Capítulo 2: Oscura y fría

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En la penumbra del calabozo, oscuro y frío, Ichigo levantó la cabeza al oir ruidos. Estaba allí des de que tenía memoria, tanto que a veces pensaba que nunca había habido nada más que la celda y esos grilletes que, atados a sus muñecas y tobillos, parecia que se habían fusionado con su piel.

La puerta se abrió de golpe, peró no hubo ningun cambio en la oscuridad, pués ninguna luz llegaba allí abajo. Unos pasos se acercaron renqueando hasta Ichigo y esta se estremeció y se preparó para el dolor. Un objeto metálico y frío se clavó en el cuello de la muchacha y esta notó como un líquido espeso y caliente se resbalaba desde el corte y caía en un recipiente que el desconocido sostenía debajo de la herida: "ploc, ploc, ploc".

Ichigo intentó reprimir la bilis que le subía desde el estómago y intentó gritar, pero tenía la boca seca y sus cuerdas vocales llevaban eones sin ser usadas, así que apenas un gorgojeo lamentable y desesperado salió por su boca. Las entrañas de Ichigo se revolvían, no era solo el dolor, no era solo la sensación de debilidad y desmayo que le invadía conforme perdía su sangre, había algo más, algo que le decía que esto estaba mal, que era un crimen, que era tabú.

La puerta se cerró lentamente, con un golpe seco y Ichigo volvió a quedarse sola en su celda, con la herida escociéndole por el unguento que le ponían para que cicatrizara. Al menos, cuando acababan de desangrarla, le daban de comer, un caldo insípido y frio, pero comida al fin y al cabo.

Ichigo no sabía porque estaba allí, no sabía quién o qué era, ni que hacían con su sangre. Lo único que podía recordar eran unos ojos, unos ojos azules y profundos como el oceano y unos labios suaves y rosados que pronunciaban una palabra, una palabra a la qual ella se aferraba con todas sus fuerzas y que había tomado por su nombre. El sueño la venció y el rostro volvió a aparecer ante ella, con los ojos tristes y la voz melancólica que pronunciaba incansablemente: Ichigo, Ichigo, Ichigo, Ichi-...

-Yami -fué apenas un susurro, pero hizo que la diablesa se despertara del golpe. ¿Se había quedado dormida sentada? Un escalofrio la recorrió de arriba a bajo y su instinto le hizo mirar por la ventana, hacia una morera de su jardín, donde una rama se valanceaba ligeramente.

Yami suspiró, se desesperezó y empezó a pasearse por la habitación. Estaba a oscuras, pués las frondosas copas de las moreras impedían que los rayos de las lunas penetraran en su alcoba, haciendo que estuviera oscura y algo fría, oscura y fría... Yami se preguntó que tendrían esas palabras y se giró pensativa para encararse al espejo, se detuvo de repente y lentamente alzó una mano para apartar sus rizos del cuello... un marca alargada y fina le recorría la piel.

La diablesa meneó la cabeza, no era la primera vez que aparecía sin causa alguna esa marca, quizás se arañaba en sueños... pero era raro que sólo apareciera una, siempre en el mismo lugar. Yami se dirigió hacia el piso de abajo, dispuesta a hacerse algo para comer y tratando de no pensar más en esa extraña marca y en su habitación, oscura y fría.

Lovely Sweet Hell (pausada)Where stories live. Discover now