Despedida de soltera, a ver dónde nos metemos (II)

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Despedida de soltera, a ver dónde nos metemos (II)

Sentadas las unas junto a las otras en un banco largo y desgastado se miraban los pies, todas estaban descalzas, las habían quitado los tacones y pese a que la situación era dramática, aquel pequeño detalle era el que más les molestaba.

— ¡No me toques los cojones! Cuando recupere mis zapatos se los pienso clavar al de las cejas depiladas en un ojo— dijo So mientras encogía y estiraba los dedos de los pies.

Empezando por la derecha y en una esquina del banco verde y desteñido, se encontraba Connie, con un pequeño corte en el labio inferior, intentando cortar la hemorragia con un pañuelo de papel lleno de sangre.

A su lado estaba Alicia, ella tenía los nudillos de las dos manos machacados, cortes superficiales y rasponazos les daban un aspecto de dibujo pictórico macabro; se le estaban hinchando al mismo tiempo que su ira aumentaba a pasos agigantados.

Después estaba Karol, que intentaba sentarse de modo que su espalda no le diera aquellos pinchazos tan desagradables, un mal giro le había dejado el costado izquierdo machacado y ahora no sabía si tirarse al suelo para estirar el cuerpo o ponerse en posición fetal para disminuir aquella desagradable sensación de agujas clavadas en los músculos.

Irene tenía la cabeza apoyada contra la pared, con los ojos cerrados y una mueca de dolor en sus facciones, intentaba concentrarse para no empezar a gritar a pleno pulmón que las sacaran de allí; le dolía la cabeza y tenía los dos orificios de la nariz tapados con algodones, estaba segura de que ya no sangraba, pero no podía permitirse el lujo de comprobarlo, ya que no tenía más tapones que ponerse en caso contrario. 

Regina puso la mano en el hombro de Irene y le preguntó en susurros si ya se encontraba mejor, pero solo obtuvo como respuesta una negación de cabeza, estaba preocupada por sus amigas y quería encontrar una solución al embrollo en el que se habían metido. Intentó concentrarse en urdir un plan para conseguirlo, pero lo único que se le pasaba por la mente eran pistolas y una masacre de dimensiones apocalípticas.

La más tranquila era Nicasia, que debido a su estado de embriaguez, sonreía y de vez en cuando soltaba alguna carcajada delirante, siendo reprendida por los presentes para que callara, lo que ocasionaba que ella riera aun más alto. Sus amigas en vez de hacerla callar, sonreían interiormente porque se hubiera tomado la desgracia de aquella manera, al fin y al cabo era su despedida de soltera y ninguna quiso que terminara de aquella forma.

En esos momentos, con la mejilla hinchada y un pequeño corte en el pómulo, So se levantó y se dirigió a la ventanilla de información. No llegó muy lejos, una mano grande de dedos rechonchos la paró en seco, mandándola sentar de nuevo. Ella lanzó una de sus miradas de: “no me toques si no quieres morir, cabrón” y el hombre retiró aquellos dedos de aspecto grosero del brazo de la rubia.

So tuvo que volver a sentarse, pero antes de hacerlo echó una mirada a todas y cada una de sus amigas, una furia incontrolable le recorrió el cuerpo de los pies a la cabeza, jamás habría permitido que aquello ocurriera, pero las cosas se habían torcido de la manera más tonta. La única satisfacción que le quedaba por pensar, era que las otras habían quedado peor que ellas. “¡Que se jodan!” Pensó con socarronería. “Si querían pelea la han conseguido y nosotras hemos ganado la guerra”

La comisaría permanecía en silencio, el murmullo de las torretas de ordenador y alguna conversación lejana hacían la atmosfera de lo más desalentadora.

           Entonces Irene se irguió y empezó a cantar en voz baja:

Jugar con ellas es como manejar la nitroglicerina, tienen más vatios que una nuclear...— y cada vez más alto—, y no son tan dañinas; la más cardo puede tener, sabor a mandarina…

El resto de amigas miraron a la rubia como si se hubiese vuelto loca, pero reconociendo la letra y sin saber muy bien porqué, acompañaron a Irene en su karaoke particular.

