Capítulo 6

140K 4.1K 854
                                    

                                                                                      VI

Hoy es mi cumpleaños número dieciséis. Me parece que he estado esperando toda mi vida por este día; sin embargo, no me siento diferente. No sé porqué será, pero siempre pensé que me sentiría más madura, más mujer. Aún estoy acostada sobre mi cama, medio adormilada. No quisiera ni ir a la escuela; preferiría quedarme en casa o escaparme a hacer algo emocionante, cosa que no veo que pase en un futuro cercano, pues mamá acaba de tocar la puerta, lo que significa que debo levantarme. Viene cargando con una bandeja, que supongo debe ser el desayuno. Me incorporo un poco en la cama, apoyando mi espalda en el respaldo, y la dejo que la coloque sobre mi regazo.

—A ver, ¿cómo amaneció la cumpleañera? —Me da un beso en la mejilla, sonriéndome con ternura.

Aunque me parece que mamá está siendo demasiado sentimentalista, debo admitir que su detalle me ha animado. En la bandeja hay un plato humeante de panqueques de arándanos —mi desayuno favorito—, junto a un gran vaso de zumo de naranjas que no puedo esperar para devorar. La verdad es que me muero de hambre. Ayer no comí mucho en la cena por culpa de Reed.

—Gracias, mamá. Esto se ve delicioso —le respondo antes de atacar el plato sin piedad.

Una vez termino de comer, mamá retira la bandeja y se la lleva, para después regresar con una cajita envuelta en papel de regalo violeta con una moña plateada. Agarro la cajita, sacudiéndola cerca de mi oído para ver si puedo adivinar de qué se trata.

—Ábrelo, hija. Espero que te guste. 

—Mamá, ¿cómo no me va a gustar? —digo mientras lo desenvuelvo con calma.

Cuando veo el aparato gris en el fondo de la caja me le guindo del cuello, casi ahorcándola. ¡Es un teléfono móvil! Todavía no me lo creo, con lo estricta que ella es… Tendré que examinarlo bien, no vaya a ser que le tenga un dispositivo de rastreo o algo para saber dónde estoy en todo momento.

—Gracias, mamá. No sabes cuánto llevo deseando uno de estos.

—Claro que lo sé. Siempre que vamos de compras te paras frente a la tienda de teléfonos a mirarlos. Eso sí, tienes que ser juiciosa. No andes dándole tu  número a medio mundo.

—Cómo crees. A la única que se lo voy a dar es a Daria. «Y quizás a Ethan».

En cuanto mamá se retira, no lo pienso dos veces antes de llamar a Daria para darle mi número. Lo que le sigue es una lata de diez minutos, con canción de cumpleaños incluida. Después de engancharle corro hasta mi armario, pues además de los chismes, Daria me ha dado muy buenas noticias: Ethan comienza en Olimpia hoy.

Me dispongo a sacar medio armario de ropa, esparciéndola por todos lados, en busca de algo decente que ponerme. Me decido por un vestidito veraniego de algodón color turquesa y unas sandalias de tirillas marrones. El vestido no es ni corto ni descotado, pero balancea mi figura, de forma que parece que tengo curvas. El cabello me lo dejo suelto, hoy se está comportando como debe y no se ve tan mal. No suelo untarme maquillaje para ir a la escuela, a no ser que ande con unas ojeras. No obstante, hoy es un día especial, por lo que defino mis ojos con un poco de delineador y rímel y  me unto brillo labial.

Al llegar a Olimpia los nervios me atacan. Nunca había sentido algo así. Es una mezcla de emoción y ansiedad que me causa cosquillas en el estómago.  Me interno en la escuela, acomodándome un mechón de cabello detrás de la oreja. Puedo sentir algunas miradas sobre mí, lo cual me hace sentir como un bicho raro.

Respiro hondo y enderezo la espalda mientras camino por el pasillo principal. Daria dijo que la buscara en los casilleros, así que me dirijo hacia allá a toda prisa.

Dangerous Minds Where stories live. Discover now