Capitulo 1

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Es un hermoso día, las flores florecen, las aves cantan, y la gente se levanta desesperada al darse cuenta de que están llegando tarde a algún lugar. Es un momento bastante agradable para mi, ya que siempre hay un tonto que diría "daría mi alma por llegar temprano siempre" o alguna estupidez así.

Y así es como empieza esta historia el día de hoy, cuando un chico llamado Carlos estaba gritando.

- ¡Demonios! –Gritaba Carlos- otra vez tarde para la escuela, esta vez si que me van a castigar –el chico miro su reloj dándose cuenta de que iba por lo menos a llegar 2 horas tarde- daría lo que fuese por nunca llegar tarde a ningún sitio.

- Eso podemos arreglarlo –Le dije mientras aparecí cual gato sonriente de la nada encima de su cama. El se asusto evidentemente aunque bueno, ver de la nada como aparece un sujeto con un poleron negro, una polera con una calavera, jeans y una máscara de color blanco con una sonrisa dorada asustan a cualquiera- perdón por eso, aun no me acostumbro a estas cosas, yo soy el Alquimista.

- ¿E-eres un demonio? –pregunto el chico asustado

- Claro que no, y tuviste suerte de que yo no apareciera antes que uno de ellos, cualquiera te hubiese pedido incluso tu alma.

- No estoy interesado en morir

- La muerte nos llega a todos algún día, pero no estoy aquí por eso

- ¿Entonces?

- Quiero ayudarte a llegar siempre a tiempo, ¿Cómo crees que podrías resolver tu problema?

- Pues... -se quedo pensando un rato- si despertara todos los días a la misma hora podría hacerlo.

- Excelente idea, ¿te parece bien las 7 de la mañana?

- Claro que si –su cara se emociono al oírlo, pero entonces cambio a dudas- ¿Cómo harás eso?

- Ah pues es fácil, te pondré algo de mi magia sobre natural, aunque... debes darme algo a cambio.

- Por eso lo de Alquimista... ¿Qué es lo que quieres?

- Einstein decía que el tiempo era relativo, pero como buen Alemán creía en el dinero, así que quiero que me des... ese reloj amarillo.

- ¿Mi reloj? No es de oro real

- Pero puedo oler cuanto te importa –y literalmente si que olía- y me interesan esos sentimientos.

- Pues... -Carlos se lo pensó bastante bien, ese reloj se lo había dado su abuelo hace unos años- esta bien –se lo quito y me lo entrego en mis manos.

Un trato es un trato, así que guarde su reloj en mi bolsillo derecho y decidí proceder con mi parte. Descubrí todo mi brazo derecho, lo estire hacia arriba con el puño cerrado, y Carlos pudo admirar como mi brazo se convertía en tan solo huesos blancos como la nieve, y de la nada algo parecido al fuego de color azul lo recubrió. Le estire la mano para que el la estrechara, y así lo hizo. Apenas me dio el apretón lo acerque hacia mi, estábamos cara a cara y le dije lo mas importante de mis tratos.

- No hay devoluciones.

Lo solté, y lo deje que se fuese a su escuela.

Tiempo después me entere que despertaba todos los días a las 7 de la mañana, pero lo habían castigado 2 meses por perder ese reloj tan valioso para su abuelo. De seguro algún día querrá volver a llamarme para pedirme que le devuelva el reloj, o para que deje de despertarse todos los días sin excepción a las 7 de la mañana, no importa cuan cansado este, siempre despertara a las 7 de la mañana.

Pero bueno, así es el mundo, uno en el que no puedo evitar sentirme grato de ya no formar parte. Después de todo... no hay devoluciones.

Ley del AlquimistaWhere stories live. Discover now