Capítulo XII (Era de esperarse)

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Mamá se sintió muy dolida al ver que mis fotos habían sido quitadas de los porta retratos, que habían 3 personas familiares más viviendo en la casa sin ni siquiera habérmelo participado, que el que era mi estudio y mi biblioteca había sido convertido en un cuarto más, mis libros y placas de reconocimiento puestos en cajas de cartón.

Que en el armario dónde había quedado mi ropa, zapatos, en mi cuarto dónde habían quedado mis pertenencias ya no había nada mío, tan sólo unas bolsas negras arrumadas con lo que mi madre presumía eran mis pertenencias.

Al recibir toda aquella inefable descripción me sentí muy mal y tuve que retirarme del trabajo que recién había conseguido, como cocinero de un restaurante de pizzas en el centro de la ciudad mexicana norteña, dónde eran izquierdistas y alababan a la dictadura de mi país y a todos los gobiernos parecidos (risas)

Callado y con paciencia de chino, trabajé allí durante meses, sumado al ingreso de la ONU pude vivir holgadamente y cubrir mis responsabilidades en mi país y en México.

Pasados dos días de la visita de mis padres, increpé a mi tormento por chat y le pregunté ¿Por qué había hecho todo eso? a lo cual me dijo que ella no iba a esperar toda la vida ni años a que yo estuviera exiliado en otro país y que ella ya tenía una casa y no iba a vivir a otro país exiliada, que "buscara maneras de cumplir con mi responsabilidad" y tratar de superar todo lo que habíamos tenido, me planteaba terminar.

Tomé la noticia con sosiego, y traté de analizar fríamente toda la situación, le dije que estaba bien y que debíamos entonces conversar la justa repartición de los bienes, y resarcir los derechos de mi abuela sobre su casa, y buscar un hogar para mi hijo, también le comenté la necesidad de sincerar el presupuesto porque sentía que todo lo que yo enviaba de dinero estaba siendo desviado.

Su reacción fue de una ira profunda y por primera vez me insultó y amenazó cómo nunca lo había hecho, aquella mujer soñada de vestido y cintillo, de crines de oro, ahora gritaba sin reservas por una llamada que resultaba propia de una novela dónde la villana prometía causar dolores y sufrimientos si no se cumplían sus deseos.

Resulta que ella había sido asistente de un ministerio como ya les conté, pero ese ministerio era nada más y nada menos que el órgano principal de justicia del país, y un familiar muy cercano a ella que ahora habitaba la casa, era director y amigo de jueces en dicho ministerio.

Al día siguiente de la conversación que tuvimos, ella emitió una orden de alejamiento exprés sobre mi familia y sobre mi abuela de 97 años, además creó un expediente falso en la fiscalía, donde me acusaba de maltratos y cosas terribles que nunca sucedieron.

Estaba utilizando una estrategia de judicialización exprés y traficando influencias para que ese expediente se uniera al de la persecución política, y yo no pudiera volver más nunca al país.

Yo había pedido con egoísmo un milagro, se llamaba milagro y ahora ese milagro cumplido se volvía con saña y desasosiego en mi contra, amenazando mi integridad y la de toda mi familia.

La orden de alejamiento y la persecución judicial a la que sometió a mi familia para que no intentaran nada sobre la propiedad que por papeles todavía era de mi abuela, surtió efecto.

Y valiéndose de una supuesta indefensión, obtuvo también una medida de ocupación sobre la casa y todos los bienes contenidos en ella.

Además luego de hacer todo, habiendo cambiado la que era una dulce y dócil voz, me amenazó por teléfono advirtiendo que si yo dejaba de enviar dinero pues no sabría nunca más de mi hijo, por ningún medio digital o presencial.

Mi abuela al tanto de todo eso, se sintió indignada con casi un siglo de edad para el momento y en plena conciencia y ejercicio de sus facultades, tomó una decisión con un temple heredado de sus raíces peninsulares.

Me llamó y me dijo con voz grave y de autoridad longeva:

Mi amor como solía decirme "yo sé que tu precioso hijo está en mi casa, y sé todo lo que te han hecho, no deseo que esa mujer siga viviendo ahí y manche la historia que yo tuve con tu abuelo durante 60 años, voy a ir hasta allá"

Ese día quemé al menos una docena de pizzas, y otras las entregué con muy mal aspecto, ese día me sentí muy mal, porque evidentemente quería yo todavía a la madre de mi hijo, a mi bebe pero también entendía la molestia de mi autoritaria y decidida Abuela.

Josefina de Salcedo y Ponte, fue a reclamar derechos sobre su propiedad, tocó el aldabón de aquella antigua puerta, sostenida tan sólo por su bastón de madera con empuñadura de marfil, abrazada por aquella calle que la vio criar 3 generaciones y soportar a mi Abuelo durante casi siete décadas.

Pasó lo que se están imaginando, su paso fue negado, y también el de mi madre que era heredera y había nacido y crecido en esa casa, se les amenazó y amedrentó con todos los medios que disponían los nuevos ocupantes trabajadores del órgano de injusticia del país.

Los vecinos de esa zona popular, chantajeados por una nefasta y terrible bolsa de comida que solía ser repartida por esos días, dieron apoyo y razón a aquellas terribles circunstancias de invasión e injusticias y sugirieron a mi centenaria Abuela que se retirara de la que había su casa por varias decenas de lustros.

Yo tenía la condición de exiliado y con dos expedientes abiertos en contra en mi país natal, en medio de toda aquella penosa situación, los nuevos ocupantes empezaron a subir fotos cuales bárbaros de la edad media, tomando, comiendo y vistiendo con mi ropa dentro de la casa, en la que parecían ser fiestas y celebraciones casi diarias. Fotos en las cuales figuraban muebles de la familia, utensilios y pertenencias mías y de mis antepasados.

Bebieron mis botellas, vistieron mis ropas, destruyeron mi biblioteca, violentaron todos los recuerdos de esa casa dónde yo también me había criado y se anidaban más de 80 años de recuerdos familiares, judicializaron a toda mi familia, hostigaron a mi abuela, a mi madre, a mi padre, a mis hermanos, vincularon ambos expedientes en la fiscalía y agravaron mi caso, al punto de llevarlo trámites internacionales.

Por fortuna por esos días el presidente del país más poderoso del mundo, emitió unas sanciones que invalidó todo acto o sentencia de los tribunales de mi país y declaró írritos todos sus actos legales fuera del territorio nacional, sólo eso me salvó de ser judicializado internacionalmente. 

Un Milagro IndeseadoWhere stories live. Discover now