Capítulo 5.

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Aquel fastidioso silencio había vuelto a engullir la habitación. Me había visto, prácticamente, obligada a sentarme alrededor de la mesa. A mi lado se sentaba Khalius, dándole vueltas a su té mientras que Mark estaba al lado contrario, de pie, observando todo con detalle y en silencio. Frente a mi había un hombre. Aparentaba tener la edad de Khalius. Junto a él se encontraba una joven que aparentaba mi edad. Se encontraba tranquila, ensimismada en su taza de té.

Aquel sujeto se hacía llamar Leonardo Cacciatore. Llevaba el cabello, corto y de color azabache, ligeramente despeinado con aire travieso. Sus ojos no eran nada del otro mundo pero llamaron mi atención por el simple hecho de que éstos fueran de color verde intenso, similares a los de Mark y Khalius.

Fue algo que me hizo plantearme si tendrían algún lazo familiar o análogo. Un pensamiento que enseguida marchó de mi mente. No sólo por recordar que Mark era el mayordomo de Khalius, sino porque las miradas que se dedicaban éste y Leonardo no eran precisamente de amistad. Según había entendido, aquel hombre, Leo Cacciatore, era un aristócrata Italiano bastante arrogante. No obstante, estaba en los mismos círculos de Khalius, pues también acuñaba el titulo de Lord, y estaba vinculado con las Siete Llaves. De hecho, era el sexto Lord.

—Vaya, veo que al fin, después de tanto tiempo, te has encontrado con una, Klaus —comentó aquel individuo, rompiendo el precioso silencio al que ya me había acostumbrado.

Fruncí el ceño, ¿Klaus? Sus palabras, a parte de molestarme, por alguna razón me habían ofendido. Quería replicar aquel comentario fuera de lugar, pero no lo hice puesto que Khalius me lo había advertido.

—Cuida tus palabras, Leo. No me gustaría que ofendieras a mi invitada. —Khalius parecía molesto, le dedicó una sonrisa desdeñosa, a la par que apoyaba el codo en la mesa, y seguidamente colocaba la cabeza en la mano.

Leo desvió la mirada hacía donde me encontraba, con una pequeña sonrisa burlona. Parpadeé varias veces. Intenté ser ignorante, como me había aconsejado Macius, pero era inevitable escuchar sus pláticas, frías y engreídas, que entre líneas, era obvio que salvaguardaban una historia.

Ya estaba bastante aturdida, así que quise despejar mi mente observando a aquella joven; grave error. Me quedé atónita, confundida, absorta. Sentí como por un instante mi corazón dejaba de latir, para después soltar el latido más fuerte de lo que llevaba de vida. Sentí como mi cuerpo segregaba adrenalina cual fuente. Sentí, en teoría, terror. Me relamí los labios, que en tan sólo aquellos minutos se habían quedado como un desierto.

El cabello de aquella joven era largo y de un sublime color azulado. Sus ojos amarillos me recordaron al color que tomaban las hojas en otoño. Quedarme estupefacta, era decir poco sobre lo que sentía en aquel momento. Por mi mente, no cesaban de pasar imágenes, pensamientos, preguntas, palabras y respuestas. Retiré violentamente la silla hacia atrás, llamando la atención de los presentes, y salí corriendo de la habitación. La adrenalina se había apoderado de mi cuerpo y se concentraba en mis extremidades inferiores. Corrí tanto como pude, tan lejos como podía y cuanto me dejaron mis piernas. Corría cabizbaja y con los ojos tan cerrados, que tuve miedo al abrirlos. Pues creí que se me habían quedado así para siempre, un pensamiento estúpido pero pensamiento al fin y al cabo.

No sé qué sucedió en aquella habitación durante mi ausencia. No sé qué pensarían o dejarían de pensar sobre mi. No sabía nada. Inclusive dónde me encontraba en aquel momento. Estaba perdida. Bernaskell era todavía más grande de lo que me había imaginado. Algo que me llamó la atención fue que mientras recorría aquel pasillo en el que me encontraba, intentando buscar una salida o encontrar una entrada, no había absolutamente nadie. ¿Por qué? Cuando estaba en la habitación y me aburría, solía mirar por el ventanal y lo único que podía ver, aparte de los valls casi vienés entre el viento y las hojas, era el entrar y salir de varias personas atareadas.

¿Por qué ahora no había prácticamente nadie? Negué con la cabeza contradiciendo mis pensamientos mientras seguía caminando.

El tiempo era agradable, y una luz tenue asomaba tímida entre algunas nubes blancas. El temor que había sentido al ver a aquella chica se había disipado en el aire y con él la adrenalina. Me sentía mejor cuanto más me adentraba en aquel lugar, la curiosidad me podía. Me había dado cuenta de que era realmente curiosa, me gustaba saber todo lo que ocurría a mí alrededor.

¿Eso era malo? Para nada. Mi vida había comenzado hacía un par de semanas, e incluso podría decir que hacía un mes.

No podía perder el tiempo encerrada en una habitación esperando las explicaciones de un albino, infantil y glotón, que siempre se salía por la tangente y nunca me acababa de contar nada. No podía esperar más, quería saberlo todo, y de todos.

Torpemente, había encontrado la respuesta a una gran quinta parte de mis dudas y preguntas. Había llegado frente a un gran portón de color blanco, con varios detalles en lustroso dorado, incluyendo el pomo. Alrededor no había nadie. Nadie vigilando, nadie hablando, nadie custodiando. Empujé la puerta con toda mi fuerza y sumo cuidado por si dentro había alguien pero, como deduje previamente, allí no había nadie.

Sí, aquel lugar era mi respuesta a todo. Un lugar, silencioso, tranquilo, con grandes estantes en los cuales reposaban en pasividad diferentes libros que esperaban ser leídos. Aquel lugar, del que tanto Khalius como Macius me habían hablado con orgullo y fascinación.

—La Biblioteca —afirmé en un hilo de voz.

Estaba impresionada por lo amplia que era la cámara. Formé una sonrisa picara en mi rostro y cerré la puerta con el mismo cuidado con el que la había abierto, pero esta vez más rápido. Por si justo en ese momento se le ocurría a alguien pasar por allí. Quedé absorta en un mundo de respuestas.

Proyecto Pandora: Bienvenido al Pandemonio.Where stories live. Discover now