Capítulo II (La palabra tiene poder)

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Un día, ya a poco de cerrar toda aquella aventura profesional, de haber cumplido con éxito todos los retos, sentados ambos, tomando una cerveza en el bar del hotel, recordando y reflexionando sobre lo vivido, nos pusimos nostálgicos, a hablar sobre mujeres, diciendo que lo único que nos hacía falta era tener parejas y haber compartido, los cuatro (nosotros dos y nuestras parejas imaginarias) tan agradables momentos.

Ambos estábamos solteros por esos días, y él tomó la iniciativa de describirme la mujer perfecta; mientras un pianista de origen gringo amenizaba con su talento toda la escena; y comenzó por decirme que deseaba que su novia no fuese del medio académico, que fuese sencilla y amorosa y que quisiera tener una familia, que le gustaban "poblanas" y parecidas a su mamá en cuanto a los quehaceres de la casa, mi risa surgió en seguida por el machismo mexicano que afloró en aquella, su descripción.

Venía mi turno, y empecé por proyectar a la pareja perfecta, con cerveza en mano y con una descripción detallada, prácticamente la dibujé: le decía que aunque parecía cliché, quería una mujer de ojos claros, azules como el mar, de cabellos dorados como el sol, que le gustara llevar vestido en vez de pantalón y que si además tenía un cintillo y el cabello hacia atrás pues yo me entregaba en cuerpo y alma, a lo que el asintió diciéndome que entonces la buscaba "poblana" también, ambos nos reímos y un trago selló nuestras palabras y deseos.

Además el barman nos comentó que Chente, el Charro de Huentitán, recién se había alojado en ese hotel por una visita que hizo al estado, y que no sólo le había firmado varios posa vasos sino que se había sentado de ese lado de la barra del que estábamos nosotros, allí brindé y eufórico, ya pasado de tragos les prometí al barman y a mi amigo, que mi primer hijo se llamaría Vicente en honor a su relato.

Ya pasadas las 4am fuimos a nuestras respectivas habitaciones a preparar todo, pues nos tocaba dejar el estado para viajar a nuestro destino final.

El cierre de las conferencias sería en CDMX y estábamos emocionados por visitar la catedral que aguarda a nuestra Virgen de Guadalupe, ambos le profesábamos nuestra fe y teníamos cosas por pedirle.

Sabíamos también que el público de CDMX sería más exigente y venían ya con referencias de compañeros de otros estados del país, por ello nuestro nivel de compromiso y exigencia era mayor.

Queríamos poner todo nuestro esfuerzo para que el cierre de tan importante ciclo fuese por todo lo alto y así fue.

Logramos conectar con el público, provocar emociones positivas y duraderas en cada uno de los participantes.

Al finalizar el largo evento de un mes, se nos invitó a una cena en un club importante de la ciudad, dónde nos esperaba un importante empresario del país que tuvo la gentileza de asistir a nuestras conferencias, y que había quedado a gusto con nuestras reflexiones, fue muy ameno compartir con él y su esposa quien para esa época era modelo internacional y dio un toque muy fancy a toda la velada.

Allí, el amigo empresario, nos sugirió la posibilidad de tener una cita con el presidente de México del momento, la cual no se logró dar por un tema de coordinación de agendas, sin embargo, recibimos de parte del presidente saliente un saludo por escrito y sellado por la presidencia de la República.

Llegó al fin el día y la hora final de aquella exitosa experiencia, llegó la despedida, un abrazo, un estrechón de manos y muchas promesas de continuar con proyectos y experiencias parecidas.

Llegó el momento de partir de CDMX, él a su estado del norte y yo a mi país del sur, él tomó su vuelo nacional aquella noche y yo quedé en el hotel organizando mis cosas para tomar mi vuelo internacional al día siguiente. 

Un Milagro IndeseadoWhere stories live. Discover now