Capítulo VIII (La Mudanza)

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A pesar del disgusto de gran parte de mi familia, pude conseguir una casa en el centro de proporciones gigantescas y remozada con lujos de una época ya remota, sin pagar renta y equipada con casi todo, además esa misma semana que mi abuela me prestó su casa, un colaborador de México anonadado con todas las noticias que llegaban de mi país, decidió por motu proprio, decidió donar algo significativo para la organización, con lo cual libré de sus liquidaciones a mis ex colaboradores, pagué unas deudas que había acumulado y pude hacer una mudanza con todas las de la ley.

Con el apoyo irrestricto de mi Abuela, con ese dinero y con muchas esperanzas, me encontré de nuevo con mi amor, y le participé todo.

Había resuelto nuestro problema de liquidez, había resuelto una casa enorme para ambos y además resolvía muchos problemas económicos que nos agobiaban y preocupaban.

Y así fue, en menos de una semana como nos mudamos al que sería nuestro hogar, logramos comprar electrodomésticos nuevos, y nos planteamos casarnos a la brevedad.

La casa no quedaba en la mejor zona, era el centro de la ciudad con varios pros en una situación de crisis nacional, pero también con muchos contras en cuanto a calidad de vida o tranquilidad.

Sin embargo, ambos nos adaptamos rápidamente, yo logré restablecer mi ritmo de trabajo en el instituto, ella logró optimizar su desempeño en el ministerio, organizábamos mejor nuestra economía, e íbamos afrontando mejor cada problema que se nos presentaba en un país cada vez peor.

Con el apoyo irrestricto de mi Abuela, y con nuestras capacidades, logramos solventar en mucho nuestra situación, ella entregó la villa aquella de amor, a su dueña, amiga de su señora madre, y decidimos comenzar una nueva vida más estable y formal.

Una vez ya instalados, con nuestras vidas más asentadas, con el pasar de los días fuimos conociéndonos a profundidad, con la convivencia.

Y pasó lo normal en cualquier pareja, empezaron a surgir diferencias, el poco tiempo que habíamos vivido juntos en aquella villa, había sido muy adornado y ocasional, lleno de un amor y pasión que nublaba todo lo demás.

Sus usos y costumbres empezaron a aflorar ya mudados en la casa de mi abuela, y en mucho diferíamos, en la música, en la tv, pero también en las compras, en la comida y luego en cosas más trascendentales como los modales, las familias, el mantenimiento o decoración de la casa.

Quizá bajé las estrellas de un solo golpe como la famosa canción y eso le dio una idea de que yo podía hacerlo constantemente y la mala infinitud se mezcló con un nuevo pecado de su parte, la ambición, cada vez las exigencias eran mayores y las inconformidades también. 

Un Milagro IndeseadoWhere stories live. Discover now