Unos tacones de altos vuelos (I)

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Unos tacones de altos vuelos (I)

Día D hora H, las taconeras se van de viaje, y ningún destino mejor que las cálidas y flamantes (además de abarrotadas de hombres esculturales) playas de Acapulco.

Después de más de cuatro horas insufribles para los vecinos de abajo del apartamento de las chicas, a causa del repiquetear de los tacones mientras hacían sus maletas para el viaje, han cogido un par de taxis y se dirigen sonrientes al aeropuerto. Se comunican de un vehículo a otro por medio del Whatsapp, cabreándose de vez en cuando al descubrir en algún comentario que se les ha olvidado meter esto y aquello en las maletas, al menos, los billetes los guardan en el bolso de Regina, a buen recaudo y siempre a la vista. 

El aeropuerto está colapsado, una convención de feligreses acapara todos los mostradores y hace que los enormes pasillos de mármol brillante parezcan la Capilla Sixtina en hora punta. Las seis taconeras destacan como lo haría un melocotón dentro de un cubo de garbanzos, con sus vestidos de colores vistosos, las melenas ondeando y balanceándose con el enérgico caminar de sus tacones de aguja, entre toda aquella marea de trajes grises y caras largas.

Las ruedecillas de sus maletas se esfuerzan por seguirles el ritmo, pero ellas tienen prisa, han llegado mucho más tarde de lo que tenían previsto por culpa de un taxista avaricioso y un atasco en la ruta de tintes sospechosos. No tienen ganas de discutir, están felices porque por fin se tomarán todas juntas las vacaciones que tan bien merecidas tienen, el trabajo en estos últimos meses ha sido claustrofóbico, evitando en ocasiones las reuniones taconeras que organizan semanalmente.

Al llegar al mostrador de facturación no pueden evitar discutir con una mujer de avanzada edad que quiere hacerle pasar un mal día a la trabajadora de turno, mientras ellas miran preocupadas los carteles informativos de la salida de los vuelos, en especial el suyo: Madrid-Acapulco.

Gracias a ciertos contactos por parte del primo del hermano del amigo de Alicia, han conseguido billetes a buen precio y en vuelo directo, algo que les ahorrará varias horas de trayecto y evitará que Karol, propensa a los ataques de ansiedad y la aversión de su cuerpo a los cambios de presión, lo pase peor.

Una vez facturadas las maletas de mayor volumen y con las de mano rodando de nuevo por los interminables pasillos del aeropuerto, las chicas se dirigen a la puerta de embarque, donde terminan regañando de nuevo por la exigencia de uno de los trabajadores, que les ordena quitarse los zapatos y botas para depositarlos en las bandejas que pasarán por el escáner. 

Terminan cediendo, de todos modos no pueden desperdiciar más tiempo con menudencias, el avión está a punto de despegar y la luz roja de último aviso lleva unos minutos parpadeando.

Connie con sus calcetines rosas de la osita Peggy, Karol con unos pinkis azul añil y el resto de taconeras con los leggins llenos de pelusas recolectadas del suelo, pasan bajo el arco detector de metales, pitando la alarma cuando So pasa por este; no se ha quitado el cinturón y tras desabrocharlo sigue su camino con cara de enfado.

— Nos tendremos que quitar los empastes a este paso— murmura cabreada.

Abren la maleta de mano de Irene, Regina y Karol, de ellas extraen un par de frascos de perfume y un desodorante en forma de roll-on, mientras que el resto de taconeras miran extrañadas sus maletas, pensando que también contienen esos productos y aún así han pasado el control.

Una vez pasado el cabreo de la pérdida de ciento cincuenta euros en perfumes y demás accesorios de higiene femenina, las chicas emprenden la carrera hacia el avión.

Como es de esperar, su puerta de embarque es la última de la terminal, al otro lado del aeropuerto. Los tacones retumban en el edificio de cristales y el resto de asistentes, muchos de ellos con sotana, miran a las mujeres corredoras con sorpresa, alguno incluso fantasea con tropezarse con ellas simulando un encontronazo que diera pie a, quizás, un café en compensación y la charla correspondiente, pero la cara de malas pulgas de nuestras protagonistas deja poco margen para ese tipo de planes reproductivos.

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⏰ Last updated: Nov 09, 2012 ⏰

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