piso a pedir permiso para irme. Sin verificación médica que hiciese falta, porque presentaba síntomas tan evidentes  que cualquier alma hubiese notado aunque estuviese a dos millas de distancia, me dieron el permiso y me retiré de ahí. 

Ya que quería llegar temprano, decidí tomar un camino diferente al usual. Era más corto y uno podía llegar un par de minutos antes, pero no era muy conocido y casi no había gente por esa zona.

Mientras caminaba pasé por un lugar donde había unos cubos de reciclaje (De esos que están marcados con etiquetas de papel, plástico y orgánicas para que los rebeldes no las respeten y se crean auténticos delincuentes). Baje la mirada para darme cuenta de que había algo curioso debajo de ellos: Tirado en el suelo yacía un cartucho de plástico, de esos que utilizaban los juegos de vídeo de antaño. 

Vencida por la curiosidad, me apresuré a recogerlo, pero cuando lo hice sentí un dolor punzante en el pulgar. Revisé mi dedo y encontré algo que había visto varias veces ahí y que no disfrutaba mucho....

...



Cerebro y corazónWhere stories live. Discover now