Capítulo 4: Mil maneras de despertar

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        Un grito agudo de mujer hizo a Yami abrir los ojos de golpe. Estaban en medio de un parque, en una ciudad, en el mundo humano.

Yami se levantó de golpe y miró a su alrededor, cegada por la luz del atardecer. Estaban rodeadas de humanos que llevaban a sus crías a pasear o que volvían a su casa del trabajo, y todos sin excepción las estaban mirando atónitas, pués habían aparecido de golpe de la nada, cayendo entre unos arbustos y ella tenía las alas aún abiertas y estaba llena de sangre.

—Mierda.... me van a...

—¡Muy bien, muy bien! Brrrrraaaavo queriiida!! Ha sido maravilloso, bordaremos el espectáculo la semana que viene, y esa sangre de mentira... ¡Que obra maestra! Hay que felicitar a los de maquillaje, sin duda.

—¿Que coño...? —Una chica castaña, aparentemente humana se acercó hacia ellas aplaudiendo, y al llegar a ella, se giró hacia los atónitos transuentes

—Muchas grácias a todos, acaban de ver un ensayo del último número de Lady Butterflie. Espero que hayan disfrutado con el espectáculo. ¡Un aplauso para la artista por favor!

La chica empezó a aplaudir entusiastamente, y poco a poco la gente empezó a hacer lo mismo, con un poco de escepticismo. Yami se quedó parada unos instantes, pero luego pensó que era mejor seguirle la corriente y se dispusó a hacer unas pequeñas reverencias. Sin embargo, en cuanto comenzó a inclinarse, la pierna donde el lobo le había mordido protestó y por poco cae de nuevo al suelo por el dolor, así que se limito a inclinar la cabeza.

Una vez todos los curiosos se hubieron ido, la chica se giró hacia Yami y se la quedó mirando de arriba a bajo, con las cejas ennarcadas.

—¿Y bien? ¿Vas a explicarme que coño hace una Moradora en el mundo de los humanos? ¡Que demonio se te ha pasado por la cabeza!

—Yo... Esto... —un ruído a su lado las distrajo, la Saltadora gimió entre los arbustos, ensangrentada y tumbada en el suelo, se había quedado tal qual había aterrizado— ¡Dios mío! ¡Me había olvidado de ella!.

—Esto... ella es... ¿lo que creo que es? —la chica observó embelasada como Yami se agachaba a su lado, y retiraba el pelo de la cara de la Saltadora, con cuidado de no dañar las orejas de conejo, una de las quales debía estar rota por el extraó ángulo que tenía.

—Si, y será mejor que la saquemos de aquí cuanto antes y la curemos, o me meteré en un lío más grande de lo que pensaba. Mira, no se quien eres, pero me has ayudado y a pesar de ser humana paraces saber bastante... así que por favor, sácanos de aquí.

        Ichigó salió de su sueño de golpe y mientras los ojos de aquella mujer se desvanecían, pudo oír unos extraños gritos del piso de arriba. Eran gritos, golpes, pisadas... parecía una pelea y nada bueno podía salir de ella. De repente, una puerta reventada, un grito autoritario y un golpe seco, como el de un cuerpo que cae muerto. En la oscuridad de su celda, inmovilizada por los grilletes y ahogada por el miedo y la impotencia, Ichigo empezó a temblar.

        Calisto despertó encima de una comoda y cálida cama, cuando un suave y rico aroma a chocolate caliente le llego a su fina nariz. Abrió los ojos perezosa, no sabía porque pero se sentía muy pesada. Cuando consiguió enfocar la vista, una chica se acercó a ella rápidamente.

—¡Ah, que alívio! ¿Te encuentras bien? Has dormido mucho rato.

Rojo, cabello rojo como el fuego.

Los recuerdos acudieron rápidamente a la mente de Calisto: la calle oscura, los lobos, ese horrible y presuntuoso licántropo, la Moradora de los Sueños... Se incorporó de golpe, sudorosa y con la respiración entrecortada, el corazón le iba a cien y la Saltadora empezó a examinarse el cuerpo, en busca de heridas, pero lo único que halló fué una serie de vendas y parches que le cubrían.

—¿Qué es esto?

—Oh, esto. Verás, no sé muy bien como va lo de los Saltos, o si es que lo has hecho expressamente ¡Peró el caso es que hemos acabodo en el mundo humano¡ Pero por suerte encontramos a Mar, ella nos rescató y nos trajo a su casa, donde ha cuidado de nosotras. O por cierto, yo soy Yami, encantada.

—I-igualmente, me llamo Calisto, pero podeis llamarme Calis.

En ese momento, una chica salió de lo que parecía una cocina. Llevaba su largo pelo recogido en dos graciosas trenzas y sus ojos verdes eran alegres y vivos e inspiraban tranquilidad. En las manos sostenía un gran pastel que olía deliciosamente.

—¡Vaya! ¿Te despertastes? Espero que estés bien, he intentando curarte lo mejor que he podido las heridas, las limpié y vendé con hierbas mágicas, espero que sanen pronto. —Se acercó a la mesa, donde hace un segundo estuviera sentada Yami y poso la bandeja, empezando a cortar el pastel— Os he preparado tazas de chocolate caliente, con vainilla y canela, os hará bien. La tuya está en la mesita, he visto como olisqueabas antes de despertarte.

—Gracias... de verdad, muchísimas gracias. Ambas me habeis salvado la vida, no sé que habría hecho si no os hubiera encontrado a ambas. Probablemente esos malditos lobos me hubieran hecho pedazos.

—Mmmm... Lobos, Yami también me habló de ellos, aunque a las dos nos extrañó que atacaran a un Neutral, siento curiosidad, pero supongo que ahora estarás muy nerviosa aún. ¿Por que no pruebas mi pastel de zanahoria y te relajas? Quizás sea un tópico... —le tendió una porción de pastel, mientras observaba las orejas y cola de Calisto, que tenían la misma forma que las de un conejo del mundo humano.

—Oh no, en absoluto, me encanta la zanahoria gracias. Y claro que os explicaré como sucedió.

Lovely Sweet Hell (pausada)Where stories live. Discover now