Heroinas y Barbie-túricos (2)

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— ¡Se la han llevado! — Gritó Karol a sus compañeras.

Inmediatamente empezaron a correr tras Connie y el desgraciado que les había tendido una trampa. Muchas de ellas no sabían cómo había sucedido, pero temían que aquello que flotaba en el ambiente, esa niebla casi invisible, tuviera la culpa de su descuido.

La explosión, no solo hizo volar por los aires el edificio más cercano a las chicas, sino que desprendió un gas aturdidor que ninguna de ellas pudo eludir.

Aún estando bajo los efectos de aquella arma química, ninguna parecía verdaderamente afectada como para no moverse como auténticas gacelas. Decidieron no perseguir a los secuestradores por los tejados de la ciudad, por si en algún momento, sus cuerpos fallaran a causa del envenenamiento.

Tras varios minutos de desconcierto, dando pasos en falso y perdido el rastro de Connie, decidieron invocar a la diosa Yalcaláh, una poderosa bruja negra de la que se valían en esos casos.

— Debe ser importante vuestra llamada, hacía mucho tiempo que no me reclamabais— dijo aquella mujer de piel blanca y vestiduras negras.

— Han secuestrado a Connie— aclaró Regina con preocupación.

— Ya sabéis que por Connie no haré nada…— enmudeció unos segundos— Ella no necesita mi ayuda, sabe cuidarse solita— respondió Yalcaláh.

— Esta vez es diferente, hace más de una hora que se la han llevado y no hemos tenido respuesta, ni una sola pista de su paradero. El que no se haya puesto en contacto con nosotras, deja claro que corre un grave peligro. Por favor, tú eres la mejor, la única— rogó Irene, con un peloteo demasiado evidente para aquella mujer.

— No me endulces los oídos, no te servirá de nada. Como bien dijo So en una ocasión, nadie podría igualar el poder que tiene Connie. Yo, soy una simple bruja del montón— escupió con desdén la diosa.  

So, resopló al contemplar las miradas de ruego de sus amigas, tenía que pedir perdón por decir la verdad, pero si quería recuperar a su compañera, no había otro remedio.  

— Jamás quise ofenderte, aquello lo dije en un momento puntual. Todo el mundo sabe que eres la más poderosa. Ayúdanos y te daré lo que desde hace tantos años me llevas pidiendo— So, quiso morderse la lengua en aquellos momentos; peleaba en su fuero interno por buscar la solución al problema, sin contar con la ayuda de aquella altiva y desagradable bruja.

— Está bien, os diré dónde podéis seguir buscando, aunque… el lugar exacto no lo conozco.

Yalcaláh, extendió una de sus manos, una preciosa y resplandeciente luz se formó sobre su palma. Palabras en una lengua desconocida salían por su garganta, como si se tratara del grito de un delfín, chirriante y distorsionado. Cerró los ojos con fuerza y empezó a desvelar el camino que los secuestradores habían tomado, al parecer, no habían salido aún de la ciudad.  

Tras las breves indicaciones de Yalcaláh, las cinco chicas subieron a las azoteas, dirigiendo sus pasos hacia una central hidroeléctrica en las afueras.  

Les faltaban unos pocos kilómetros cuando, Alicia, reconoció una de las pinturas de emergencia de Connie. Eran trazos irregulares que se extendían por el pavimento de una de las avenidas.

— Mirad— señaló Alicia—es su tinta de seguimiento. Vamos por buen camino. Al final, esa bruja del demonio ha hecho bien su trabajo.

— Ya se cobrará la prenda, la cabrona quiere algo que no le puedo dar, porque ya no lo tengo— dijo So, dejando extrañadas a sus amigas.  

— Ese problema le resolveremos cuando se presente la ocasión, ahora debemos encontrar a la rubia, no sabemos qué le estarán haciendo— Regina miró a So con el ceño fruncido, no entendía lo que acababa de desvelar, pero suponía que tras esa confesión se escondía un secreto bastante oscuro.

Entraron con sigilo al recinto vallado. Eran sombras que se entremezclan con el paisaje, la oscuridad de la noche les confería un halo camaleónico que nuestras heroínas sabían usar muy bien.

Encontraron varios centinelas armados con armas de última generación, pero no les sirvió de nada aquella protección de alta gama, muriendo antes de poner el dedo en el gatillo, gracias a las estrellas ninja de Alicia y las flechas de Irene.

Karol destrozó la garganta de cuatro guardias que estaban apostados en la puerta de entrada. Mientras, So utilizaba con maestría el puñal, que desprendía reflejos brillantes al contacto con la luz de los focos alógenos.

— Sigamos sin hacer ruido, siento que Connie está muy cerca—Karol levantó la cabeza y cerró los ojos, intentando concentrarse mejor en las sensaciones que le llegaban de su amiga capturada.

***

— Crees que vendrán a buscarte y es exactamente lo que quiero que suceda. Tú nunca has sido mi principal objetivo, pero he de reconocer que tus dones son un tanto fastidiosos— dijo el encapuchado a Connie.

Ella se encontraba recluida dentro de una cabina de cristal, cerrada herméticamente y con un pequeño cable conectado a su nariz, proporcionándole escaso oxígeno, el suficiente para no desmayarse. 

Con el sonido amortiguado por aquellos gruesos cristales, Connie intentó gritar. Todos los esfuerzos fueron en vano, su voz se escuchaba únicamente al poner el oído sobre el cristal, sonaba como si se tuviese la cabeza metida en un cubo.

— Te voy a dejar el culo como una autopista— amenazó la rubia—juro que te arrepentirás de haberme conocido, maldito hijo de la gran puta. Mis poderes no solo tienen cabida dentro de mí, ellas están mucho mejor protegidas de lo que crees.

— No, no, no me des lecciones “rubita”, ya sé lo que haces y cómo lo haces, para mí ya no representas ningún enigma. He conocido a alguien muy bien informado sobre vuestro estilo de vida y milagros— aquel hombre se dio la vuelta y llamó en voz alta— ¡Yalcaláh!

Los ojos de Connie se agrandaron hasta límites insospechados, mientras su corazón se encogía sobre aquel descubrimiento que acababa de presenciar.

— Me da la sensación de que no es necesario ningún tipo de presentación, ¿verdad, preciosidad? —preguntó el secuestrador, alternando la mirada sobre las dos damas.

Yalcaláh se acercó a la celda, sacó la lengua y dio un largo y húmedo lametón al cristal, provocándole a Connie una arcada seca, mientras retrocedía escasos milímetros de aquella asquerosa visión.  

"CONTINUARÁ"

Encuentro en taconesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora