Ocho: Beso soñado

312 60 4
                                    

El tren no era algo completamente de su agrado, pero Win se sentía avergonzado cuando utilizaba su coche nuevo y todo el mundo lo miraba, así que no tenía otra alternativa más que subir a aquel tren todas las noches para volver a casa. No le gustaba que la gente lo juzgara por su dinero ni por ser el hijo del jefe de una importante empresa, prefería el perfil bajo y pasar desapercibido.
La rutina lo mantenía aburrido al punto de sentarse y mirar por la ventana, perdido en su imaginación, en una vida paralela en la que era un chico libre y feliz que hacía lo que le gustaba y no estaba atado a un futuro tan estresante.

Una noche, una persona desconocida se sentó a su lado. Jamás lo había visto en el tren, estaba seguro de que si lo hubiera visto antes, lo reconocería al instante. Una cara así era inolvidable para él.
El viaje transcurrió con normalidad, las estaciones pasaron tan lentamente que Win deseaba cerrar los ojos y descansar un momento, incluso sus párpados se sentían pesados, pero un toque en su hombro lo despabiló. Al girar la cabeza, se encontró con que la persona sentada al lado apoyó la cabeza sobre él.

Se había quedado dormido.

Al comienzo a Win le pareció incómodo, iba a moverse para despertarlo porque le parecía vergonzoso, pero ver el reflejo de aquella persona en la ventana le hizo cambiar de parecer. Nunca antes había pensado que alguien se vería tan bien incluso durmiendo en un tren como si estuviera en la privacidad de su casa; miró nuevamente a la persona para encontrarse de cerca con sus ojos cerrados y quedó inevitablemente perdido en la visión de las abundantes y largas pestañas, la nariz delicada y, por supuesto, los labios rosados entreabiertos como un niño que ha caído en un profundo sueño.
Win nunca había pensado que otro hombre podía verse tan angelical y dulce, pero tan varonil y atractivo a la vez. No tenía idea de por qué aquel desconocido le llamó tanto la atención, pero incluso si era la última vez que lo veía, sabía que había encontrado al primer y único hombre que le hizo dudar de todo. De su sexualidad y de qué estaba haciendo con su vida. Win se concentraba tanto en tener una apariencia genial para que todos lo aceptaran y respetaran, que no quería siquiera que nadie lo viera haciendo algo tan simple como dormir en el tren o comer comida callejera. No se relajaba, no tenía tiempo de ser él mismo.
Ver a alguien siendo tan despreocupado le hizo pensar en todo. El chico llevaba ropa común, nada ostentoso ni elegante, incluso aquellos zapatos se veían algo desgastados, ¿por qué parecía tan genial con ello, cuando él se estresaba tanto por llevar sus zapatos brillantes a donde sea que fuera?

Su estación estaba cerca, así que tocó a la otra persona suavemente para despertarla. El joven adormilado levantó la cabeza y la vista hacia Win y se avergonzó al instante soltando un simple "lo siento" que le hizo sonreír.

De alguna manera, aquel evento se había convertido en algo cotidiano. Win tomaba el tren a las nueve, media hora después se aparecía el chico a sentarse a su lado; veinte minutos después el hombro de Win era ocupado por la cabeza ajena y una hora después se iba. No hablaban, no se decían una palabra, pero eso ocurría con total normalidad.
No era como si Win no quisiera hablar, pero su compañero de viaje se veía tan cómodo, que no se animaba a despertarlo.

El día de Navidad se acercaba cada vez más, razón por la que el tren se llenaba más de lo normal incluso de noche, pero aún así el chico siempre terminaba por sentarse a su lado. Cuando no podía, simplemente se quedaba alrededor.
Hubo un día en concreto en el que aquel desconocido se sentó y habló, acción que sorprendió de sobremanera a Win.

—Me llamo Bright.

La mano del chico tocó la ajena y Win lo miró a los ojos con timidez.

—Soy Win.

—Así que mi almohada personal tiene nombre —bromeó Bright—. Siento dormir en tu hombro, es que siempre vuelvo muy cansado.

—Es un poco ofensivo que me llames así, pero agradezco que puedas descansar.

Cincuenta maneras de besarte bajo el muérdago | BrightWinWhere stories live. Discover now