IV

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Heather cambió su traje de mañana por el vestido de cabalgar. Le encantaba sentir el viento jugando con sus salvajes melena suelta; aquella inyección de adrenalina que se medicaba en su cuerpo cuando Cher, una hermosa hunter irlandés alazana, salía disparada al galope por aquellas planicies tan verdosas y exuberantes que eran del poder de su padre.

Sonrió contenta, feliz. ¿Qué más podía esperar de su vida?

En su primera temporada en Londres, Dominique la había acaparado por completo. Al inicio, debía reconocer, le había tenido un poco de miedo al Marqués. Su estampa elegante, dura expresión y manchada reputación había ayudado mucho a ese temor. Él no había tenido reparos en abordarla, en hablar con ella y hacer que al día siguiente de su primer baile, estuvieran caminando por las calles principales con su carabina. Las miraditas constantes, los pequeños besos robados y aquella intensa mirada azulada le había hecho perder la poca cordura que le quedaba. No sabía cómo, pero Dominique se había apropiado de ella, de sus miradas, de sus palabras, de sus besos, de sus pensamientos y de su corazón. Poco a pooco había ido cambiando las miradas serias, por sonrisas pícaras y los golpes en las manos para que no siguiera avanzando por aceptación. 

Si era justa consigo misma, tenía que reconocer que no era una belleza exuberante y con una estructura corpórea delicada, no. Su belleza era diferente, natural y voluminosa. No el tipo de féminas que habían compartido el brazo del Marqués en los últimos años. A pesar de eso, sentía el amor de Dominique en cada palabra, en la forma en la que aprisionaba su cuerpo contra él y le susurraba palabras de amor eterno.

Sin darse cuenta, llegó a su destino. Bajó de Cher y la ató a un tronco cortado. Casi corrió hacia el interior de la cabaña intentando encontrar a Phillipe.

—¡Heather! —saludó el hombre al verla entrar.

—¡Oh, Phillipe! —corrió a arrebujarse en sus brazos desbordante de felicidad — ¿cómo estás, querido?

—Cuanto tiempo sin veros —la abrazó con fuerza—. Os he extrañado, milady.

—No me digas así —golpeteó su brazo amorosamente—. Estoy muy feliz, Phill. Muy feliz.

—Sí, ya me enteré de la noticia. ¡Felicidades! —la invitó a sentarse—. Un Marqués y en la primera temporada. 

 Heather no pudo evitar sonrojarse. Eso era lo que todo el mundo le había dicho: que era privilegiada. Y sí, lo era, realmente lo era;  Dominique la amaba. 

Revés del DestinoWhere stories live. Discover now