Capítulo 15.

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—Está claro, que llevas la negra contigo —jugó Leo, sonriente, sentado en la terraza.

Khalius sonrió sardónico por el juego de palabras antes de dedicarle una mirada nada agradable.

Tras la poca seguridad, y el peligro, de Bernaskell; nos vimos obligados a trasladarnos a la casa solariega que Leonardo poseía en su propio condado: Cheshire, una amplia extensión de siete municipios con nombres que empezaban de la A a la G.

A diferencia de Hallowfell e incluso Congrellf, no estaba lleno de vegetación y como mucho poseía tres bosques. Sin embargo, abundaban los campos verdes y grandes plazas donde los transeúntes parecían caminar sin ser conscientes de lo que se movía por sus altas excelencias.

La mansión Bernaskell había sido totalmente evacuada y, a estas alturas, también limpiada de aquella carnicería arremetida contra el personal.

Y aún no sabíamos que había ocurrido.

Owen, junto a Erick, había salido a investigar bajo las órdenes de Khalius. Diddi, sentada en ese momento junto a Leo en completa disciplina, había logrado salir de allí con ayuda de Sheila cuando todo había comenzado.

—Intenté atacar —había confesado Sheila— , pero no podíamos utilizar nuestros poderes. Y quien atacaba no se dejaba ver.

Cuando nos reunimos con ella, en el jardín Francés, estaba roja y su cuerpo desprendía calor. Del ojo derecho, fuera de toda regla humana, nacía una alta flama zafiro brillante e intensa.

Deidara, en cambio, había parecido tranquila. De expresión preocupada y en tensión; pero mucho más serena que Sheila.

Luchia, por otra parte, había desobedecido las órdenes de Khalius y todo aquel tiempo lo había pasado en La Guarida junto a cierto gato de mirada penetrante y sonrisa infinita.

Al volver, ser informada, y verlo con sus propios ojos, para sorpresa de todos, se disculpó. Pero no tardó mucho tiempo en volver a aquel cinismo característico en ella.

—Míralo así: si hubiera estado, posiblemente, hubieran acabado conmigo. Y sería un bulto más aquí. —Había dicho mientras inspeccionaba un cuerpo masculino desmembrado, y con los ojos cosidos, sobre la alfombra bermellón antes blanca.

Crucé las piernas, con las manos colocadas en los brazos de la silla, mientras observaba la escena entre Khalius y Leonardo.

Me encontraba de cuerpo presente y mente ausente en toda la gloria de aquella expresión.

Necesitaba, aún, hablar con Owen y averiguar porqué se suponía que con Luchia iba a ser todo más fácil.

Las cosas habían empeorado desde que Rosalinda había aparecido. Y más desde su desaparición.

Ahora no sólo teníamos que saber quién había organizado aquella escabechina, sino también seguir con la búsqueda...

—¿Seguimos buscando a Rosalinda y Lisbeth? —pregunté ajena a que lo había hecho en voz alta.

Los tres volvieron el rostro, como si hubiera hecho la pregunta más tonta del momento. O tal vez sí fuera así.

—Claro que sí. —Respondió Leonardo antes de sonreír con burla.

—¿Y por qué lo hacemos? —ladeé la cabeza. En el rostro de Deidara pude leer confusión por un momento.

—Porque tiene que ser así. —Se limitó a contestar.

—No tiene por qué. Rosalinda no era la Soberbia. Ya no es necesaria. Y Lisbeth logró deshacerse de su pecado, por lo tanto tampoco es necesaria.

Proyecto Pandora: Bienvenido al Pandemonio.Where stories live. Discover now