III

361 18 0
                                    

Lady  Robinson observó desde lejos a la feliz pareja que paseaba alegremente en carruaje por el centro de Hyde Park y la rabia no tardó en instalarse en ella como la recaída de una enfermedad. Ella era mucho mejor que aquella frígida mosquita muerta que solo existía y servía para seguir las reglas de doble moral de una sociedad corrompida por todo tipo de excesos.

No podía creer que Dominique Norton, aquel perverso y muy ilustrado hombre en las artes del amor, era capaz de ir de la mano, sonriendo, y sentirse tan bien de lucirse con una mujer tan falta de gracia y estilo.  Debía reconocer que primero se había sentido ultrajada, luego muy molesta y allí, en medio de una bruma de ira, había decidido que aquella afrenta no quedaría impune. Lady Larringtong se las pagaría, sonrió. Jugó un poco con la sombrilla solariega y degustó la gloria que pronto teñiría sus labios. Heather tenía escondido un secreto, uno que estaba segura Dominique no sabía, uno del que pronto se enteraría. Sabía sobre él, porque la casa de sus padres colindaba con la propiedad de los Duques. Rió. Ya sabían todos, nada se podía esconder entre el cielo y el infierno.  

Revés del DestinoWhere stories live. Discover now