Cuatro: Beso reconciliador

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El mayor se tiró en la cama y miró la pantalla de su celular y envió varios archivos del trabajo con mucha atención mientras, una vez más, su pareja comenzaba a quejarse. Bright no estaba de humor para discutir, pero las cosas entre él y Win últimamente no andaban bien.
Win era un chico encantador, amable, tranquilo, dulce... Pero esa descripción no aplicaba en sus momentos de furia. Si alguien se atrevía a preguntarle alguna vez, Bright diría que Win era la persona más adorable y detestable a la vez, que la estabilidad se iba siete metros bajo tierra cuando estaban juntos, que lo sacaba de su zona de confort todo el tiempo y que no soportaba sus cambios de humor, pero también diría que el castaño lo llenaba de amor, que no podría vivir sin su sonrisa traviesa y que no lo cambiaría por nada.

Esto último lo diría si tan solo no estuviera cansado de las constantes peleas sin sentido.

Win, por su parte, esperaba que Bright estuviera pendiente de sus necesidades afectivas más que su trabajo, pero parecía imposible lograr algo así. Habían pasado varios años juntos y fueron capaces de superar muchas dificultades, pero todo el panorama daba a entender que no soportarían mucho más... La relación tenía fecha y hora de vencimiento, y cómo no, era en ese preciso instante.

—¿De verdad tienes que trabajar en Navidad? ¿No puedes siquiera darte un día de descanso?

—Umm... —afirmó con un sonido distante.

—¿Estás siquiera prestando atención? ¡No me ignores, Vachirawit!

—Ya dije que sí. Si no tienes algo interesante que decir, entonces cierra la boca —espetó duramente el mayor.

Win se adueñó de una expresión dolorosa ante esas palabras. Su corazón se encogió de tristeza.

—De acuerdo, ¿quieres escuchar algo interesante? —respiró superficialmente, agitado, a punto de decir palabras aún más dolorosas—. Terminamos. A la mierda todos mis planes de Navidad, ¡terminamos!

Bright levantó la cabeza y buscó los ojos ajenos desesperadamente. Su novio estaba tan decidido que desapareció de su vista sin decir una palabra. Win caminó con rapidez hacia la sala y tomó la pequeña jaula transportadora de su mascota, siendo seguido por su ahora expareja.

—¿Qué vas a hacer con eso? —preguntó. La voz elevada de Bright tenía un ligero tono de enojo y dolor.

—Me voy. Me llevo a Charlotte.

El mayor cerró los ojos y negó con la cabeza, a punto de llegar a su límite. Charlotte era la mascota de Win y pasó a ser la mascota de ambos cuando decidieron convivir, Bright le tenía mucho cariño, ¿por qué tenía que hacerle sufrir así por una tontería? En su cabeza, Vachirawit estaba convencido de que no había hecho nada malo.

—No puedes. Está acostumbrada a vivir aquí, si te la llevas, sufrirá. No le hagas pasar por todo esto, por favor.

Win apretó los puños y soltó una sonrisa irónica.

—Mírate, ¿te importa que Charlotte sufra, pero no te importa mi sufrimiento? Siempre pones a los demás antes de mí, incluso a mi mascota, ¡esto es increíble!

—¿De qué estás hablando? Te estoy pidiendo que reconsideres tu decisión.

—¡No lo estás pidiendo! ¡Nunca dices las palabras correctas! —las lágrimas no tardaron en salir de los pequeños ojos de Win mientras guardaba a su mascota en la jaula—. Mira, Charlotte está feliz de verme, ¿por qué tú nunca te ves feliz? ¿Por qué de tu boca nunca ha salido una palabra bonita hacia mí? Lo único que hago contigo es perder el tiempo.

Los ojos de Bright reflejaban la tristeza y desasosiego que estaba sintiendo ante la inminente partida de Win, pero el más alto no lo miraba y él no podía decirlo en voz alta. Era difícil expresarse, a veces odiaba tanto ser así...
Minutos después dejó de oír el llanto de Win, que fue reemplazado por el sonido de la puerta principal. Se había ido, lo había dejado y la soledad invadió el ambiente. Bright se sentó en el suelo y abrazó sus piernas mientras escondía la cara y lloraba. Lo hizo silenciosamente.