Rubias, morenas, castañas, que más da, todas están divinas…. ¡Uhh! ¡Ahh! Las chicas son guerreras…. ¡Uhh! ¡Ahh! Las chicas son guerreras….

Dos policías se acercaron para hacerles callar, pero ellas se levantaron del banco y siguieron el concierto cada vez con más potencia.

Ellas suelen llevar el timón y hacen astillas tu pobre corazón, y si ves el mundo girar es porque las muñecas han puesto la cadera a funcionar… las chicas tienen algo especial, las chicas son guerreras. De la más cursi a la tía mas legal, las chicas son guerreras… ¡Uhh! ¡Ahh! Las chicas son guerreras…. ¡Uhh! ¡Ahh! Las chicas son guerreras….

Connie estaba con el pañuelo aún en la boca pero sonriendo, Karol con una mueca de dolor y la mano puesta en el costado, Alicia con la rodilla dolorida y apoyando el peso del cuerpo en la otra pierna, Irene al haber empapado uno de los algodones se limpiaba con el dorso de la mano la sangre que le chorreaba por la mejilla, Regina ayudaba a Nicasia a mantenerse en pie y no caer de bruces por las carcajadas que daba y So, con la frente alta y una extraña sensación de orgullo por sus hermanas, intentaba no pensar en las palpitaciones de su ojo derecho, mientras cantaba en tono más alto que el resto:

Las chicas tienen algo especial, las chicas son guerreras... desde el perfume a las medias de cristal, las chicas son guerreras…  tras una barra con pinta colegial, las chicas son guerreras… en las revistas o todo al natural, las chicas son guerreras… ¡Uhh! ¡Ahh! Las chicas son guerreras…. ¡Uhh! ¡Ahh! Las chicas son guerreras….

Toda la comisaría estaba presente en el improvisado concierto que daban las chicas, varios uniformados se acercaron a ellas y uno que parecía ser el jefazo por el tono de voz, además de un distintivo en su vestimenta, amenazó con encerrarlas en una de las celdas si no dejaban de berrear, en contestación las amigas se echaron a reír y siguieron con su oda al pop de los 80.

Justo cuando iban a arrastrarlas hasta la habitación enrejada, el abogado de Regina apareció por la puerta, dando por zanjado el problema en tan solo unos minutos, las taconeras no tenían la culpa del problema; varios espectadores del suceso habían sido interrogados para conseguir su libertad sin cargos.

(HORAS ANTES)

— Creo que a esa le has dejado los dientes marcados en el brazo, tía— le decía Karol a Connie mientras se partía de la risa.

— Pues anda que tú, que la morena bajita y de tetas ausentes estará comiendo en pajita durante un par de meses por lo menos— se unía a las risas la aludida.

— Alicia, deja ya a la pobre muchacha, como sigas se le caerán las pestañas— recomendaba Regina mientras tenía sujeta del cuello y en el suelo a una pelirroja con espinillas mal camufladas. 

— Vale So, creo que ya se han enterado de lo que significa meterse con nosotras, no les valió con la mirada que les dediqué dentro de la discoteca, que tienen que venir las ocho a preguntar si nos queremos follar al chulo ese con el que ligó Karol. Hay algunas que no aprenden ni con cursillos intensivos— decía Irene a So, que tenía a una chavala alta y desgarbada contra la pared, mientras le decía al oído que sabía dónde vivía, algo totalmente incierto.

Nicasia intentaba guardar el equilibrio sobre la tripa de una chica que había intentado tirarle del pelo.

Y justo en el momento en el que aparecían los vehículos de la policía, Irene enseñaba orgullosa su trofeo de guerra:

— Creo que con este mechón que le he arrancado a la más chula con cara de sapo, podremos encender la chimenea el fin de semana.

Irene se guardó el trozo de pelo rubio en el bolsillo y dejó que los agentes de la ley les acompañaran a los coches policiales. Las atacantes no tuvieron tanta suerte, puesto que antes de llevarlas a comisaría, pasarían por el hospital para asegurarse de que sus heridas no necesitaran puntos de sutura.

¡Uhh! ¡Ahh! Las chicas son guerreras…. ¡Uhh! ¡Ahh! Las chicas son guerreras….”

Encuentro en taconesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora