Capítulo XI (Un doloroso exilio)

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El líder de aquella tolda política fue apresado, y yo fui citado para un proceso de investigación sobre mis funciones en la tolda política que era acusada de nada más y nada menos que de terrorismo y lavado de dinero, ambos delitos tipificados que sumaban prisión por más de tres décadas como mínimo.

Ante la situación busqué un abogado experto en la materia, y me recomendó mi salida inmediata del país sin demora, y aseguró frente a todos los presentes que de asistir al citatorio quedaría detenido sin juicios ni derechos en un sitio sin determinar y posiblemente al lado del mencionado líder.

El mundo se me acababa, el mundo se me venía encima con aquella nueva noticia, y me parecía que al comunicarla a mi pareja y su familia, quizá lo lamentarían pero por dentro lo celebrarían por aquella situación tan tensa que se vivía en casa.

En efecto, llegué rápidamente a casa después de la cita con el abogado, y les comuniqué todo, en seguida fueron reproches y reclamos, en seguida fueron amenazas y más actitudes de devaluación.

A los dos días de aquella infausta noticia, estaba yo de nuevo en México pero con unas circunstancias distintas a las de mi viaje de conferencias, 2 años después, sin recursos, con un gobierno socialista en el país azteca, con mi amigo despedido de la universidad y sin apoyo económico de nadie.

Llegué a un apartamento que recientemente había sido un depósito en el centro de esa ciudad, del norte de México, en el estado de Coahuila, que era propiedad de la tía de mi amigo, que al enterarse de la grave situación que yo vivía de persecución política en mi país buscó soluciones accesibles y apresuradas para mi llegada clandestina.

Muchos de los contactos que yo había hecho en México, se habían ido de ese país porque les generaba incertidumbre ese nuevo gobierno, la casa de mi país ya estaba totalmente tomada por la familia de la madre del niño y tras mi salida del país, ya había hasta gallinas y chinchorros en toda la casa de mi Abuela.

No había terminado con mi pareja, todos los días nos manteníamos en comunicación por nuestro hijo, ellos allá sin ingresos, y yo fuera del país exiliado, sin trabajo y sin mis contactos habituales, con un gobierno hostil a los demócratas y estudiantes, y amigo de la dictadura que me perseguía.

Recurrí a una oficina de la ONU, en esa ciudad y planteé mi caso, mostré todas las fotos que sustentaban mi desempeño político en el país, solicité una audiencia con las autoridades de Ginebra, y tras dos semanas que viví de un préstamo que me hizo mi amigo mexicano, obtuve una audiencia y luego una aprobación desde Ginebra, y recibí un estatus de perseguido político, me asignaron una tarjeta VISA, en la que recibí recursos por 6 meses por mi condición de refugiado y perseguido político.

Administré esos recursos, esa beca protectora, en enviar a mi país y en mantenerme precariamente en un México muy distinto al que yo había visitado hacía 2 años y unos meses atrás.

Así pasaron varias semanas, las exigencias y las peleas seguían pero ahora era por chat y a distancia, hasta que un día pasó algo inesperado.

Papá me comentó haber pasado por la que fue mi casa y vio una cantidad enorme de familiares viviendo en la casa y reunidos con vecinos al frente del que fue mi hogar, tenían una fiesta o alguna celebración.

Al día siguiente fueron mis padres a la casa para visitar a su nieto, y notaron que yo había sido borrado, de la casa, como cuando alguien indeseado muere y es borrado todo rastro de él. 


Un Milagro IndeseadoWhere stories live. Discover now