La semana transcurrió sin muchos cambios. Bright estaba decidido a creer que no era su culpa, razón por la cual no iba a dar su brazo a torcer y no lo llamaría ni lo echaría de menos; si Win no quería volver, no era asunto suyo.
Por otro lado, Win solo esperaba una disculpa. Una simple disculpa de corazón y todo estaría bien nuevamente, pero sabía que el insensible de su exnovio no lo haría, entonces lo consideró una causa perdida y se dijo que no volvería a buscarlo jamás. Sin embargo extrañaba su hogar y a Ame, la gata de Bright, así que pensó en ir a visitarla cuando el mayor no estuviera, pero si volvía allí, estaba completamente seguro que no querría irse otra vez.

No pasó mucho tiempo hasta que Win se tragó el orgullo y llamó. La voz del otro lado del teléfono le llenó de lágrimas los ojos a pesar de que quería ser fuerte.

—Iré a ver a Ame —anunció.

—Es mi día libre, Metawin. Ven si puedes soportar mi presencia. Y trae a Charlotte.

El castaño se mordió la lengua antes de soltar alguna palabra hiriente y simplemente cortó la comunicación. Metió a su pequeña mascota en la jaula transportadora antes de salir y al llegar la liberó, sintiéndose triste al verla correr hacia Bright. El mayor la acarició en el hocico y le regaló una sonrisa suave, fue entonces que Win se dio cuenta que no podía hacerles esto, eran una familia y tenían que permanecer juntos. ¿No era eso lo que tanto querían ambos?
El estar lejos durante unos días aclaró la mente de Win en muchos sentidos. Tal vez solo estaba sofocado de la rutina, porque ahora que veía a Bright sentado jugando con su mascota como lo hacía siempre, había comenzado a percatarse de que las pequeñas cosas eran lo que más importaba. ¿Qué más daba no recibir palabras bonitas? Bright lo cuidaba mucho, se esforzaba por ser alguien cada vez mejor, ¿y acaso no había sido aquella seriedad la que lo cautivó? Win estaba seguro de que el latido de su corazón no podría sentirse así de fuerte con nadie más.

Porque lo amaba.

—Lo siento.

Bright levantó la vista, confundido.

—Lo siento por alejarte de Charlotte. Sé que la quieres mucho —completó Win—. Si quieres que la deje...

—Win... —interrumpió y se detuvo, pensando en cómo utilizar sus palabras—. Extrañé a Charlotte, pero te extrañé a ti también. Y antes que digas que te comparo con una mascota, no es eso a lo que me refiero. Te quiero a ti y a nuestras mascotas, los quiero porque hacen que este lugar sea mi hogar, el único lugar al que quiero llegar luego de trabajar tanto —el mayor bajó la mirada a sus manos—. Sé que no digo todo lo que siento y que parece que no te presto atención, pero ten por hecho que, a pesar de estar mucho tiempo ocupado, tienes el poder de permanecer en mi mente a cada minuto. Y sé que trabajo mucho, te quejas constantemente de eso, pero no importa qué tan cansado esté, lo hago porque quiero darte todo lo que mereces.

Todo se tornó silencioso luego del extenso e improvisado monólogo de Bright. Era como si todo lo que Win deseaba oír hubiera sido escrito y Bright lo estuviera recitando, razón por la cual no pudo contener las lágrimas y sollozar, llamando la atención del que permanecía sentado en el suelo.

—¿Por qué estás llorando? —cuestionó Bright aún más confundido que antes.

—Porque eres muy lindo —respondió y fue directo a abrazarlo, cayendo ambos al suelo—. Y te amo.

Bright iba a decir algo, pero fue interrumpido por los suaves labios de su chico. Win no podía dejarlo escapar, deseaba besarlo hasta que le doliera la boca, así que deslizó la lengua con timidez hasta encontrar la contraria y aumentó el ritmo tomando el control de la situación, dejando a Bright desconcertado pero felizmente satisfecho. Aunque su mayor sorpresa fue el momento en el que Win abandonó sus labios para besar cada pequeña parte de su rostro, robándole así una enorme sonrisa.

—De acuerdo, ¿qué fue eso? —preguntó el mayor.

—Un beso de reconciliación.

—Entonces, ¿no vas a romper conmigo?

—Claro que no, pero promete que te quedarás para Navidad —susurró Win.

—Lo prometo. Ahora... ¿Me besarías de nuevo?

Cincuenta maneras de besarte bajo el muérdago | BrightWinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora